Dialogando con los Mitos
Hace muchos años, un grupo de personas estábamos elaborando un documento y un sacerdote (el Padre Orlando Yorio) (1) sugirió incluir la temática de los mitos. Dado que era una persona muy sabia, humilde y con algunas características excepcionales, así lo hicimos. En lo personal entendía que los mitos remitían a una cuestión arcaica y premoderna, alejada de la racionalidad, pero -por respeto y gran valoración a este amigo- aceptamos su sugerencia.
Con el tiempo pude saber que «a lo largo de su obra Freud utilizó la mitología de diferentes maneras: a veces para desentrañar el sentido de las formaciones del inconsciente, otras para develar sentidos inéditos de los mitos a partir de los aportes del psicoanálisis, finalmente como fuente argumentativa». Por su parte Jung, como se expresa en la imagen de la entrada, hace un aporte diferenciado a la concepción de Freud. Como dice esta fuente: «en su autobiografía Recuerdos, sueños, pensamientos, Jung, al explicar la dinámica de su obra, señala el momento crucial en el que se le plantea como exigencia ineludible el conocimiento y el estudio de los mitos. Se trata del momento que precede y prepara la escritura de su obra Símbolos de transformación, publicada en 1912. Es el momento en que su relación con Freud entra en crisis, crisis que desemboca en ruptura precisamente con la publicación de ese libro, cuyos contenidos se desmarcan claramente de la doctrina de Freud».
Según la fuente que venimos de mencionar, para Jung «la capa superficial de lo inconsciente personal descansa sobre otra más profunda que ya no procede de la experiencia personal ni constituye una adquisición propia, sino que es innata. Esa capa más profunda es lo llamado inconsciente colectivo. Jung observa que eligió el término “colectivo” porque tal inconsciente no es de naturaleza individual sino general, es decir, a diferencia de la psique personal, tiene contenidos y formas de comportamiento que son iguales cum grano salis en todas partes y en todos los individuos. “Es, con otras palabras, idéntico a sí mismo en todos los hombres y por eso constituye una base psíquica general de naturaleza suprapersonal que se da en cada individuo».
Para la Wikipedia, «según Mircea Eliade, el mito es una historia sagrada que narra un acontecimiento sucedido durante un tiempo primigenio, en el que el mundo no tenía aún su forma actual. Los acontecimientos de la naturaleza que se repiten periódicamente se explican como consecuencia de los sucesos narrados en el mito (por ejemplo, en la mitología griega el ciclo de las estaciones se explica a partir del rapto de Perséfone). Sin embargo, no todos los mitos se refieren a un tiempo «primero», también pueden abordar sucesos acontecidos después del origen, pero que destacan por su importancia y por los cambios que trajeron.
Según la visión de Claude Lévi-Strauss, antropólogo estructuralista, todo mito tiene tres características:
- Trata de una pregunta existencial, referente a la creación de la Tierra, la muerte, el nacimiento y similares.
- Está constituido por contrarios irreconciliables: creación contra destrucción, vida frente a muerte, dioses contra hombres o bien contra mal.
- Proporciona la reconciliación de esos polos a fin de conjurar nuestra angustia.
Por su parte, el antropólogo Bronislaw Malinowski afirmaba que no hay aspecto importante de la vida que sea ajeno al mito. Por ello, existen mitos religiosos (como el nacimiento de los dioses), políticos (como la fundación de Roma) o sobre temas particulares (por qué el maíz se convirtió en el principal alimento de un pueblo, como sucedió con los pueblos prehispánicos de México). Para Malinowski los mitos son narraciones fundamentales, en tanto que responden a las preguntas básicas de la existencia humana: razón para existir, razón de lo que lo rodea, entre otras. Malinowski también aclaró que el mito pertenece al orden de las creencias.
Las funciones de los mitos son múltiples ya que es parte de una cultura. No obstante, en general, se puede aceptar tres funciones esenciales: explicativa, de significado y pragmática. La función explicativa: se refiere a que los mitos explican, justifican o desarrollan el origen, razón de ser y causa de algún aspecto de la vida social o individual, por ejemplo, el mito griego que narra cómo se originó el mundo del «Caos» o el Génesis que comenta el nacimiento de la mujer de la costilla de un hombre. La función pragmática del mito implica que los mitos son la base de ciertas estructuras sociales y acciones, así, un mito puede marcar una línea genealógica y determinar quiénes pueden gobernar o no. Gracias a esta función, los mitos especifican y justifican por qué una situación es de una manera determinada y no de otra. La función de significado se refiere a que los mitos no son solo historias que brindan explicaciones o justificaciones políticas, también otorgan un consuelo, objetivo de vida o calma a los individuos, así sucede con mitos que hablan de la muerte, el sufrimiento o la victoria, por lo tanto, los mitos no son historias alejadas de la persona, sino que funcionan como un asidero existencial, un motivo, de acuerdo al psicoanalista estadounidense, Rollo May. Las tres funciones se suelen combinar de manera constante».
Según esta nota del diario El País «es usual calificar de “míticos” o “mitos” a las grandes estrellas del espectáculo, a futbolistas y atletas, y ahora también a algunos cocineros. “Mito” es así un sinónimo de “ídolo adorado por las masas”; “ídolo” es, en cambio, vocablo pasado de moda. Para sus fans son seres mitológicos, tan de fábula como los superhéroes, glorificados por los focos de la actualidad. Si bien entró bastante tarde en nuestra lengua —último tercio del XIX—, la palabra “mito” tuvo un éxito enorme: hoy, “el mito se dice de muchas maneras”. En el sentido de “lo fabuloso”, el término “mito” apunta a lo irreal, y se confunde con “lo falso”, y con esa fuerte connotación negativa se usa para descalificar exageraciones, bulos, y creencias ajenas. En ese sentido, los “mitos” son vanas “ilusiones” de los otros. A las “creencias” se contraponen “ideas”, como dijo Ortega, y antes los sofistas griegos. Pero los mitos perviven, se prestan a relecturas y a manipulaciones, a veces perversas».
Si bien hay enfoques (como el positivismo) y autores como Mario Bunge que rechazan al psicoanálisis, así como el planteo del inconsciente y los mitos como algo relevante (según él una especie de «brujería moderna»), es bueno -como sugirió Yorio en la frase de entrada de esta nota- valorar esta dimensión, que puede coexistir con el enfoque científico tradicional o clásico.
En esta reflexión hemos tratado de plantear esta temática en toda su diversidad y complejidad. Como se expresa en el título, es muy relevante reconocerla y «dialogar con ella». Analizar lo que contiene de válido o verdadero, como fenómeno subyacente de nuestra psiquis individual y colectiva, y aquello que nos relaciona con lo trascendente y nos refuerza el sentido de una vida plena. También es importante discernir, aunque no es fácil, cuando son sólo vanas ilusiones o se prestan a manipulaciones de sentimientos y emociones de personas que se sienten inseguras, que necesitan creer en alguien (idolatrizándolo) o en algo (confundir ideales con idealización), que lamentablemente a veces se utilizan para plantear supremacías de ideologías, creencias de todo tipo, razas, géneros o naciones sobre otras, y ello no se corresponde con un análisis riguroso de la historia, de los datos fehacientes de la realidad presente o de valores y prácticas que nos lleven -en la práctica y en el futuro- a un mundo mejor.
(1) Sirva esta reflexión como humilde homenaje a Orlando Yorio. En esta nota se hacen muchas referencias a su pensamiento sobre esta temática y en particular a este capítulo de un libro de Kusch (agradezco a Oscar Campana que me lo haya recordado).