El enfoque de San Agustín sobre la muerte
El sacerdote que escribió esta nota (que se invita a leerla) comparte -al final de la misma- «un texto de San Agustín que escribió por la muerte de su madre Santa Mónica:
“No llores si me amas…” He seleccionado algunas partes menos conocidas, pero que, a mi juicio, son las más profundas para que lleven luz y consuelo a quien lo necesite.
“Créeme; cuando la muerte venga a romper las ligaduras, como ha roto las que a mí me encadenaban, y cuando un día, que Dios ha fijado y conoce, tu alma venga a este Cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a ver a aquel que te amaba y que siempre te ama, y encontrarás tu corazón con todas sus ternuras purificadas.
“Volverás a verme, pero transfigurado, extático y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando contigo, que me llevarás de la mano por los senderos nuevos de la luz y de la vida,bebiendo con embriaguez a los pies de Dios… “La muerte no es nada. No he hecho nada más que pasar al otro lado.
“Yo sigo siendo yo. Tú sigues siendo tú. Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo.
“Dame el nombre que siempre me diste. Háblame como siempre me hablaste. No emplees un tono distinto.
“No adoptes una expresión solemne, ni triste, sigue riendo de lo que nos hacía reír juntos.
“Reza, sonríe, piensa en mí, reza conmigo.
“Que mi nombre se pronuncie en casa como siempre lo fue, sin énfasis alguno, sin huella alguna de sombra.
“La vida es lo que siempre fue: el hilo no se ha cortado.
“¿Por qué habría de estar yo fuera de tus pensamientos?”
San Agustín de Hipona.
PD: En esta perspectiva entendemos su ubica el Requiem de Fauré, donde el compositor ajustó el tradicional orden litúrgico omitiendo la secuencia («Dies irae«) y añadiendo el responsorio «In Paradisum«, procedente del oficio de difuntos. Desaparece, entonces, el apocalíptico horror de la ira de Dios, y hay por el contrario una serena y definitiva visión confortable del cielo.