Trabajo Independiente

El trabajo independiente es una realidad a contextualizarse dentro de las características productivas de un país y su sistema socioeconómico, las posibilidades de inserción en el mismo por parte de la población económicamente activa y los grados de libertad, calificación, deseos y posibilidades de personas de trabajar bajo esta modalidad, entre los principales factores a considerar. Por lo tanto es una categoría muy heterogénea que va desde los «freelancers» (para los sectores medios y altos) hasta «changas» y trabajos independientes que se realizan en la denominada economía popular.

En línea con informes realizados por la OIT, Eduardo Levy Yeyatti, en una nota en el diario La Nación sobre «el perfil del cuentapropista argentino», cita un estudio sobre trabajo independiente del «McKinsey Global Institute» donde «en base a 8000 entrevistas en países desarrollados, los cuentapropistas por elección reportan mayores niveles de satisfacción laboral que aquellos que lo son por necesidad, ya sea por falta de mejores opciones o para evitar el desempleo. De hecho, cuando tanto el cuentapropista como el asalariado lo son por elección, es el primero el que se muestra más satisfecho». También se puede ver este link.

En el caso argentino señala que «el 70% de nuestros cuentapropistas lo son «por elección» (no buscan otro empleo o más trabajo), una proporción comparable a la de los Estados Unidos, e incluso superior a la de países como Alemania, Francia o España, según las estimaciones de McKinsey. En cambio, mientras que en los países desarrollados sólo en un tercio de los casos el cuentapropismo es la actividad principal, en la Argentina ese número alcanza el 82%. Es el argentino un cuentapropista feliz que prefiere un trabajo independiente a un ingreso estable? ¿O es un cuentapropista desalentado que deja de buscar opciones?

Los datos de la EPH sugieren identikits del cuentapropista «suplementario» (el que trabaja por cuenta propia para suplementar su ingreso principal) y «principal» (el que no hace otra cosa que trabajos por cuenta propia). El «suplementario» típico es un individuo de 38 años, de clase media alta (la mitad pertenece al tercio de mayores ingresos), con estudios universitarios, y con una ocupación principal que se relaciona con la enseñanza o la salud. El «principal» típico tiene 46 años (15% tiene más de 60), estudios secundarios completos, y un trabaja (por cuenta propia) en la construcción, las tareas domésticas o el comercio minorista».

Son interesantes sus propuestas sobre esta temática: «beneficios portables (como el modelo austríaco, o nuestra libreta de desempleo en la construcción), arreglos especiales que asimilen al cuentapropista al asalariado (como los mini empleos alemanes, o nuestro régimen del personal doméstico), jerarquización del monotributo (ajustando aportes y agregando beneficios, como la inclusión de las asignaciones familiares en 2016), formación profesional continua y seguro de desempleo, son algunas de las opciones en danza». Este tipo de propuestas van en línea con un mundo mejor.

 

Trabajo y Economía Criminal

El periodista y economista Julio Sevares publicó -hace un tiempo- un libro que denominó «capitalismo criminal«. Allí se analizan múltiples modalidades de ilícitos que se dan actualmente en la economía.

Una de las preguntas que podemos hacernos es, además del combate al crimen organizado, si hay experiencias de reorientación e esta economía criminal hacia formas de trabajo que nos lleven a un mundo mejor?

Una primera respuesta podría ser el rol que deberían cumplir las cárceles en cambiar conductas y poder reinsertar a estas personas a la sociedad cumpliendo la ley. Sabemos que es difícil y que estamos -en general- bastante lejos de esta aspiración, pero se deberían hacer todos los esfuerzos pertinentes. Hay muchas experiencias valiosas en países como España, Holanda, Estados UnidosArgentina… y el rol que juega el deporte.

Una segunda respuesta sería profundizar el cambio cultural (como los ejemplos más arriba mencionados) y la implementación de determinadas iniciativas que posibiliten -en la práctica- otras alternativas. En el segundo párrafo de la entrada de este blog denominada «Convergiendo de las esferas de la economía plural«, dábamos algunos ejemplos como los siguientes:

Debería analizarse si se llegara a implementar un ingreso de ciudadanía o ingreso universal (mientras tanto podría ser el ingreso de la economía popular), complementado con enseñanzas de artes y oficios, y aprendizaje de ocio creativo, en especial deporte y música, si esto no ayudaría -en una medida importante- a salir de la economía criminal e ir hacia un mundo mejor.

