Todo o Nada en el Mercado

En otras entradas hemos hecho referencia que en los orígenes de la humanidad, con los cazadores y recolectores, y luego con la agricultura de subsistencia (sin todavía generar excedente) no había mercado. Luego se fueron desarrollando distintas formas de intercambio en base a la necesidad, el deseo (1) y la posibilidad de pago o contraprestación (por ejemplo: trueque) para poder abastecerse de un bien o servicio por parte del demandante y la posibilidad del oferente de proveerlo en cantidad, calidad, precio y condiciones (tiempo y forma). Esto último está íntimamente vinculado al concepto de trabajo y a la capacidad de emprender -sea bajo formas organizativas privadas tradicionales o sociales, mixtas o estatales- de manera sustentable en el tiempo en lo económico, en lo social (la equidad) y en lo medioambiental. Según Karl Polanyi en algo más de los doscientos últimos años se produjo una «gran transformación» donde se desarrolló lo que hoy denominamos «mercado» (2). De todos modos en muchos países con situaciones de subdesarrollo quedan realidades de actividades de subsistencia donde el mercado prácticamente tiene una presencia mínima.

No sabemos si esta forma de intercambio existirá en el largo plazo. Posiblemente no, si se concreta una de las  predicciones de Alvin Toffler de que seremos «prosumidores«. Ello sería posible con impresoras 3D hogareñas muy sofisticadas que nos proporcionarían prácticamente todos los bienes materiales que necesitamos (además de prótesis y otros elementos vinculados con la salud).

De situaciones de «nada de mercado» (como las que mencionamos más arriba) pasamos a donde el mercado, y más en general la «sociedad de consumo», tiende a abarcarlo «todo». En este contexto, el mercado es una realidad presente y muy pujante no sólo en los países capitalistas, sino también en aquellos que se autodenominan «socialistas» como el caso de Cuba, China o Vietnam.

¿Qué hacer con el mercado? Hay distintas posiciones y algunas de las principales referidas al mercado interno son las siguientes:

  • nada: hay que dejar que fluya libremente, y la libre competencia hará que «se acomode» en términos de eficiencia (mínimo costo) y eficacia (en cuanto a accesibilidad y cobertura del conjunto de la población). El problema de esta alternativa es que -por distintas razones y según demuestra la práctica- en una gran cantidad de ocasiones conduce a la concentración y a incrementar la desigualdad.
  • intervenirlo: puede ir en dirección al «todo» (como ha sido gran parte de la experiencia de la ex-URSS) o -más usualmente- con fuertes intervenciones que están orientadas a reducir significativamente la tasa de ganancia de los oferentes, a abaratar y dar mayor accesibilidad a los demandantes. Si bien «la intención» puede ser caracterizada de «buena», su implementación tiende a exagerar (para las variedades de capitalismo más usuales) la disminución de la tasa de ganancia -desfavoreciendo la inversión para ampliar o mantener la capacidad productiva- y el consiguiente desabastecimiento de la población. En determinadas experiencias populistas esto genera mayores intervenciones bajo formas de estatización, con la consiguiente burocratización y empeoramiento del desabastecimiento. Termina armándose una madeja de distorsiones de las cuales es difícil salir, y la gran mayoría de la población se resiente y empobrece.
  • regulaciones e instrumentos inteligentes y cambios de cultura: a continuación plantearemos algunas líneas en esta dirección.

Las sociedades capitalistas más desarrolladas han generado regulaciones para evitar la concentración y la «cartelización» de los oferentes que afectan la competencia, como mecanismo de «democratización» de una oferta diversificada y de precios no monopólicos. Esta es una alternativa, no fácil de implementar por dos razones principales: el poder de los grandes grupos económicos que quieren disfrutar de una «renta extraordinaria» y por el hecho de que hay actividades que sólo son rentables en grandes escalas y por lo tanto con pocos o un productor (el caso del llamado «monopolio natural»). Esto último no es fácil de discernir, pero hay que generar un amplio debate (con participación de especialistas y haciendo análisis comparado) y tomar las decisiones que correspondan.

