Influencers

Sabemos que las redes sociales tienen cada vez más influencia, no sólo en nuestras personas y vínculos, sino también con impacto en el sistema democrático y en la confianza en general.

Del mismo modo en la cuestión de los valores y arquetipos con los cuales nos identificamos. Una modalidad relativamente reciente de esto, en general vinculado con las marcas, lo comercial y muchas veces con lo banal, es lo que -utilizando un anglicismo- se denomina «influencer» (ver imagen de la entrada).

Si buscamos este concepto en google se lo define como una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia en redes sociales puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca. Una descripción más completa se puede encontrar en la Wikipedia. Según algunos estudios el 92% de los consumidores confía en un «influencer» y en sus recomendaciones mucho más de lo que lo hace un anuncio tradicional o en el mensaje que lanza un famoso de un producto. Hay redes que enseñan a construir digitalmente a este arquetipo.

Dada la potencia que tienen estas redes y estos enfoques en la actualidad, seguramente coincidiremos que sería fundamental trascender lo mercantil (reconociendo lo lícito de esta actividad) y lo banal, y destacar en las mismas arquetipos que sean testimonio vivo de experiencias que valoremos como buenas, en un sentido amplio y como puede ser la construcción de la paz, o en cuestiones específicas como educación, la reducción de la pobreza, el cuidado de la salud, del medio ambiente, una economía más humana… entre otras. Esto puede ayudar a contribuir en la construcción de un mundo mejor.

PD: También hay micro influencers que se visualizan en plataformas como waip y que también podrían adoptar enfoques como el que se menciona en el último párrafo de esta nota.

Capitalismo desigual y sus implicancias

En este blog intentamos reflexionar, fundamentalmente, sobre la cuestión sistémica que nos pueda conducir a un mundo mejor. En función de ello hemos abordado, en distintas partes, la temática del sistema capitalista vigente hoy en el mundo. Del mismo hemos dicho diferentes cosas. Su fortaleza principal es que ha creado riqueza como ningún otro sistema. Sus principales debilidades: crisis recurrentes (con sus secuelas), no sustentabilidad ambiental expresado en sus efectos sobre los daños a la naturaleza y el cambio climático (Acuerdo de París, intelectuales y referentes religiosos que se han referido al mismo) y no sustentabilidad social. Esta última se expresa, en particular, en la distribución del ingreso (véanse datos en la imagen de la entrada) tanto en la relación capital-trabajo como en el rol del retorno del capital respecto de la provisión de bienes y servicios a los consumidores (con especial gravedad en la salud), y su reflejo en la cuestión fiscal (impuestos y asignación de gastos).

Antes de seguir avanzando con este tema debemos decir que la desigualdad se ha manifestado desde antes del surgimiento del capitalismo, y que la misma deriva fundamentalmente de relaciones de poder, en especial asimétricas. Por lo tanto el capitalismo es una forma particular de como se expresan las relaciones de poder en este sistema y en esta dimensión socioeconómica.

Si bien hemos destacado la importancia de converger hacia un postcapitalismo, cuando hemos hecho la síntesis describimos las principales reacciones que han habido respecto del capitalismo (a las que habría que agregar las relacionadas con los populismos, en particular de izquierda). En estos últimos tiempos ha surgido un peculiar rescate de una variante de capitalismo, que es aquel que ha permitido el ascenso y la movilidad social y el progreso material de amplias capas de la población (incluyendo las de más abajo), en especial en casos de países que han recibido gran inmigración como la Argentina o Estados Unidos de América (*). Sobre este último país, el rescate del «sueño americano» ha tomado la variante comunicacional de «salvar al capitalismo«, por parte de Robert Reich, respecto del surgimiento de variantes anti-sistema. Además de un libro y conferencias, hay un film en Netflix sobre esta temática. Allí se pone de manifiesto, entre otros elementos, el poder de lobby («cabildeo») de los grandes grupos económicos sobre el Congreso (en especial desde los años 70 hasta el presente) para que las reglas o normas los favorezcan. Por lo tanto las instituciones, en cambio de estar a favor de la mayoría de los ciudadanos (y en especial de los más débiles), están a favor de los intereses de las grandes corporaciones. En esa línea es muy interesante este video.

