Consensos y disensos. La cuestión económica y el rol del FMI

En este blog hemos presentado muchas notas acerca de la importancia del diálogo y de los acuerdos, no sólo en las relaciones humanas más cercanas sino también a nivel público (socioeconómico y político). Hace poco Alberto Vergara publicó esta nota con distintas consideraciones sobre diferentes contextos y posibilidades acerca de lo que él denomina «consensos competitivos».

Sin embargo hay muchas personas que prefieren -por distintos motivos- la confrontación al diálogo, tensar los conflictos en cambio de buscar acuerdos… y que, además sostienen, que esto es «natural», es lo que pasa en diferentes países y ello no tiene mayores consecuencias. Respecto de esta última argumentación podemos decir que países avanzados donde se ha venido produciendo esto (caso EEUU) tienen instituciones fuertes republicanas que han jugado de contrapeso para que no tenga mayores consecuencias económicas internas, además de la gran crispación y la exacerbación de conflictos raciales y con los migrantes (1). En el caso de países en vías de desarrollo, como Perú, que tiene una economía sólida y un Banco Central realmente autónomo, en el medio del cambio de varios Presidentes, ha conseguido préstamos internacionales a muy baja tasa. Del mismo modo se podría decir de países grandes, como la India, donde sus estados regionales son fuertes así como su enorme mercado interno. Ello posibilita que la economía no esté tan afectada como es el caso de la Argentina, donde el presidencialismo es muy fuerte, la grieta política es significativa y las sucesivas crisis económicas (sin un sendero claro de desarrollo, con fugas de divisas por falta de confianza y default de su deuda externa en varias oportunidades) nos han debilitado como país.

Estamos terminando el año 2020 e Ignacio Labaqui en esta nota señala que el Presidente está ante el dilema de evitar una devaluación con un ajuste fiscal (producto de la brecha entre el dólar oficial y paralelo, la pérdida de reservas y el financiamiento del déficit con emisión) o conservar el apoyo dentro de su coalición dados los efectos de la pandemia (y el agravamiento de la situación socioeconómica) y poder hacer frente exitosamente al desafío electoral del año próximo.

Entre otras cosas, en la nota se expresa que «el acuerdo con el FMI es condición necesaria para llegar a octubre sin turbulencias en el frente cambiario. El programa con el Fondo daría certeza y previsibilidad en materia fiscal. El problema es que alcanzar un acuerdo con el FMI requiere que el Gobierno se comprometa a realizar un ajuste fiscal más ambicioso que el incluido en el presupuesto de 2021. Esto genera tensiones en el oficialismo. En un concurso de impopularidad el ajuste y la devaluación compiten cabeza a cabeza. No casualmente, mientras la misión del FMI visitaba Buenos Aires, el bloque de senadores del FDT le envió una carta en durísimos términos. Casi en simultáneo, la CGT mostró su preocupación por el final del IFE, el ATP y por la reforma previsional debatida en el Congreso. Nada más inoportuno para la política que un ajuste fiscal en año electoral.

 ¿Qué relevancia tiene la carta de los senadores de cara a las negociaciones con el FMI? Tras su partida de Argentina la misión del Fondo emitió un comunicado de prensa señalando que el equipo del organismo daba la bienvenida a “la intención de las autoridades de solicitar un arreglo de facilidades extendidas, y de apoyarlo en un amplio consenso social y político”. Esta semana, el vocero del FMI Gerry Rice declaró que aún no había fecha para el acuerdo, pero que continuaban trabajando con las autoridades con miras a lograr un arreglo “basado en un amplio consenso social y político”. La insistencia en el consenso no es algo novedoso en los programas del FMI. En 2002 el Fondo solicitó al gobierno de Fernando Henrique Cardoso el compromiso de los principales candidatos presidenciales con lo que acordara el presidente saliente con el organismo. El mismo requisito fue planteado por aquel entonces a Eduardo Duhalde».
En los próximos meses sabremos cómo evolucionará esta situación. Es de esperar que se encuentre un camino de consenso amplio de mediano y largo plazo que posibilite un sendero de crecimiento con inclusión y disminución de la pobreza, en un marco de salida gradual de los efectos nocivos de la pandemia.
(1) Sí ha tenido muchas malas consecuencias externas, desde la salida del Acuerdo de París vinculado con el cambio climático hasta el fuerte debilitamiento de las relaciones con Europa y de instituciones multilaterales.