Otras regulaciones no van por la negativa (evitar la concentración) sino por la positiva en cuanto a generar más oferentes y por lo tanto «democratizar» la competencia. Ellas van desde promover el financiamiento y espacios físicos para los oferentes (en particular los más pequeños), o incrementar la inclusión financiera y el poder adquisitivo de los sectores populares, hasta cuestiones «micro» como la ley de góndolas.

Empoderar a los consumidores no sólo brindándoles mayor información, sino también a través de compras comunitarias (por ejemplo, y en el caso argentino, en el Mercado Central o en supermercados mayoristas) o por medio de cooperativas de consumo. En el caso argentino hubo una experiencia de muchos años, como el Hogar Obrero, que -lamentablemente- por razones diversas (en particular, querer expandirse más de lo viable en un contexto desfavorable) terminó en 1995 «quebrando de oficio» (actualmente funciona como cooperativa de vivienda). Sin embargo hay otra experiencia muy valiosa y exitosa como es el caso de la Cooperativa Obrera de Bahía Blanca (ver esta presentación) y de la Central de Compras de la Federación Argentina de Cooperativas de Consumo que son dignas de emular.

Achicar la brecha entre oferentes y demandantes. Una entidad empresaria argentina (CAME) confecciona un índice de un conjunto de productos donde se visualiza esta brecha. Solucionar esta brecha requiere de un conjunto de instrumentos como empoderar a los pequeños productores acompañándolos para que logren -a través de formas asociativas o de cooperativas- integrarse horizontal y verticalmente, facilitación de acceso a acopio y vehículos de carga para la entrega de sus productos a mercados mayorista y/o minoristas, posibilidad de hacer transacciones a través de plataformas virtuales que generen un vínculo directo entre demandantes y oferentes, entre otras. Entre las experiencias internacionales cabe destacar la de Francia con el Observatorio de Formación de Precios y Márgenes de Productos Alimentarios (FranceAgriMer, presentación del informe anual del Observatorio ante la Asamblea Nacional), el Mediador de Empresas, la Carta Compromiso (para una relación responsable entre proveedores–compradores), y el Etiquetado Relación Proveedores Responsables (que distingue a las empresas que pasaron la prueba de relaciones durables y equilibradas). Al principio mencionábamos lo de «prosumidores» para el futuro, pero hay experiencias de agricultura familiar o de empresas de gestión social como «El Arca«, en la Provincia de Mendoza (Argentina) que lo están concretando.

Cambios de cultura en las motivaciones o móviles de oferentes y demandantes: Generar otras manifestaciones culturales vinculadas, por ejemplo, al precio justo y consumo responsable, a ir más allá de la mercantilización y el consumismo (desintoxicarse del mismo) (3) a garantizar una trazabilidad vinculada con la calidad, al cuidado del medio ambiente y la nueva economía -en el caso de España– (como se profundiza en este documento)…  son algunas cuestiones de vital importancia hacia el futuro para un mundo mejor. Habrá que resolver el problema de los que no satisfacen sus necesidades básicas con los que no tienen conciencia del derroche y el despilfarro (y «sobre consumen»). Así mismo habrá que ser cuidadosos, en una etapa de transición respecto al dilema que el crecimiento necesita -además de la inversión- al consumo, y este tipo y nivel de consumo no es sustentable medio ambientalmente para la humanidad.

Ojalá podamos ir discerniendo en estas cuestiones en línea con un mundo mejor.

(1) Aquí entran todas las cuestiones vinculadas con lo imaginario, los deseos inconscientes (por ej. vinculados «al tener» como equivalente de  «completud» y búsqueda de seguridad vinculado a la acumulación de lo material)) pero también los conscientes (por ej. vinculados a lo práctico, a ideales o preferencias que vayan más allá de la necesidad y de lo individual), al rol de la publicidad, entre los principales. En estas dimensiones entran aspectos como el denominado por Marx «fetichismo de la mercancía» . También es interesante la semejanza que establece Keynes entre «el mercado y un concurso de belleza» tal como se menciona en esta nota.

