¿Debe ser obligatoria la vacunación contra el Covid-19?

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La historia de las vacunas es, según esta fuente, que las mismas «son un desarrollo relativamente reciente. Hace apenas más de 200 años en el Reino Unido, Edward Jenner observó que algunas mujeres que ordeñaban vacas parecían estar protegidas de la viruela si ya habían sido infectadas por el virus mucho menos peligroso que ocasionaba la viruela bovina. En 1796, Jenner realizó un experimento, raspando el brazo de un niño de 8 años llamado James Phipps con material de una llaga de la viruela bovina en una de estas mujeres que ordeñaban vacas. Luego repitió el mismo experimento, pero esta vez agregó una pequeña cantidad de viruela al mismo niño. Él esperaba que el procedimiento inmunizara al niño contra la mortal infección de la viruela. De hecho, lo hizo. El experimento de Jenner inició la era de las vacunas.

El siguiente avance importante ocurrió casi 100 años después cuando el Dr. Louis Pasteur, demostró que la enfermedad se podía evitar al infectar a los humanos con gérmenes debilitados. En 1885, el Dr. Pasteur utilizó una vacuna para prevenir con éxito la rabia en un niño llamado Joseph Meister que había sido mordido por un perro con rabia. Para la mitad del siglo 20, se había obtenido un progreso regular en las vacunas. El Dr. Jonas Salk y el Dr. Albert Sabin, lograron lo que se conoce como los avances más importantes, ellos desarrollaron la vacuna de poliomielitis inactiva y la vacuna de poliomielitis activa, respectivamente. Sus descubrimientos han salvado a un número incontable de niños en todo el mundo de la poliomielitis, una enfermedad que con frecuencia deja a los niños amarrados a una silla de ruedas o muletas de por vida….».

A pesar de estas evidencias históricas, recientemente se han desarrollado mucho los grupos o movimientos antivacunas. Las argumentaciones son múltiples: 1. las vacunas contra el Covid-19 tuvieron que desarrollarse más aceleradamente que las anteriores, y se utilizaron plataformas tecnológicas nuevas. Por lo tanto esto generó mayores dudas y temores acerca de las mismas; 2. Desconfianza a algunos gobiernos que las desarrollaron (por ejemplo el caso de Rusia), 3. Argumentaciones sobre no implantar «elementos artificiales o extraños» al cuerpo humano, como los de este tipo: «la guerra contra las bacterias y virus es una guerra autodestructiva” debido a que los microbios, no solo no son nuestros enemigos y cumplen funciones vitales de enorme importancia, sino que fueron la clave del origen de la vida y de su evolución hace miles de millones de años»; 4. Lo anterior también vinculado a concepciones filosóficas y religiosas tradicionales o pretendidamente ortodoxas; 5. «Es mi cuerpo y yo decido» (en particular de libertarios extremos y jóvenes), sin tener en cuenta que ese cuerpo no está aislado sino que interactúa con otros cuerpos (por lo tanto me puedo infectar e infectar a otros) 6. Enfoques «delirantes» de que «me están implantando un nanochip» (detrás de este plan macabro estarían los magnates George Soros y Bill Gates), etc., etc.

¿Qué hacer frente a estas personas y movimientos antivacunas? Una posibilidad es extender por ley, al calendario obligatorio de vacunación (como existe en la Argentina y en otros países), la vacunación contra el Covid. Por ahora es un debate incipiente y empieza a haber opiniones empresarias sobre el particular, por ejemplo, referidas a no pagar el sueldo a los empleados que no se hayan vacunado.

La segunda alternativa, es dar mayor información, como hace esta nota del Corriere della Sera (1), donde se comentan las principales dudas y riesgos. En esta línea, se deberían incluir los datos o evidencias empíricas de la cantidad de hospitalizados por Covid sin vacunación, los que mueren por este motivo, y testimonios en las redes de familiares de fallecidos que no estaban vacunados.

La tercera alternativa es el establecimiento de estímulos materiales a quienes lo hacen (desde una cerveza u otras bebidas), sorteos de autos o electrodomésticos, dinero en efectivo, etc. En esta nota (hacia la mitad de la misma) se listan los que existen en EEUU (en algunos casos el autor las califica como «sobornos»).

Una cuarta alternativa es el denominado «green pass» (ver imagen de la entrada referida al caso italiano) donde se extiende un certificado digital de constancia de vacunación (por ejemplo el de la UE), que implica que quienes tienen esta certificado pueden acceder a determinados lugares y quienes no lo tienen no pueden. Es una forma de restricción relativa o penalización «parcial», que busca inducir a la vacunación a quienes no se han vacunado aún.

Un debate ciudadano amplio sobre esta temática, es fundamental para generar conciencia y evitar mayores males. En especial, teniendo en cuenta la mayor contagiosidad de nuevas variantes.

(1) Se agradece a Luis C. Faigón su remisión, así como a Jorge Lucangeli por el envío de esta opinión. A todo lo anterior habría que agregar la necesidad de una tercera dosis según estudios como este.

 

 

 

 

 

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