Trabajo Voluntario y Solidaridad

En la sociedad salarial el trabajo está asociado a una recompensa material, que permite al trabajador poder cubrir las necesidades de este orden. Sin embargo, aunque no tiene la magnitud del trabajo asalariado, hay trabajos que no se pagan (1). Si no incluimos el trabajo esclavo, ellos van desde las tareas que hacen miembros de una familia en el hogar hasta el cuidado de niños y personas mayores allegadas al núcleo familiar.

También están las tareas solidarias hacia un «prójimo» que va más allá del grupo primario y más cercano, que pueden presentarse bajo la forma de trabajo voluntario o solidario (por ejemplo en el marco de la economía del don), y por lo tanto sin percibir una retribución material. Las personas que lo hacen tienen, en general, una motivación humanística o religiosa, y son sensibles a la fragilidad, precariedad, no satisfacción de necesidades básicas o sufrimiento de otros que no ha podido ser resuelto ni por sus familiares, ni por el mercado ni por el Estado (aunque este último tiene el deber de atenderlo). Esto puede realizarse hacia personas, como hacia animales y el medio ambiente en general.

Hay distintas motivaciones y tipos de voluntariado. Las Naciones Unidas tiene un programa de voluntariado en el mundo. En un estudio del año 2011 de esta organización menciona un Informe de Gallup que indica un promedio mundial del orden del 16 % de la población que hace tareas voluntarias en alguna organización o sector de la sociedad. Según un artículo del diario La Vanguardia. Birmania encabeza a los países «generosos» y hay un gráfico con muchos datos (se señala que en Argentina es el 22% de la población que tiene estas prácticas mientras que la estimación de Gallup es del 21% y la del INDEC para el año 2013 la calcula en el orden del 10%).

Hay múltiples organizaciones nacionales e internacionales, tanto laicas como religiosas, que ayudan a canalizar el trabajo voluntario y, más general, los distintos tipos de donaciones (tiempo, especies, dinero). Es importante, más allá de la responsabilidad del Estado y de la responsabilidad social de las empresas, ayudar a objetivar las necesidades insatisfechas y los tipos posibles de ayuda. En este sentido iniciativas como las de la ONG «quieroayudar.org» o apps para ayudar a gente de la calle en Argentina hacen un aporte significativo en esta dirección. Ojalá que todos quienes puedan (o podamos) confluir en hacer más eficaces los esfuerzos solidarios lo vayamos logrando a fin de poder tener un mundo mejor

(1) entre ellos están las experiencias de «work away» que son positivas, excepto que escondan formas de explotación y de fraude.

 

Trabajo y complementariedad con la IA

Todo parece indicar que la inteligencia artificial (IA) irá absorbiendo progresivamente las tareas repetitivas, y también avanzando en lo que es el procesamiento de grandes cantidades de datos y elaborando informes y notas (desde lo estadístico y técnico hasta lo literario). En esta línea va un reciente discurso del CEO de Mercedes Benz.

En esta breve nota desearíamos destacar algunos de los espacios o campos donde la inteligencia artificial juega un rol complementario y de valiosa ayuda para el trabajo humano. La imagen de la entrada está relacionada a una articulación virtuosa entre ser humano e IA. Al respecto Santiago Bilinkis usó -en el cierre del Foro Iberoamérica del 4/11/17- una bella metáfora como imagen: la del centauro. También es relevante el enfoque de «tecnologías entrañables«, como cita esta nota del diario La Nación. En ella se cuestiona el pensar «que la evolución de la tecnología es autónoma y prácticamente independiente de la voluntad humana, es una postura llamada determinista . Si algún avance tecnológico es posible, alguien, en algún lugar, lo llevará a cabo. Pero frente a este determinismo tecnológico, ese futuro inevitable, surgen otras opciones, por ejemplo, la que algunos autores han llamado tecnologías entrañables . «Las tecnologías son como son porque hay personas que toman decisiones para que sean así», escribe Miguel Ángel Quintanilla, catedrático emérito de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Salamanca, en el libro Tecnologías entrañables (Catarata, 2017). El futuro no viene dado, sino que lo construimos nosotros sembrando ahora sus semillas. Hay una conexión posible entre los seres humanos y el devenir de las máquinas , «sin renunciar por ello a impulsar el desarrollo tecnológico y a aprovechar sus consecuencias sociales y económicas beneficiosas».

Luego sigue expresando: «¿puede ser entrañable la tecnología? El término entrañable (en inglés engaged technologies) se utiliza aquí como el opuesto a alienado . Las tecnologías alienadas serían aquellas sobre las que los usuarios no tenemos ningún control ; la aparente autonomía de la técnica es fruto de esa alienación. «Podemos promover el desarrollo desentendiéndonos de las tecnologías que producimos o, en cambio, podemos responsabilizarnos de su control «, dice Quintanilla. Algunas de ellas, como es el caso del smartphone , tienen suma importancia en nuestras vidas, sin embargo, no tenemos control sobre ellas ni conocimiento sobre su funcionamiento. Son cajas negras, como las denominaría el filósofo de la ciencia Bruno Latour».

