La importancia y la virtud de convertir debilidades en fortalezas
No es fácil y es muy duro convertir debilidades en fortalezas, pero es muy importante para darle un sentido positivo a nuestra vida y -sin duda- es una virtud.
En esta nota de Sebastián Campanario, titulada Hacer de las propias debilidades una fortaleza: el caso de Beethoven y otros ejemplos de «el arte de cambiar de liana», retoma conceptos de su libro 50 Ideas para tus Próximos 50 Años.
Entre otras cuestiones, menciona que se basa en «el último libro, From Strength to Strength: Finding Success, Happiness, and Deep Purpose in the Second Half of Life (“De fortaleza en fortaleza: cómo encontrar el éxito, la felicidad y un sentido profundo de propósito en la segunda mitad de la vida”, aún no traducido al castellano), el profesor de Harvard y divulgador de la agenda senior y de bienestar emocional Arthur Brooks se explaya sobre los distintos tipos de inteligencias que cultivamos a lo largo de la vida.
Hay una “fluida”, que hace su pico a los 20-30 (resolución rápida de problemas, memoria, reflejos, etc. ) y hay otra “cristalizada” (que no tiene nada que ver con el “cristal” de droga que vendía Walter White), que refiere a la experiencia, a la sabiduría, y es la que hace que, por ejemplo, las personas de 60-70 o más años sean muy buenas enseñando. La clave está en saber “pasar de liana” de un tipo de inteligencia a la otra (en las actividades que uno hace) para que la transición de un proceso de reinvención sea exitosa.
Brooks dedica un capítulo entero: “Hacer de las propias debilidades una fortaleza”. Su caso de cabecera es el del músico y compositor Beethoven, que produjo sus mejores obras cuando estaba completamente sordo. Brooks sugiere que la Novena Sinfonía fue posible justamente porque el músico fue capaz de formularla completamente dentro de su cabeza sin distracciones externas.»
Mas adelante dice que hay casos contrarios al de Beethoven como fue Darwin, quien «consideró, en sus últimos años, que su carrera fue una desilusión. Luego de publicar El origen de las especies, en 1859, su trabajo creativo se estancó, empezó a perder ímpetu para seguir investigando y vivía con depresión y miedo, algo que se refleja en las cartas que enviaba a amigos y familiares.
Brooks tomó el caso de Darwin como un ejemplo de un patrón que él nota que se repite por millones en la actualidad: el caso de gente sumamente exitosa que se amarga en la segunda mitad de su vida porque el éxito y la adrenalina que sentían en la primera mitad ya no los acompañan.
La figura que Brooks elige para contraponer a la de Darwin es la del compositor alemán Johann Sebastian Bach, un genio que a lo largo de su carrera musical escribió más de mil partituras, con una gran mayoría de sus piezas consideradas clásicos. Pero Bach, que nació en 1685, tuvo en la segunda mitad de su vida una fama elusiva porque su estilo se consideraba “fuera de moda”. De hecho, fue su hijo Carl Philip Emanuel Bach quien lo opacó en reconocimiento público.
Sin embargo, Bach padre no se amilanó por este hecho. Siguió enseñando música y disfrutando de la carrera de sus hijos (tuvo veinte en total, diez de los cuales llegaron a la adultez).
Para Brooks, Bach dominó el arte de “cambiar de liana” entre la primera y la segunda mitad de la vida: entender que lo que nos hizo buenos en la primera etapa no es lo mismo que nos traerá éxito y felicidad en la segunda El autor, un gran divulgador que escribe habitualmente en The New York Times y The Atlantic, es un caso particular de este cambio de vida: pasó de ser un músico profesional a sus veintipico y a doctorarse como economista en la década siguiente.
En su libro menciona estudios que muestran cómo las distintas profesiones alcanzan sus “picos” en distintas edades, y cómo, si rondamos los cincuenta, sesenta o más, lo más probable es que ya lo hayamos pasado. Hay excepciones: los historiadores lo tocan a los 70, y esto no es casual: se trata de una de las profesiones en las que tienen mucho valor habilidades que se ganan con la experiencia: poseer un background de conocimiento amplio para unir puntos y saber contar historias
Cuando tuitié este dato, la historiadora Camila Perochena me dijo, medio en broma, medio en serio, que respiraba aliviada: en su juventud se había decidido a dejar la carrera de bailarina profesional porque leyó que se alcanzaba el pico a los 35. “Menos mal que opté por Historia”, concluyó. Cambió de liana a tiempo.»