Nostalgia de un pasado mejor, pero hoy sálvese quien pueda

Los seres humanos, muchas veces, tendemos a idealizarnos o idealizar a los demás o a determinadas situaciones del pasado (expresada como «nostalgia»), del presente o del futuro. Según esta fuente «dos tercios de los ciudadanos de la Unión Europea se declaran «nostálgicos» y, por tanto, proclives a los movimientos populistas, según revela un estudio presentado este martes por la Fundación Bertelsmann Stiftung en el Club de la Prensa en Bruselas. El informe, titulado «El poder del pasado. Cómo la nostalgia modifica la opinión pública europea», recoge las opiniones de 10.000 ciudadanos de los 28 Estados miembros sobre su particular visión del pasado y de qué manera esta influye en sus preferencias políticas actuales.

Según la definición del propio estudio, la nostalgia ayuda a «lidiar con sentimientos de ansiedad o inseguridad», lo que la convierte en un mecanismo de «estabilización interna» que permite afrontar períodos convulsos o con numerosos cambios, como el que vive actualmente Europa. Heather Grabbe, directora del Instituto Open Society European Policy y una de las ponentes durante la presentación del estudio, afirma que la nostalgia es «parte esencial» del auge del populismo en las sociedades europeas. «Ningún político está aportando argumentos creíbles para desarrollar un plan de futuro, es más sencillo hablar de inmigrantes que de los desafíos del futuro» apunta Grabbe.»

Hablando del pasado de Europa, hubo momentos terribles (como las guerras) y momentos de sacrificio, mejora, bienestar y perspectivas de un futuro mejor. Esto último fue la situación que se planteó luego de la segunda guerra mundial y hasta principios de los setenta del siglo pasado. Ello fue el resultado -en particular- de la adopción de variedades de un estado de bienestar que luego se fue deteriorando por distintas razones, y se aceleró luego de la caída de la ex Unión Soviética. La nostalgia de ese momento histórico no discierne racionalmente sobre las condiciones que lo hicieron posible, ni tampoco sobre la necesidad de su actualización y redefinición actual, sino que se apela a sentimientos nacionalistas y xenófobos que sólo terminan agravando el problema. Lo del «sálvese quien pueda» lo aborda también Sebastián Campanario en esta reflexión denominada «cuatro huracanes del cambio y la tragedia de los comunes».

Loris Zanatta aborda la cuestión en esta nota y tiene una respuesta optimista. En una reflexión de Jorge Fontevecchia (ver este link) comienza expresando «Dijo el profesor de Oxford y Harvard y director de la Central European University, Michael Ignatieff: “Estuve leyendo Doktor Faustus, de Thomas Mann, que describe la pérdida de autoridad de la cultura, los ataques al conocimiento, el amor a los extremos, el entusiasmo por las respuestas fáciles, el esteticismo de lo fuerte y de lo firme, la radicalización de opiniones de la izquierda y de la derecha. Debemos releer los grandes libros de 1920 y 1930 y pensar en lo que nos cuentan”.

Luego continúa diciendo: «Freud escribió El malestar en la cultura en 1930, cuando el mundo estaba incubando totalitarismos y violencia. Probablemente tenga razón Michael Ignatieff y sea oportuno leer textos producidos en aquellos años en que el malestar se convirtió en agresiva acción política. Puede ser muy útil extraer enseñanzas del pasado aplicables a este presente, en el que se vuelve a producir una tendencia a elegir líderes autoritarios y las sociedades, a aceptar restringir las seguridades jurídicas a cambio de obtener seguridades económicas como respuesta a alguna forma de paralelismo entre la crisis económica mundial de 1930 y la actual, menos dramática pero igualmente significativa por lo sostenida y la caída del nivel de vida de las clases medias de los países más desarrollados de Occidente.»

La exaltación del nacionalismo y la energía canalizada agresivamente contra otros nos lleva a un mundo peor, tal como ocurrió -lamentablemente- en ocasiones en el pasado (como expresa la imagen de la entrada)