Cabe destacar que, en esta línea y desde una perspectiva general de resolver los grandes problemas de la humanidad, está la «Universidad de la Singularidad» (más conocida por su denominación en inglés: «Singularity University») en Silicon Valley (Estados Unidos). Aquí van algunos ejemplos:

  • donde el trabajo humano actual no da «abasto», hay «colas» de espera y demoras: en el caso de Argentina esto va desde los expedientes judiciales y del patronato de presos y liberados (que hoy insumen gran cantidad de papel y enormes demoras) hasta las colas de servicios bancarios determinados, de algunos transportes, de servicios de salud (en especial estatales), de algunas áreas del Estado (en sus distintos niveles) y el telepeaje (en especial en horas pico), sólo como ejemplos que se pueden extender. Aquí el trabajo humano se agilizaría enormemente en cuanto a focalizarse en visualizar los casos especiales y darles un tratamiento humano «empático» y personalizado (en especial para las personas mayores o con alguna dificultad). Se debería realizar con la colaboración de los trabajadores y sindicatos en la medida que se visualice que el trabajo humano actual puede pasar a ser menos estresante y eficaz con este aporte de la IA, lo que redundaría en una mayor satisfacción y bienestar para todos los involucrados (trabajadores y usuarios). En este sentido se ha comenzado a aplicar  la IA para mejorar la felicidad laboral en programas como Humu o en iniciativas de una multinacional japonesa. Los trabajos del futuro serían los del presente mejorados con tecnología.
  • donde enriquece y puede potenciar lo que hacemos (como plantea esta nota), por ejemplo, en la educación (como es en un contexto como la pandemia del Covid-19) con herramientas como la educación a distancia, videojuegos educativos, simuladores (laboratorios, proyectos, emprendimientos, expediciones, etc.), robots que sirven de maestros (así como de acompañamiento de ancianos) y ensayos en curso  (por ahora muy costosos y que habrá que evaluar pedagógicamente). También hay que tener en cuenta las limitaciones y peligros que terminen siendo «dispedagógicos» alentando la superficialidad y la falta de abstracción y concentración en cuestiones que lo requieran (y no sean «atractivas»). También las limitaciones y riesgos que tienen -hasta el momento- para otras aplicaciones,
  • donde genera nuevas alternativas como el «teletrabajo» (ver por ejemplo el caso de programadores que trabajan a distancia para Estados Unidos), la «tele presencia«, la «telemedicina«, la telecolaboración por ejemplo con arreglos de máquinas a distancia con lentes 3D y realidad aumentada, cómo la realidad virtual está pasando de los juegos a la aplicación en salud y educación, operaciones con cirujano robot o la utilización de drones para salvar vidas humanas, algoritmos para la búsqueda de trabajo en diferentes plataformas (como para empleadas domésticas o de servicios), inclusión de personas vulnerables, aplicación a sectores muy originales (como la polinización), la vinculación con la industria, prótesis realizadas con impresoras 3D u otras para algún tipo de discapacidad (como, por ejemplo, devolverle voz con inteligencia artificial para que una persona vuelva a trabajar en la radio), y suplementos como exoesqueletos (por ejemplo con los tetrapléjicos), y para «dar afectividad» (donde es pionero Japón), también pueden mencionarse como complementarios a nuestras limitaciones humanas. También hay que tener en cuenta la evolución de las impresoras 3D que producen comida (en general o por ejemplo carne). Esto último nos va a ir conduciendo a ser «prosumidores» con lo cual el conocimiento de estas impresoras en el futuro nos puede facilitar la autosubsistencia y no caer en la indigencia y la pobreza.
  • donde se van poniendo en marcha nuevos trabajos como los que menciona Melamed (op.cit. en otras entradas, pág. 154) como desarrolladores de apps, manager de medios sociales, ingenieros de autos sin conductor, especialista computacional en la nube, analista de big data, operadores de drones, etc.

Se está avanzando en normas privadas vinculadas a la innovación y las políticas públicas tanto a nivel internacional como a nivel local. También son de gran relevancia las políticas púbicas, en particular en el campo científico-tecnológico, la responsabilidad social de las empresas y de ciudadanos (ver esta iniciativa) que presionan para que se estimulen estos desarrollos serán de gran importancia para que la inteligencia artificial nos posibilite converger a un mundo mejor.

PD: La cuestión de la complementariedad también se da en el campo de la educación con mayor acceso a información (como Wikipedia), cursos on line gratuitos (como las Academias Khan o la plataforma MOOC), o el desarrollo de nuevas habilidades, pero también está el peligro de generar un pensamiento superficial. Será importante que todo ello vaya acompañado de una educación en valores y emociones así como lo planteado por Edgar Morin en “Los Siete Saberes Necesarios para la Educación del Futuro” y lo desarrollado por Santiago Bilinkis un libro ad hoc.

El trabajo desplazado por la IA

En otra entrada hemos planteado la posibilidad de la complementariedad del trabajo humano con la inteligencia artificial (IA). En esta entrada plantearemos la posibilidad de que el trabajo humano sea desplazado definitivamente por la IA (ver la temática de robotlución) y, más en general, que el ser humano sea desplazado y «las máquinas tomen el control» (por ahora sólo en la ciencia ficción). Un sitio que se puede consultar sobre este tema es este.

Hay una línea argumental de que en la historia de la humanidad se ha ido avanzando en lo científico-tecnológico y que, si bien han habido resistencias como con la aparición del maquinismo (ver el caso del ludismo), al final la destrucción de trabajo humano en determinados sectores ha generado nuevos trabajos en otros sectores que posibilitaron la inserción laboral y el progreso. Hoy este enfoque está en crisis (no tanto para un plazo cercano y a nivel «agregado», sino para el mediano y largo plazo), dado que -por lo que estamos viendo- este cambio es mucho más profundo y radical (al estilo de un «nuevo Neolítico» y que excede una nueva revolución industrial «más»). Y viene a pasos acelerados.

