¿Hay diferencia entre Amarse a Uno Mismo y ser Egoista?
El desarrollo de la conciencia, y con los orígenes de la filosofía. nos posibilitó hacernos distintas preguntas como: ¿quiénes somos? ¿somos solidarios o altruistas, o más bien egoistas? La ciencia, en particular a partir de Darwin, también se ha planteado esta cuestión.
El abordaje de esta temática insumiría comentar muchos enfoques que excederian una simple nota como esta y los conocimientos de quien escribe. Sin embargo, y dado que este es un tema que se ha planteado fuertemente en las relaciones económicas, iniciaremos diciendo que Adam Smith, según Rafael Torres, distinguía tres conceptos:
- self love: amor a uno mismo,
- self interest: interés propio o personal,
- selfish: vicio moral que se denomina egoismo.
Respecto del segundo (interés propio) es una simplificación hacerlo coincidir con el egoísmo, en tanto el interés propio “no se absolutice”. Está entre las motivaciones humanas (uno, en general, parte de “uno mismo”) y además la persecución del interés propio debe realizarse (según Smith, y de acuerdo con el autor mencionado) en el marco de un orden preciso no sólo económico, jurídico y sociológico, sino también ético. Hay que agregar, según esta interesante nota, que Smith agregaba la importancia de la virtud del «self-command». En ella se expresa que «las virtudes requieren que seamos “dueños de nosotros mismos”, que nos “adueñemos” de nuestras pasiones».
Cabe destacar que el amor a uno mismo, forma parte –según el Evangelio cristiano (ver Marcos 12, 28-34)- de una de las dimensiones del amor (a Dios, al prójimo como a uno mismo).
En el libro “El Arte de Amar” de Eric Fromm (Paidós Ibérica, 2004) sostiene que hay que interpretar el amor hacia uno mismo, dentro de una integralidad o hacia todas las dimensiones de la vida, afirmando que “el amor a sí mismo está inseparablemente ligado al amor a cualquier otro ser”. Sin embargo se lo ha considerado también como algo negativo.
Respecto de esto último Fromm afirma: “Si bien la aplicación del concepto del amor a diversos objetos no despierta objeciones, es creencia común que amar a los demás es una virtud, y amarse a si mismo un pecado. Se supone que en la medida en que me amo a mí mismo, no amo a los demás, que amor a sí mismo es lo mismo que egoísmo. Tal punto de vista se remonta a los comienzos del pensamiento occidental. Calvino califica de «peste» el amor a sí mismo (Calvino, Institutes of the Christian Religion (versión inglesa de J. AIbau), Filadelfia, Presbyterian Board of Christian Education, 1928, cap. 7, parte 4, pág. 622. ). Freud habla del amor a sí mismo en términos psiquiátricos, pero no obstante, su juicio valorativo es similar al de Calvino. Para él, amor a si mismo se identifica con narcisismo, es decir, la vuelta de la libido hacia el propio ser. El narcisismo constituye la primera etapa del desarrollo humano, y la persona que en la vida adulta regresa a su etapa narcisista, es incapaz de amar; en los casos extremos, es insano. Freud sostiene que el amor es una manifestación de la libido, y que ésta puede dirigirse hacia los demás -amor- o hacia uno -amor a sí mismo-. Amor y amor a sí mismo, entonces, se excluyen mutuamente en el sentido de que cuanto mayor es uno, menor es el otro. Si el amor a sí mismo es malo, se sigue que la generosidad es virtuosa.” Esta visión negativa del amor a uno mismo también es compartida desde los orígenes de la filosofia (por ejemplo el epicureismo), pasando por Hobbes hasta pensadores más contemporáneos (por ejemplo Dawkings y el “gen egoista”).
Como sintesis de esta parte, podemos decir que amarse a sí mismo no tiene un sentido unívoco. Relacionado, por ejemplo, con la cuestión del narcisismo, Juvenal Arduini, en su texto “Antropología. Atreverse a recrear la humanidad” (Ed. San Pablo, Buenos Aires, 2004, pág. 94) dice en la introducción a la explicación del mito de Narciso que: “el ser humano solidario se desata; ama y respeta al otro. Mantiene una resonancia interactiva que participa de la alegría y de las alegrías de los otros. El solidario se vuelve hacia los otros y se coloca al servicio de los necesitados, preserva la identidad del otro y garantiza los derechos ajenos. El solidario es capaz de olvidarse de sí mismo para amar al otro, ama al otro sin cobrarse el amor. El ser humano egocéntrico se ata y se retrae. Quiere ser amado por los otros pero sin amarlos. Absorbe a los otros, quiere ser valorado por los otros pero no valoriza al prójimo. El egocéntrico se afirma negando a los demás, es expoliador, es un parásito, absorbe a los que los rodean y no se destraba. Luego sigue y analiza más en detalle este mito.
Seguramente un mundo mejor estará vinculado en que el amor a uno mismo esté articulado con las demás dimensiones del amor, y tratemos a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros.
Nota al pié: quien desee vincular este tema con una reflexión personal son valiosos aportes como el de Charles Chaplin. Del mismo modo son valiosas las sugerencias sobre cinco formas de amarte a ti mismo propuestas en este sitio.