Trabajo en Exceso

Las razones por las que trabajamos «en exceso» pueden ser muy diversas: desde la «adicción» personal al trabajo (porque «nos sirve para tapar otras cuestiones», porque no valoramos otras dimensiones de la vida, porque la organización en la que trabajamos nos incentiva al «multitasking» o pretende llevar la productividad más allá de lo posible (1)  y otras como las señaladas en este link, hasta las vinculadas con lo socioeconómico.

Referidas a esto último también pueden ser diversas:

  • el ingreso, formal o informal, no alcanza para satisfacer un piso mínimo de necesidades personales y/o familiares
  • las condiciones de trabajo (de médicos, profesionales, u otras) hacen que tenga que cumplir muchas horas (presenciales o virtuales), inclusive sábados, domingos y feriados, y sino «no sirvo» o «soy descartado»,
  • el sistema socioeconómico que prioriza la maximización del excedente económico, por sobre todo otro valor, y el «recurso humano» (como si fuera una «máquina») debe ser productivo al máximo,

entre otras situaciones.

Los ejemplos sobre lo que venimos de mencionar son -lamentablemente- abundantes. El diario La Nación menciona «el caso de una periodista japonesa de 31 años que murió luego de trabajar 159 horas extras en un mes volvió a encender la luz de alerta en el país por este fenómeno conocido como karoshi, que deja miles de muertos por exceso de trabajo.» Algo similar, vinculado con gran estrés, sucede en China según esta nota con la cultura del «996» (trabajar 9 horas por día, 6 días a la semana). En esta línea están situaciones de suicidio o de «burnout«.  Otros enfoques, como el de José Miguel Amiune, relacionan los fenómenos de la depresión con el pasaje de la sociedad disciplinaria a la sociedad del rendimiento del siglo XXI. En esta nota se la relaciona con el enfoque de «recursos humanos». La competitividad (como rivalidad) se plantea por encima de «ser competentes» dando lo mejor de nosotros mismos sin forzar nuestro cuerpo y nuestra psiquis. También está en línea con la «sociedad del cansancio» (en especial con la autoexigencia en el estudio y en el rendimiento en el trabajo) en Corea del Sur, según el filósofo Byung Chul-Han.

Cambiar de enfoque y de prácticas, a nivel personal y sistémico, es fundamental para resolver esta cuestión. Sabemos que no es fácil. Que «lo sistémico» nos aparece como una «jaula de hierro» pero la humanidad ha ido evolucionando con retrocesos y avances hacia un mundo mejor. La posibilidad de un mundo peor no está para nada descartada (por momentos y, por ejemplo, muy cercana con las amenazas de guerras y con el cambio climático) pero si queremos darle a nuestra libertad positiva un sentido vinculado a la sabiduría y a la felicidad, debemos hacerlo.

(1) Ha sido mostrado en películas como «Tiempos Modernos«, y también -pero relacionado con el modelo chino aplicado a países como Estados Unidos- ha sido abordado en esta nota de Jorge Sigal, comentando el film «American Factory«. En cuanto a realidades en Argentina, se puede ejemplificar con el caso de choferes ómnibus de larga distancia en Argentina que no descansan lo suficiente y las consecuencias trágicas que ello genera.

 

Trabajo Decente

Según la Organización Internacional del Trabajo: «trabajo decente es un concepto que busca expresar lo que debería ser, en el mundo globalizado, un buen trabajo o un empleo digno. El trabajo que dignifica y permite el desarrollo de las propias capacidades no es cualquier trabajo; no es decente el trabajo que se realiza sin respeto a los principios y derechos laborales fundamentales, ni el que no permite un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, sin discriminación de género o de cualquier otro tipo, ni el que se lleva a cabo sin protección social, ni aquel que excluye el diálogo social y el tripartismo.