Científicos como Stephen Hawking y otros están alertando sobre la posibilidad que la autonomización de los robots los convierta en asesinos (la cuestión de «la ética» en el software de los robots, ya planteada en las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov), empresarios exitosos en la aplicación comercial de la IA -como Elon Musk– hacen un fuerte señalamiento sobre la necesaria supervisión humana sobre este fenómeno, Facebook tuvo que desconectar a los robots Bob y Alice porque habían desarrollado autónomamente  y aplicado un lenguaje entre ellos que los humanos no podemos entender, la aplicación de drones autónomos para matar, Harari en su libro «Homo Deus» nos plantea un futuro inquietante con el «dataísmo», al igual que el último libro de Amy Webb (y también esta entrevista en CNN), esta entrevista con Santiago Bilinkis, y así podríamos seguir (la imagen de la entrada va en esa dirección). Algunas notas y autores comienzan a hablar de «robocalipsis«. Otra de las dimensiones es la señalada por Eric Sadin, en esta nota del diario La Nación donde plantea los peligros del «tecnoliberalismo».

Podemos hacer algo? Una primera respuesta, a corto y mediano plazo, puede ir en línea con iniciativas que se están haciendo en universidades de Estados Unidos que han comenzado a enseñar ética y regulación de la inteligencia artificial, a priorizar las actividades humanas relacionadas con la habilidades blandas (como la empatía), las actividades vinculadas al cuidado (más en general la economía del cuidado), a la cultura, al ocio….como señalan intelectuales como Eduardo Levy Yeyati, a generar un nuevo contrato social vinculado con lo digital como sostiene Gustavo Beliz y esta nota, entre otras.

Una segunda respuesta, y más a mediano plazo, podría ser: depende. De qué depende?: de que los seres humanos, además de la inteligencia limitada que tenemos, seamos «sabios». Qué sería ser «sabios»: canalizar nuestra energía positiva (agressiveness) en tratar de construir un mundo mejor, y no nuestra energía negativa (agressivity) en el dominio de unos sobre otros y en lucha de poderes y vanidades. La IA es resultado de la IH (inteligencia humana), es nuestra «hija» y si le transmitimos lo peor de nosotros mismos terminaremos devorados por ella. En esta línea reflexiona Gerd Leonhard y lo expresa en una nota de Lorena Oliva, del suplemento Ideas del diario La Nación del 1/7/18, donde dice que «harán falta sabiduría y previsión para manejar en forma adecuada el poder que le darán al hombre los próximos avances tecnológicos».

Un tema que viene emergiendo con fuerza es el de la inteligencia artificial generativa, y qué habrá que ir abordando en sus riesgos y aspectos negativos, así como en su potencialidad con un buen uso de la misma.

Si tomáramos conciencia de esta temática podríamos canalizar a la IA en complementarnos hacia un mundo mejor.

¿Cómo aprender a amar tu trabajo?

Tal vez tu trabajo se sintió como el amor a primera vista, pero poco a poco se convirtió en una lucha, o tal vez lo aceptaste porque lo necesitabas. Sin embargo, sabías que la situación no era la ideal. De cualquier manera, es posible revivir tu relación con tu trabajo. Así que si estás leyendo esto ahora, ¡ya has dado el primer paso!

Después de todo, incluso los mejores puestos de trabajo no parecerán tan buenos si tienes una mala actitud, por lo que el hecho de que estés buscando formas de mejorar tu perspectiva significa que ya estás en el camino correcto. Aquí te van algunas formas simples de aprender a amar tu trabajo.

  1. Trabaja con tu supervisor para establecer metas

El trabajo puede sentirse como un verdadero problema si no sientes que tienes algo por lo que luchar. Trabaja con tu supervisor para establecer metas razonables pero inspiradoras que te motiven y te ayuden a proporcionar la estructura y el enfoque para cada día.

Alcanzar estos objetivos también puede ayudar a generar influencia para que tu puedas negociar un ascenso, o un aumento de sueldo, o proporcionar un margen de maniobra para cambiar de equipo, departamento o rol.

  1. Haz una lista de los aspectos de tu trabajo actual que te gustaría mejora

Tómate tu tiempo para aclarar tu mente y alejarte de cualquier prejuicio o negatividad.

Luego, configura un temporizador durante diez minutos, primero anota todo lo que no te guste de tu trabajo. Sé lo más específico posible.

Por ejemplo, puedes hablar con tu supervisor sobre el traslado potencial de tu espacio de escritorio, u obtener aprobación para trabajar desde tu casa un día por semana, o puedes decidir buscar un «compañero» que pueda ayudarte a hacer espacio para que hables.

  1. Descubre lo que realmente amas hacer

Primero, piensa mucho sobre tu trabajo y qué partes de él te encantan. Nada es demasiado grande o pequeño para esta lista. Luego, haz una lluvia de ideas sobre la descripción de un trabajo de ensueño. Si pudieras mover una varita mágica y tener algún trabajo, ¿cuál sería?

Si bien la «descripción de tu trabajo de ensueño» conlleva responsabilidades para las que todavía no estás calificado, es hora de elaborar un plan de acción para descubrir cómo puedes lograrlo.

  1. No tengas miedo de pedir ayuda

Si te sientes abrumado por el trabajo o tienes dificultades con un aspecto particular de él, no dudes en consultar a un compañero de trabajo o gerente de confianza sobre las formas en que podrías encontrar apoyo.