Lo que venimos de mencionar también aparece en la nota realizada sobre «dirty money«, en particular vinculada a algunos laboratorios o industria farmacéutica, y al sistema financiero. Esto pone en cuestión la misma noción de democracia, desnaturalizando su esencia.

Para finalizar quisiéramos relacionar el papel de la política (que Robert Reich busca valorizar en su país), con una nota de Carlos Fara, sobre el futuro de la política, en un evento del T20 realizado en Buenos Aires el 1 y 2 de febrero de 2018, de un grupo de trabajo sobre “gobernanza global, cohesión social y el futuro de la política”. Allí, entre otros elementos, se destaca que si bien hay un apoyo general al sistema democrático «existen 2 luces amarillas:

  • Los sectores de menores recursos manifiestan menor apoyo a la democracia, y
  • A mayor nostalgia sobre el pasado de un país (hace 50 años estábamos mejor), menor apoyo a la democracia.

Esto significa que persisten dos fuentes de amenazas: los que tiene menos acceso a bienes materiales, y quienes sienten que el mundo vivió una época mejor.

En esa misma línea, Sergio Bitar del Diálogo Interamericano puso el foco sobre lo que está sucediendo de largo plazo en la región latinoamericana: somos la parte del planeta más desigual, más violenta y menos innovadora. Una confluencia explosiva. En función de eso, este ex ministro de Allende, Lagos y Bachellet, aboga por un sustancial incremento de las capacidades de los aparatos estatales de modo de poder satisfacer adecuadamente cuestiones claves como la protección social, la competitividad, la seguridad y la gobernabilidad. Pero Bitar fue muy taxativo respecto a que no necesitamos Estados más grandes (porque ya serían imposibles de financiar), sino más eficientes….»

Al final se pudo «subrayar que:

  1. la problemática de la cohesión social y la gobernanza es global y estructural;
  2. nos enfrentamos a sociedades más complejas que nunca antes;
  3. la construcción de una mayor capacidad de respuesta por parte de los Estados –sobre todo en la región- es central;
  4. los Estados no pueden resolver todo lo que las sociedades le plantean;
  5. no se trata de agrandar los Estados más de lo que ya están; y
  6. parte de la tarea tiene que ver con reequilibrar las expectativas que las sociedades tienen e implicarlas en la solución de los problemas en función de que asuman ciertas obligaciones.»

Si bien creemos que si no se remueve el individualismo y la codicia de la cultura reinante, se buscan alternativas de economías con otros valores y se promuevan otros tipos de intercambio y de fiscalidad (en línea con planteos como los de Thomas Piketty), no habrán soluciones de fondo a esta temática. De todos modos lo planteado por Reich, así como lo de Bitar y el T20 en Buenos Aires, es fundamental y lo más realista a corto plazo como base de encarar el fortalecimiento de instituciones eficaces que -al menos- acoten la desigualdad en el capitalismo. Si hay una amplia participación ciudadana en esta dirección y una dirigencia virtuosa, esto seguramente contribuirá a ir construyendo un mundo mejor.

(*) además del fenómeno de las migraciones entre países por motivos socioeconómicos, y todo el debate sobre la división internacional del trabajo y la globalización.

PD: sobre esta temática también puede verse este Informe.

Consensuar, Acordar ¿Qué?

Las personas y las sociedades, además de expresar nuestras singularidades y diferencias (conflictos), es deseable que tratemos de llegar a acuerdos. ¿Sobre qué?: sobre lo que nos pasa (diagnóstico), hacia donde queremos ir (visión de futuro, con objetivos y metas) y los mejores caminos (actores en juego y su misión, procesos, instrumentos) -en cada contexto- para pasar de la realidad actual a ese futuro que consideramos deseable y posible.