En 1999, Juan Somavia –primer director general de la OIT (fundada en 1919) proveniente del hemisferio sur– presentó su memoria «Trabajo decente» . En ella introduce el mencionado concepto, caracterizado por cuatro objetivos estratégicos: los derechos en el trabajo, las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social. Cada uno de ellos cumple, además, una función en el logro de metas más amplias como la inclusión social, la erradicación de la pobreza, el fortalecimiento de la democracia, el desarrollo integral y la realización personal».

La OIT ha avanzado en medir el trabajo decente (ver también documentos relacionados) en distintos países (incluida Argentina), así como desarrollar programas al respecto. También se lo ha incluido en la Agenda 2030 de desarrollo sostenible de Naciones Unidas. En esta línea está lo expresado por Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, el Día mundial de la justicia social de 2014: «la experiencia nos enseña que el crecimiento económico por sí solo no es suficiente. Debemos hacer más para empoderar a las personas gracias al trabajo decente, apoyarlas a través de la protección social, y garantizar que las voces de los pobres y los marginados sean escuchadas.”

De todos modos falta vincular, de manera efectiva, trabajo decente con globalización. El rol de ongs y voces que denuncian situaciones de trabajo infantil, trabajo esclavo, trabajo en exceso…. deben ser acompañadas de inspecciones de organismos internacionales como la OIT y sanciones a los países que presenten estas situaciones por la Organización Mundial del Comercio. Las declaraciones, buenas intenciones y programas no alcanzan para fijar un piso mínimo de dignidad humana y de relaciones de intercambio entre los países que vayan evolucionando a un comercio justo y un mundo mejor.

 

El trabajo al margen de la población «económicamente activa»

Entre los que no forman parte de la población económicamente activa o «en edad de trabajar», están los denominados «pasivos» (jubilados o pensionados) y los niños y jóvenes, entre otros. En general se los denomina «población económicamente inactiva» como la define este glosario editado en España, y se muestra en la imagen de la entrada (por lo tanto no están contemplados los desempleados ni los subocupados).

Esta definición requiere de varias precisiones. El no considerar trabajo a las tareas del hogar, es un enfoque muy restringido y muy criticado especialmente por la economía feminista y del cuidado. Por su parte es correcto indicar que los jóvenes deben estudiar y no trabajar. Sin embargo hay modalidades de estudio y de práctica profesional (en una empresa), como el sistema de educación dual, que son extremadamente valiosas en la articulación estudio-práctica-trabajo, en la medida que sean genuinos y no se tergiversen.

La temática del envejecimiento fue abordada en este blog por Julieta Oddone. En el marco de lo allí señalado podemos afirmar que luego de la jubilación o pensión (y de un merecido descanso de la vida laboral), muchas personas desean seguir estando «activas». Ello se produce por el alargamiento de esperanza de vida, por sentirse saludables y querer sentirse «útiles», pudiendo adoptar distintas modalidades desde actividades de cuidado de niños, mentores en campus universitarios y programas seniors de voluntariado, así como los que hemos abordado en esta nota.

Consideramos que tanto el sistema de educación dual para jóvenes como las actividades socialmente útiles para adultos mayores, aquí descriptas son muy valiosas en orden a construir un mundo mejor.

 

 

 

El trabajo como alienación

Entre las definiciones de alienación está la que se considera como pérdida o carencia de mundo, para describir al individuo que no se siente involucrado, concernido o implicado. Para Marx “la enajenación (o “extrañamiento”) significa entonces que el hombre no se experimenta a sí mismo como el factor activo en su captación del mundo, sino que el mundo (la naturaleza, los demás y él mismo) permanece ajeno a él”.

En el caso de la psicología, la alienación es un estado de la mente que se caracteriza por la ausencia de la percepción de la identidad propia o por un distanciamiento de la realidad. Alguien bajo los efectos de un estupefaciente puede estar alienado.