Ve si pueden ayudarte a encontrar formas de delegar el trabajo, programar tareas para que tu carga de trabajo sea más equilibrada, o incluso señalarle recursos (como capacitaciones) que harán que esas tareas de pesadilla sean más manejables.

  1. Expande tu red

Aunque puede parecer que los desafíos que enfrentas en tu rol específico o industria son únicos para ti, es muy probable que otros estén pasando exactamente lo mismo. Haz conexiones en tu campo asistiendo a reuniones de la industria, eventos o conferencias.

Esto puede ayudar a construir un sistema de apoyo que tú puedes consultar o simplemente compadecer cuando los tiempos se ponen difíciles. Ten en cuenta que expandir tu red no necesariamente se debe aplicar a personas ajenas a tu empresa. Puedes beneficiarte, enormemente, estableciendo relaciones con otras personas en tu organización.

  1. Haz uso de tus beneficios

¡Tal vez no ames tu trabajo, pero probablemente haya ventajas que sean fáciles de amar!

Por ejemplo, tal vez tu seguro de salud cubra masajes o acupuntura, o tenga un presupuesto técnico para disfrutar de un nuevo monitor, o tu empresa ofrece membresías complementarias de gimnasio para sus empleados.

Puede que incluso haya beneficios de los que no tengas conocimiento, así que haz tu diligencia debida para averiguar qué te ofrecen.

  1. Crea un espacio de trabajo de alta vibración

Mejora tu espacio de trabajo: elimina el desorden, cuelga una cita inspiradora o algunas fotos de lugares o personas que amas, compra un nuevo bolígrafo o planificador que te haga sonreír, busca un par de auriculares para que puedas escuchar tu banda favorita, enciende una vela edificante, etcétera. Al crear relaciones positivas con tu espacio de trabajo, te sentirás mejor cada vez que vayas allá.

  1. Haz una “lista de gratitud” para tu trabajo

Escribe todas las cosas pequeñas y grandes por las que estás agradecido, desde la cafetería a la que vas camino a la oficina, hasta el hecho de que tu trabajo te ayuda a mantener a tu familia. Los estudios han demostrado que enumerar todo por lo que estás agradecido puede ayudarte a sentir más optimista sobre tus circunstancias actuales.

  1. Recuerda por qué tomaste el trabajo en primer lugar

Piensa en la oferta de trabajo inicial y por qué la aceptaste. Tal vez estás ganando mucho dinero, o estás trabajando por una buena causa, o tu horario es flexible, o los beneficios son excelentes.

Incluso si las cosas han cambiado desde entonces, tener en cuenta por qué aceptaste la oferta de trabajo (y lo que es importante para ti ahora) podrá ayudarte a sentirte bien en tu trabajo mientras encuentras uno mejor.

Esta nota ha sido elaborada por Andrés Gananci, a quien se le agradece particularmente. El autor se autodefine como “un emprendedor y aventurero apasionado de la vida que fundó su primer negocio online con tan sólo 17 años. 12 años después, sigue viajando por el mundo mientras trabaja desde casa». Sus redes sociales son: https://www.facebook.com/gananci y su correo gananciblog@gmail.com

 

El trabajo y su retribución

En la primera entrada hicimos un breve recorrido sobre la temática del trabajo. Ahí mencionamos como comenzamos como recolectores y cazadores donde el grupo compartía lo conseguido.

Con el paso del tiempo, y en particular desde el Neolítico, la delimitación de un territorio y la aparición de un excedente y la moneda, aparece un trabajo al que se le paga un salario. Este término deriva del latín salarium (que significa pago con sal, muy valiosa en la antigüedad porque servía para conservar la carne). Con la modernidad, y en especial con la revolución industrial, se expande una «sociedad salarial«, en  el sentido que le dan Michel Aglietta y Antón Bender («Le metamorphoses de la société salariale», Paris, Calmann Levy 1966) y Robert Castel (“Las metamorfosis de la cuestión social», Ed. Paidos, Bs As, 1997). Este último autor señala, entre otras cosas: «condición proletaria, condición obrera, condición salarial. Tres formas dominantes de cristalización de las relaciones de trabajo en la sociedad industrial, también tres modalidades de las relaciones del mundo del trabajo con la sociedad global. Si bien, hablando esquemáticamente, ellas se sucedieron en el tiempo, su encadenamiento no fue lineal. Con relación a la cuestión aquí planteada -el estatuto del salariado en tanto que soporte de la identidad social e integración comunitaria-, esas condiciones presentan más bien tres figuras recíprocamente irreductibles».

Pero en la posmodernidad esta sociedad salarial está en crisis, asociada a esta globalización y al acelerado cambio científico-tecnológico. Según Hannah Arendt «lo que tenemos ante nosotros es la perspectiva de una sociedad de trabajadores sin trabajo, es decir privados de la única actividad que les queda. Imposible imaginar nada peor«.

Qué se puede hacer? Es muy difícil, pero sólo a título indicativo algunos puntos a explorar:

– Sería deseable construir otro tipo de globalización asociada a un postcapitalismo que supere al sistema actual, y donde se promueva una inteligencia artificial complementaria al trabajo humano y la cultura del cuidado y del compartir (en general, y en particular del excedente).