Las palabras que se utilizan para esto son múltiples y expresan distintas cosas. Se utiliza mucho la palabra «consenso» como, por ejemplo, en el caso argentino por un lado el gobierno plantea consensos básicos (entendidos como «acuerdos») y un asesor del mismo -en un programa de televisión dedicado a «la grieta»– expresó que está en contra de consensuar:  «el consenso es enemigo de la democracia y de la vida, hay que discrepar, hay que discutir, tiene que haber diversidad de pensamiento sino no funciona la sociedad…».

Las definiciones de «consenso» son diversas: según el DRAE es «adoptar una decisión de común acuerdo entre dos o más partes«. Desde el punto de vista etimológico proviene de la palabra latina consentire (que significa «consentir»), es consentido (por todos), y se la puede interpretar también como sentir lo mismo por todos. Esto abre distintas perspectivas y preguntas:

  • ¿es posible que todos sintamos lo mismo? No es fácil, pero en determinados aspectos podríamos decir que «sí». Tal vez, uno de los casos ha sido que -en determinado contexto histórico- sentir que no se podía seguir con el conflicto armado en Colombia, condujo a un acercamiento de las partes y a una larga negociación donde se alcanzaron los acuerdos. Pero, en «los detalles de implementación» (por lo que aparece a fines de 2017), se visualiza que aparecen los problemas. En el caso argentino, sentir «que a todos nos vaya bien», «que seamos un país integrado y justo socialmente», «que resolvamos los problemas» y otros deseos generales, puede ser muy importante. En lo económico-social hay quienes buscan que este consenso se exprese respecto de «compartir unánimemente un rumbo de a dónde queremos llegar». Sin duda, esto es muy deseable y sería posible si «el rumbo tiene características generales». Ahora, cuando vamos a cuestiones más específicas y a los instrumentos, empiezan las divergencias y por lo tanto se torna muy difícil que «sintamos» todos lo mismo.
  • si consenso se entiende «popularmente» como acordar o concertar, y entonces pasamos de algo «emocional» (como «sentir») a algo «racional» (de todos modos sabemos que lo anterior «subyace») y «prácticamente posible de alcanzar en una negociación o proceso de acuerdo». Esto hace referencia a encontrar puntos de coincidencia, y la política -en el sentido más específico y noble- es la encargada de posibilitar la resolución pacífica de las diferencias.

En base a la última definición, no se anula la diversidad de opiniones y el debate que hay en un sistema democrático, sino que se buscan puntos de coincidencia y acuerdos que son vitales para la resolución de los conflictos y los problemas. El gobierno argentino tomó la decisión de acotar los acuerdos a «la lucha contra la inflación y el equilibrio fiscal, los estímulos para favorecer la creación de empleo y la calidad institucional» relacionados con la necesidad de «crecer muchos años en forma sostenida para generar empleo, que es lo que nos va llevar a erradicar definitivamente la pobreza».

Seguramente en este proceso aparecerán diferencias de diagnóstico, de visión, de rumbo, de instrumentos concretos… pero que son fundamentales de debatir y buscar acordar democráticamente. ¿Pueden ser considerados como un «piso»? ¿debería haberse consensuado previamente una «visión compartida de futuro»? ¿el tipo de crecimiento permitirá ir hacia pobreza cero? ¿otras variables macroeconómicas como jugarán? ¿o qué tipo de desarrollo? ¿en el caso argentino prevalecerán intereses sectoriales legítimos pero difíciles de debatir y acercar posiciones en la realidad actual y mundial? Son algunas de las múltiples preguntas que el tiempo irá contestando. Ojalá sea un proceso «virtuoso» que nos permita a todos ser «abiertos» a todas las opiniones e ir encontrando los pasos que nos lleven hacia un mundo mejor.