En esta nota se entrevista a Andrés Hatum y se hace una breve presentación de su último libro Fragmentados (Vergara), cuyo subtítulo, Breve historia de cómo el trabajo nos arruinó la vida. Sostiene que «desde que dejamos de ser recolectores y empezamos a ser también agricultores, sonamos. Fue la peor decisión que tomó la humanidad. A partir de ahí la calidad de nuestra vida se reventó. Solo el 10% de la población considera que es feliz con el trabajo que hace y el 33% dice que es absolutamente infeliz. Muchos aseguran que el trabajo es la nueva esclavitud y esto quedó en evidencia luego de la pandemia… Antes de la revolución del Neolítico, 12 mil años atrás, la actividad básica de los humanos era procurarse alimentos a través de la caza y de la recolección. La afirmación de que es el peor error en la historia es de Jared Diamond, fue él quien sugirió que, estúpidamente, los humanos cambiamos la vida nómade de ocio y tiempo libre donde sobraba comida por una vida de trabajo duro».

Más adelante indica que «no todo trabajo dignifica. Hay trabajos horrorosos, y mucha gente no tiene opción más que hacerlo o morir de hambre. Pienso en fábricas con gente hacinada, trabajos repetitivos, infrahumanos, eso no dignifica, espanta. En el libro cito a la historiadora Emma Griffin para ejemplificar como la calidad de vida se deterioró con la Revolución Industrial (“No es la pobreza o la enfermedad, sino el mismo trabajo el que echó un manto de oscuridad durante la Revolución Industrial”). Eras un esclavo moderno, en muchos lugares todavía lo son». Esto se expresa en la imagen de la entrada.

Reconoce que la pandemia tuvo algo de positivo: «la gente quiere mantener algo de lo que se ganó en ese tiempo y que, además, demostró que se puede ser productivo desde cualquier lugar. Por eso, hoy se habla y se apuesta por un trabajo híbrido, que llegó para quedarse y puede ayudar a mejorar la calidad de vida y trabajo. La oficina es un buen lugar para trabajar en colaboración, pero ya no es el espacio para vegetar».

El trabajo, es una dimensión muy importante y digna de la vida (como se ha tratado de destacar en esta sección) pero debe evitarse la situación de alienación que puede producirse, en determinadas situaciones.

El trabajo como sisifemia

En esta entrada hemos intentado abordar, desde distintas perspectivas, la cuestión del trabajo. En esta reflexión lo haremos desde el enfoque referente al trabajo sin sentido (más allá de recibir un ingreso o estipendio por el mismo).

En esta nota se señala que «en el mundo laboral actual, cada vez más profesionales experimentan una sensación de esfuerzo constante, donde el trabajo parece una tarea perpetua y, a veces, infructuosa. Esta sensación ha sido bautizada «sisifemia», en alusión al mito de Sísifo, quien fue condenado a un ciclo interminable de cargar una roca cuesta arriba, solo para verla caer una y otra vez.

El mito de Sísifo narra la historia de un hombre que desafió a los dioses y, como castigo, fue condenado a cargar una roca hasta la cima de una montaña, solo para verla caer una y otra vez. Esta tarea, aparentemente sin fin, simboliza la naturaleza repetitiva y aparentemente fútil de ciertos esfuerzos en la vida. En el ámbito laboral, la Sisifemia se manifiesta en tareas que parecen no conducir a un resultado duradero o significativo, a pesar del esfuerzo continuo.

En 2022, José Manuel Vicente, director de la Cátedra de Medicina Evaluadora Pericial de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), identificó y denominó esta nueva patología laboral. El término «Sisifemia» captura la esencia de la repetición constante y el sentimiento de futilidad que a menudo acompaña a ciertas labores laborales.

La falta de confianza en uno mismo puede llevar a una constante búsqueda de validación a través del trabajo, mientras que la hiperexigencia puede generar una presión constante por alcanzar estándares poco realistas. Ambos factores pueden contribuir a un ciclo de esfuerzo incesante y autoexigencia desmedida».

La autora de la nota aconseja «afrontar la sisifemia requiere priorizar tareas establecer límites para evitar la sensación de trabajo constante; fomentar hábitos de salud física y mental para mantener un equilibrio entre trabajo y vida personal; y establecer metas realistas, con objetivos alcanzables. Luego, los logros, por pequeños que sean, deben celebrarse». Todo ello más allá de la importancia de repensar o hacer una reingeniería del trabajo sin sentido hacia otro que sí lo tenga.