– Entre tanto, en el marco del sistema actual y a nivel nacional, poder realizar una política macroeconómica adecuada, hacer los cambios necesarios en el sistema educativo, ir generando nuevas oportunidades dependiendo del territorio, promover el compartir las horas trabajadas, e ir adecuando el marco regulatorio que acompañen los cambios de contexto.  En este último aspecto será fundamental desenganchar «salario» de «trabajo» buscando garantizar el derecho a un vida digna con herramientas como el ingreso universal.

– Acompañar un cambio cultural donde vivamos en un mundo en el que haya un piso de ingreso de ciudadanía (como el que venimos de mencionar), trabajos variables que nos generen un ingreso adicional, promovamos vocaciones y servidores mutuos en vez de trabajadores,  desarrollemos un ocio creativo y nos vayamos preparando para ser prosumidores (impresoras 3D en los hogares que proporcionen gran variedad de bienes que compartamos en el núcleo básico de afectos y a nivel local).

Todo lo anterior tiene supuestos «fuertes» como que la Tierra no acabe con nosotros dado el cambio climático producto de la insensatez humana y no canalicemos la agresividad unos contra otros con armas cada vez más poderosas. Podemos ir a un mundo mejor, pero no está para nada descartado ir a un mundo peor. Veremos como «juega» cada quien.

 

Trabajo y entorno compasivo

Los seres humanos, en general, buscamos estar bien en los distintos ámbitos en que vivimos. Uno de ellos es el laboral, donde se combinan cuestiones materiales (como el salario y otros estímulos materiales) y entre las condiciones de trabajo se destaca la convivencia, que -al menos- no sea «tóxica» (como lo muestra la imagen de la entrada) y preferentemente agradable y empática o compasiva.

En una nota del diario La Nación de Agustina Lanusse, expresa que «el presidente de la compañía americana TJX, Edmond English, quien perdió siete empleados a bordo de uno de los aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001, reunió a su staff para comunicarles la tragedia y proveyó asistencia psicológica a quienes la solicitaran. Luego se ocupó de traer a los familiares de los difuntos desde Canadá y Europa para reunirlos en la empresa. Acompañó muy de cerca a las familias y a sus empleados, que permanecieron en estado de shock varias semanas. Y a pesar de que English permitió a su equipo tomarse días libres para procesar el duelo, la mayoría optó por no faltar y sostenerse mutuamente en el dolor. Se sintieron contenidos y comprendidos. Y pudieron trabajar mejor. En contraste con esta actitud, los líderes de una compañía de publicidad próxima al Ground Zero reaccionaron apretando las clavijas de sus empleados y redoblando la exigencia. No se habilitó a las personas a expresar y procesar el shock. Como consecuencia, la empresa perdió varios empleados durante el año siguiente.

La letra con sangre entra. O dicho de otro modo: a mayor exigencia, mejores resultados. En el marco de esta cosmovisión que sigue tan vigente, los seres humanos nos movemos 10 horas al día, trabajamos y… sobrevivimos. Sin embargo, varios especialistas en management hoy se animan a cuestionar estas ideas. Sostienen -basados en investigaciones- que cultivar la compasión en organizaciones crea ambientes positivos, y la libertad y confianza que esto genera estimulan respuestas creativas en las personas. «Construir relaciones de cercanía en el trabajo, fomentar prácticas de empatía y ayuda directa hacia quienes están sufriendo; habilitar la expresión de emociones negativas en situaciones de crisis, y ofrecer actitudes de cuidado son estrategias que mejoran el desempeño, la lealtad, el compromiso de los empleados y su retención en el largo plazo», asegura Mónica Wolner, directora del Centro de Investigación y Educación para la Compasión y el Altruismo de la Universidad de Stanford (EE.UU.).

Un estudio realizado en la Asociación de Técnicos Contables del Reino Unido arrojó resultados notorios. El primero: el 80% de los empleados dijeron que no aceptaban significativos aumentos salariales si estos implicaban trabajar con personas o en ambientes que no les agradaran. Segundo: la mayoría aseguraron que factores como el buen vínculo con sus jefes y colegas, la sensación de valía y reconocimiento, la naturaleza del trabajo en sí y la oportunidad de crecer en la empresa y contribuir a la sociedad les eran mucho más importantes que la paga. Además, un tercio comentaron que habían renunciado recientemente a empleos donde no se sentían valorados y bien tratados. «No es poca cosa. Actos compasivos y atentos energizan el ambiente y logran respuestas más poderosas y eficaces», agrega Emma Seppala, colega de Worline en la Universidad de Stanford (EE.UU.)».

Tal como lo expresa la nota el tipo de liderazgo es clave, y en esta línea va esta nota. En este artículo de bbc news expresa que la Confederación Internacional de Sindicatos (CSI) hace un ranking con los peores jefes del mundo y este deshonroso título lo ostenta en la actualidad el presidente de Amazon, Jeff Bezos. Se ha ganado tal distinción por estar «a la vanguardia» en evasión de impuestos y por someter a sus trabajadores a «difíciles» condiciones de trabajo.

La CSI representa a 180 millones de trabajadores en todo el mundo y dio a conocer durante su tercer congreso mundial en Berlín, Alemania, un ránking de los nueve directivos que tratan peor a sus trabajadores.

Coincidiremos que, además de no generar trabajo en exceso, y del buen trato en lo afectivo y espiritual en una empresa, está lo económico con salarios justos, el pago de cargas complementarias e impuestos, y la posibilidad de compartir el excedente que se genera. Son elementos que nos pueden conducir a un mundo mejor.

