¿Los occidentales deberemos cambiar nuestra forma de saludarnos?

Según esta nota, «para el CEO de Moderna, Stephane Bancel, director ejecutivo del laboratorio estadounidense que desarrolló una exitosa vacuna contra el COVID-19, admitió que el coronavirus ha llegado para quedarse y que se transformará en una enfermedad endémica “El coronavirus, que ha paralizado las economías mundiales y ha colapsado a los hospitales, estará entre nosotros para siempre. «el SARS-CoV-2 no desaparecerá y vamos a vivir con este virus, creemos, para siempre, afirmó ayer sin dudarlo durante un panel de discusión en la Conferencia de Atención Médica de JPMorgan».

De ser cierto lo anterior no será indiferente el tipo de vacuna que nos demos. Deberían ser las más eficaces en cuanto al grado de inmunidad (en especial frente a nuevas mutaciones) y duración en el tiempo, con un acceso universal y rápido a la mayor parte de la población. Este será un cambio importante en el funcionamiento del sistema científico-tecnológico, los sistemas de logística y las políticas públicas de los gobiernos. También lo será en que «la nueva normalidad» conllevará un mayor cuidado y distanciamiento social, con utilización de barbijos, respecto de la anterior normalidad.

También podríamos preguntarnos si la costumbre, bastante generalizada, que tenemos gran parte de los occidentales (en especial de origen latino) (1) de saludarnos, no sólo dándonos la mano, sino también -en muchas oportunidades-de abrazarnos y besarnos, no irá teniendo modificaciones. Podríamos preguntarnos sino irá mudando a mover las manos a distancia (como ya se hace ahora) o saludos como el de los japoneses, China (en particular bajo la influencia de Confucio y la importancia del saludo reverencial) otras naciones de Oriente o -específicamente- el de la tradición indo-oriental con su saludo del Námaste o Namasté (palabra de origen sánscrito), que se muestra en la imagen de entrada. Esta palabra es el resultado de dos términos:“namas” que podríamos traducir como “saludo” o “reverencia”, y que tiene su raíz en “nam”, que significa “postrarse” o “inclinarse”, y “te”, que vendría a ser un pronombre personal para configurar la expresión “me inclino o me postro hacia ti”. Este último tipo de saludo pone en evidencia una postura opuesta a la del dominio, y si se vive -más allá de la palabra y el gesto- también nos puede conducir a un mundo mejor. Tal vez sea un tema importante para reflexionar, más allá de los virus.

(1) También, entre otros, los eslavos.