¿En qué consiste nuestra riqueza?

En esta nota, de Alejandro Poli Gonzalvo, el autor se pregunta acerca de «la riqueza de las personas en tiempo de coronavirus», partiendo de un contexto como el actual y que -en sociedades avanzadas como la europea- las igualdades básicas están satisfechas, considera que «la riqueza de las personas se funda en la oportunidad que tiene el hombre de acceder a toda la realidad y de realizarse». Sería aunar las capacidades con las posibilidades concretas («la oportunidad») de una realización plena.

Tal vez podríamos traducir la última afirmación en que la misma consiste en el logro -aunque imperfecto y oscilante- de la felicidad. Aristóteles «afirma que la felicidad es una actividad de acuerdo a la virtud. El hombre feliz vive bien y obra bien. El obrar sigue al ser para la consecución de su finalidad. La felicidad es lo mejor, y lo más bello y lo más deleitoso. Esto es la virtud, que nos hace capaces de practicar las bellas acciones».

En el caso del cristianismo está relacionado a lo que expresa la imagen de la entrada, tomada del Evangelio de Mateo 6-21. Si tomamos un texto más amplio como el de Mateo 6, 19-21, el mismo es el siguiente: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;  sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». ¿Qué es hacerse de «tesoros en el cielo»? Es amar en todas las dimensiones: a Dios, al prójimo, a nosotros mismos (incluido el contexto ambiental). Por lo tanto hay un vínculo, como expresa el Padrenuestro, entre el «aquí y el cielo».

Esto nos posibilita converger hacia un mundo mejor.