Trabajo y Ocio Creativo

En la imagen de la entrada hemos colocado una representación de la Grecia clásica de hombres filosofando o desarrollando un ocio creativo (incluía de manera relevante el deporte y las artes). Tenía un clara diferenciación del «trabajo» (con una connotación negativa) o del «negocio» (o «no ocio»). Hoy la filosofía, además de dictarse en las Universidades, también se aborda en distintos espacios como los «café filosóficos«. Desde una perspectiva más amplia se podrían incluir las actividades vinculadas con la meditación, la teología y la espiritualidad de las distintas religiones, así como prácticas que lo ligan con lo corporal como el yoga, el reiki y la relajación, por citar sólo algunas. También habría que agregar lo que se denomina afición, pasatiempo o hobby que no conlleva una retribución económica o material sino -más bien- el placer o disfrute de realizarla (en un sentido más amplio puede incluir el disfrute de la naturaleza o de espectáculos culturales). Se la puede asociar, de alguna manera, al término «vocación«, que -más allá de cubrir las necesidades materiales y poder tener una vida digna quien la realiza- satisface fundamentalmente sus propias necesidades espirituales e incluye la solidaridad, la generosidad, la entrega y el espíritu de  gratuidad hacia terceros de lo que se brinda.

En la actualidad se le da mucha relevancia al ocio en general, y podemos decir que abarca desde el ocio cultural, el turismo, el deporte y la recreación. En Europa hay instituciones universitarias como el Instituto del Ocio de la Universidad de Deusto, donde se lo vincula al desarrollo humano, y en España al «tiempo libre«. En Francia en 1981 se creó un Ministerio del Tiempo Libre y en Quebec (Canadá) hay un Ministerio de Educación, del Ocio y de los Deportes, por citar algunos casos.

En este contexto son muy relevantes las industrias culturales y creativas. Según la Wikipedia, la UNESCO, en 1978, define a las industrias culturales y creativas de la siguiente manera:

«Las Industrias Culturales son aquellas industrias que combinan la creación, la producción y la comercialización de contenidos creativos, los cuales son intangibles y de naturaleza cultural. Los contenidos se encuentran protegidos por derechos de autor y pueden tomar la forma de bienes o servicios. Dentro de las industrias culturales por lo general se incluyen industrias como la imprenta, la editorial y la multimedia, la audiovisual, la fonográfica, la [cinematográfica], así como la artesanía y el diseño. […]

Las Industrias Creativas, por su parte, abarcan un conjunto más amplio de actividades las cuales contienen a las actividades propias de las industrias culturales más todas las producciones de carácter cultural o artístico. […] En las industrias creativas, los productos o servicios contienen un elemento sustancial de valor artístico o de esfuerzo creativo, e incluyen actividades tales como la arquitectura y la publicidad.»

En el caso de la Argentina, podemos mencionar la industria del software vinculada a los videojuegos como relevante en este sector, y en general en el mundo todo lo vinculado con lo visual, las redes sociales e internet que va absorbiendo un tiempo creciente de las personas (con sus aspectos positivos y negativos, como la adicción o la disminución del vínculo físico presencial).

También cabe destacar la importancia, no sólo para las personas individualmente sino como interacción social y cultural positiva del arte (jugando un papel relevante la música) y el deporte (por ejemplo el rugby en cárceles o el futbol en barrios y villas). A lo anterior podemos agregar las demás dimensiones de una sana recreación (en general) y el turismo (con 1235 millones de turistas a nivel mundial en 2016) lo cual da a lugar muchas posibilidades de trabajo (desde la hotelería hasta la gastronomía, pasando por los distintos espectáculos culturales) dependiendo de la situación internacional y de cada lugar.

El ocio es creador de trabajo para muchas personas y también de disfrute para otras que aprovechan de manera gozosa el tiempo libre. Saber cultivar el ocio nos lleva a un mundo mejor. No saber qué hacer con el tiempo libre nos puede llevar a la angustia, a la depresión, al consumo de drogas y -en general- a un mundo peor. Es importante saber prepararnos y proyectarnos hacia un ocio creativo para uno, los demás y el medio que nos rodea.

La Desconexión entre Trabajo y Salario

En esta entrada intentaremos plantear sólo dos, de las múltiples, cuestiones vinculadas al «desenganche» entre trabajo y salario, en el marco general del trabajo y su retribución.

El primer «desenganche» es por la situación de pobreza estructural, falta de capacitación y tradición de trabajo, así como porque la economía (por distintas situaciones) no genera oportunidades de empleo y por lo tanto «no hay salario» o un ingreso. Una primera respuesta puede ser «tratemos de cambiar la economía, la educación y la capacitación para generar oportunidades de empleo». Por el momento vamos a suponer que esto tiene distintas complejidades, y de lograrse, lleva tiempo. Entre tanto otra respuesta es «generemos un salario universal»  o, algo más acotado como un ingreso complementario a cargo del Estado para lo que se ha denominado, en el caso argentino, como el IFE o el asignado a los trabajadores de la economía popular (en otros países puede estar relacionado con el seguro de desempleo o distintos subsidios o ayudas sociales).

El segundo «desenganche» es por los cambios científicos-tecnológicos que, en algunos casos generan nuevas oportunidades de trabajo, y en otros dejan fuera de manera -prácticamente- permanente a parte significativa de población. Hay una serie de países que están haciendo experiencias de un ingreso universal, de ciudadanía u otras denominaciones, que generan un «piso universal» de ingreso no asalariado. En estos ejemplos, hay algunos que «lo mezclan» con situaciones vinculadas a lo mencionado en el punto anterior.

Si bien estos desenganches tienen motivos diferentes, tienen algo en común: no hay trabajo y por lo tanto no hay salario o ingreso. A ello le podemos agregar los graves efectos de la pandemia del Covid-19.

Frente a la pregunta: ¿qué hacer?, sin duda, no hay una respuesta única y dependerá de distintos enfoques, situaciones de los países y de las ciudades (por ejemplo la ciudad de Utrecht en Holanda) y posiciones políticas en general, y de políticas de ingreso (dentro de la política económica, y su viabilidad fiscal y previsional) sobre lo que se debe y se puede hacer. En el caso de Argentina qusiéramos dejar algunas preguntas partiendo de lo «más urgente» que es la pobreza estructural, pero teniendo como perspectiva que ya se está presentando el impacto del cambio científico-tecnológico (bancos, taxis, etc.) en el empleo:

  • Se puede comenzar diciendo que habría que hacer desde el Estado, la sociedad y los emprendedores los máximos esfuerzos para generar una educación (en especial de las nuevas generaciones) y una capacitación, que articulada con políticas económicas a nivel nacional y políticas locales de oportunidades «micro», posibilitaran generar todo el trabajo posible.
  • Lo segundo es saber que, lamentablemente, habrá personas que no tendrán un ingreso de manera permanente o semi-permanente. Aquí se abre una bifurcación de situaciones: a) una mayoría que «no puede», y b) una minoría que «no quiere» (por distintas situaciones que hacen que el «no querer» sea derivado del «no poder» dado que: no tienen esperanza de encontrar nada, están con situaciones de adicción o de economía «criminal«, etc.). En este punto ¿no habrá que «repensar» los distintos instrumentos existentes como «el salario social» de la economía popular, el seguro de desempleo, la asignación universal por hijo (AUH), y otros instrumentos que tiene el Ministerio de Desarrollo Social y otros Ministerios (políticas de salud y prevención de adicciones, políticas educativas y culturales, régimen penal juvenil, etc.), para hacerlos más eficaces vinculando derechos con obligaciones y estímulos para salir de esta situación?

El desarrollo del «ocio creativo» es, algo complementario a valorar tanto en posibles trabajos futuros como con el mayor tiempo libre que se irá disponiendo. Del mismo modo habrá que seguir, la evolución futura de las impresoras 3D que nos posibiliten pasar a ser «prosumidores» y auto abastecernos de todo lo básico. Esto puede dar un giro «copernicano» a la autosubistencia y por lo tanto a reducir significativamente los aportes dinerarios (como el ingreso universal). Ello puede ir acompañado de la autogeneración de energía (como ejemplo la solar, tanto por tejas o paneles solares de bajo costo, o la biodegradable por digestores).

Debatir de manera plural, sincera y no partidaria, buscando los mejores caminos, sin duda es un desafío para converger hacia un mundo mejor.

Trabajo y Compartir las Ganancias

El trabajo, si es bajo relación de dependencia, recibe como retribución un salario. Dependiendo de las circunstancias o del contexto hay conceptos que pueden estar incluidos o no dentro del mismo (productividad, presentismo, etc.) y otros que no “cuadran precisamente” con la definición clásica de salario como es el de participar en el excedente o ganancia de la empresa.

Las ganancias, en el capitalismo y bajo el régimen de propiedad privada de los medios de producción, corresponden a los capitalistas. Esta es la concepción “clásica”. Sin embargo se dan muchas experiencias y modalidades donde las ganancias se coparticipan con los trabajadores.

La participación en las ganancias es promovida por algunas normas. En el caso argentino la Constitución, en su artículo 14 bis, establece: “El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial”. Sin embargo este criterio establecido no ha sido reglamentado.

En el caso argentino un intento de reglamentación fue presentado el 16/9/2010, a través de un proyecto de ley del Diputado Héctor Recalde, bajo el Expediente No. 6837-D-2010, donde -en el artículo 5º- se fija un porcentaje del 10% de las ganancias netas anuales de las empresas a distribuir entre los trabajadores. En los fundamentos del proyecto se citan trabajos académicos para América Latina (como el Marinakis, 1999 – CEPAL), así como las experiencias de México, Chile y Brasil (1) Menciona también los casos de Canadá donde este régimen “se encuentra incorporado en la segunda parte del Acta Impositiva, división G, sección 144. Se trata de un plan de acuerdo diferido de ingresos entre el Estado y las empresas -establecido por primera vez en 1966-, por el cual estas últimas pueden optar, según el cual hacer participar a los trabajadores de las ganancias repercute en beneficios fiscales para las empresas. La alícuota también es variable, con un mínimo del uno por ciento. Estos montos no se destinan directamente al bolsillo de los trabajadores sino que componen fondos de la seguridad social. Estudios como el de Merrick (2006) muestran que el desempeño en materia de ganancias de las empresas que aplicaron este sistema fue mayor que el de las que no lo hicieron”.

También dice que “en el caso de Estados Unidos existe un sistema similar al canadiense, según el cual las empresas pueden optar por programas de participación laboral en las ganancias que crean fondos de garantías de la seguridad social, en especial para jubilaciones. La principal diferencia con el modelo canadiense y con los demás sistemas es que se permite utilizar un concepto de ganancia presunta en lugar de ganancia real, a través de una fórmula matemática, lo que permite que las erogaciones estén anticipadas. Según el estudio realizado por Kruse (1993) la productividad del trabajo era significativamente superior en empresas que decidían participar de estos programas, en un porcentaje similar al del caso canadiense”.

Así mismo se menciona el caso de Gran Bretaña. Allí “también se aplican métodos optativos para las empresas con incentivo fiscal. La participación de los trabajadores en las ganancias coexiste con otros sistemas, como el reparto de acciones a los trabajadores y la entrega de bonos anuales. El sistema nació en 1978 de modo obligatorio, y luego se lo hizo optativo a partir de 1980. A partir de 1987 se incorporaron deducciones impositivas a las empresas que eligieran participar sus ganancias. De acuerdo con la investigación de Blanchflower y Oswald (1988), en los años ochenta el veinte por ciento de las empresas británicas participaba a sus trabajadores de las ganancias, duplicándose el porcentaje en algunos rubros del sector de servicios. Las encuestas oficiales del Ministerio del Interior de Gran Bretaña muestran que las expectativas respecto al trabajo futuro en las empresas en las que se participan las ganancias son mayores a las de las empresas en las que esto no sucede. A su vez, Sandeep Bhargava (1994) realizó un estudio donde demostró que la rentabilidad neta – aun después de haberse pagado la participación de los trabajadores en las ganancias- de las empresas adherentes al sistema era superior a la de las empresas que no adherían, con lo que la participación laboral en las ganancias resultó, en el caso británico, beneficiosa para todos los sectores”. Podríamos agregar casos como los de Ecuador o, en general, el de las cooperativas que reparten sus excedentes entre los asociados.

Hubo distintas opiniones en la prensa o de entidades empresarias como CAME. Esta entidad, basándose en “Recomendaciones realizadas por el Consejo de las Comunidades Europeas sobre la participación de los trabajadores en los resultados de la empresa de fecha 27 de julio de 1992”, propone que esta participación se negocie en las Convenciones Colectivas de Trabajo. Esta última posición pareciera que, en el caso argentino (en el marco de disminuir la puja distributiva y promover una mayor justicia social acordada por sectores de actividad), pudiera tener viabilidad.

El tema que nos ocupa puede ser analizado desde distintas perspectivas muy diversas que van desde “el compartir” en el marco de una comunidad emprendedora en general, de cooperativas (2), empresas de comunión, etc., hasta fomentarlo bajo una variedad de capitalismo “popular” y más inclusivo, o de economías democratizadas. No sé si el lector compartirá que este pequeño paso va en dirección de un mundo mejor?

(1) También hay otros países de América Latina como Ecuador.

(2) Forman parte de la economía social y solidaria.

Trabajo Estatal y Trabajo Privado

En el primer texto de esta entrada hemos señalado la relevancia y significación del trabajo para el ser humano. También nos hemos referido a cómo el mismo se expresa en distintas dimensiones: la economía social, la economía popular, etc.  En el marco de una «economía mixta» (que hace referencia la imagen de la entrada), o del enfoque de la economía plural, ahora quisiéramos hacer algunas referencias al trabajo estatal y al trabajo privado.

El Estado puede tener distintas dimensiones y características dependiendo de la época y sociedad que analicemos. Desde una dimensión mínima (derivada de un liberalismo «extremo») hasta ocupar toda la vida económica por la completa estatización. También podrá ser eficaz (alcanzando sus objetivos), transparente y equitativo en su accionar así como dar un servicio de calidad a un costo adecuado, o no. Podrá ser un sucedáneo de la falta de empleo o profesionalizar su actividad para desarrollar bien su tarea, en el marco un estado no deficitario. El trabajo en el Estado no está exento del impacto del cambio tecnológico (ver también estados locales como Tel Aviv) y de las necesidades sociales que emergen y otras que ya fueron satisfechas, según el lugar en que actúe.

Los bienes públicos que están bajo la responsabilidad del Estado, en cuanto a garantizar derechos, en muchas sociedades se puede prestar bajo gestión estatal, privada o social, dependiendo del bien o servicio y de las características de los actores intervinientes. Hay casos interesantes como la incorporación de comunidades indígenas, o de pueblos originarios, a experiencias de energías renovables. También son muy relevantes la experiencia de empresas mixtas (como en China o en Argentina como YPF) donde el estado marca «la dirección» y el sector privado trata de optimizar la gestión. Del mismo modo será muy relevante articular virtuosamente el rol presencial de los docentes con el rol de las plataformas de enseñanza como esta, y su rol en promover la economía del conocimiento.

En cuanto al trabajo en el sector privado también dependerá de la escala de la organización (unipersonal, micro, pequeña, mediana o grande), su grado de formalización, tipo de liderazgo que tenga y perspectivas futuras. Al respecto es interesante una presentación de Hugo Kantis en el Senado de Argentina y un video, así como una de Santiago Billinkis sobre los emprendimientos del futuro.

Respecto a las opiniones de las personas respecto de cómo valoran el trabajo estatal y el privado, y dónde prefieren trabajar, habrá que tener en cuenta encuestas como esta.

Tanto en lo estatal como en lo privado, todo lo que haga a:

  • la profesionalización con una escala, medios tecnológicos y costo acorde a lo que se debe realizar,
  • la aplicación de normas como ISO o EFQM, así como un comportamiento transparente y responsable,
  • la verificación de la eficacia e impacto del trabajo en el medio que le toca actuar,
  • junto con un contexto organizacional, remunerativo y de clima laboral adecuado, que posibiliten que la tarea tenga sentido en proporcionar un bien o servicio de calidad

seguramente contribuirá a un mundo mejor.