(2) Polanyi, afirma que los «sistemas» (que él denomina «modos de integración»), además de los distintas formas o modalidades en los que se desarrolla el intercambio a lo largo de la historia, el mismo coexiste con diferentes modos de reciprocidad («movimientos entre puntos correlativos de agrupaciones simétricas», vinculada a la «economía del don» según Marcel Maussy de redistribución. Cabría preguntarnos si es posible cambiar la palabra «sistemas» o «modos de integración» por «economías», en el sentido que le da Polanyi de una «economía incrustada o encastrada» en distintos contextos institucionales, culturales y sociales, según las épocas y lugares. Si fuera así, habría una «variedad de economías» que pone en cuestión los fundamentos de la corriente principal de la economía, y en particular de que la única posibilidad sería «el sistema mercantil» y la predominancia de la maximización del lucro. Esto no es aceptado por los enfoques más ortodoxos, los de izquierda y los que -en general- sostienen que la globalización capitalista es hegemónica y no hay lugar para una economía plural

(3) Esta temática está relacionada, entre otras, con la cuestión del «minimalismo» (ver película de Netflix o en este video) hasta con el desapego, pasando por el ascetismo.

Diferencia entre política popular y política populista

En otra entrada hemos señalado las limitaciones del populismo y también casos históricos recientes de cuando esto se lleva al extremo, más allá del nombre que se le quiera poner o de cómo se lo quiera justificar. También el Papa Francisco se ha referido a este tema.

Podemos preguntarnos si lo anterior invalida realizar una política “popular”, es decir hacia los sectores más frágiles en lo socio-económico? Las respuestas pueden ser diversas. Si las simplificamos en dos, podríamos plantearnos un enfoque pesimista en el sentido de que los sectores más favorecidos de la sociedad, en alianza -por ejemplo- con parte de los sectores medios, se desentendieran (o hicieran “como qué hacen..” pero sin resolver) la problemática de los sectores populares y congelaran o agravaran esta “grieta socioeconómica”. Ello implicaría implementar lo que se ha denominado comunmente una política “neoliberal”.  Si bien el término “neoliberalismo”, a nivel internacional nacional, ha tenido distintas acepciones (y debates) lo usaremos aquí porque tiene la connotación de una determinada postura que no tiene en cuenta a los pobres.

La otra respuesta, desde un enfoque optimista, es que el resto de la sociedad (o su gran mayoría) está dispuesta a ser solidaria con los sectores populares. Ello conlleva a articular los distintos actores sociales, y en especial el Estado, en sus diferentes formas, para encarar acciones que permitan elevar el nivel de vida –de manera sostenida- de “lo popular”. Cuales acciones? A continuación iremos mencionando algunas para el debate.

Es importante promover que los asentamientos poblacionales (ya sean urbanos o rurales) estén vinculados al desarrollo de actividades sustentables en el tiempo en esos territorios. La sustentabilidad está asociada a un “piso” de subsistencia y a la posible construcción de un trayecto de desarrollo -en un contexto nacional e internacional- que posibilite la creación de valor económico. Este valor puede ser aplicado a recursos naturales, paisajísticos, culturales o basados en la economía del conocimiento (por ejemplo relacionados a centros terciarios, universidades y del sistema científico-tecnológico). Sobre el “piso” de subsistencia es muy interesante la experiencia (con las adaptaciones del caso) del P. Pedro Opeka en Madagascar, donde “rescata” personas hacinadas en la ciudad para proponerles un piso “digno” de subsistencia en lo rural. Podríamos decir, más en general, que el desarrollo de las economías regionales de los distintos países puede posibilitar no sólo que la población local deje de emigrar sino que familias urbanas que hoy no tienen perspectivas reales de una mejoría en su inserción económica en el actual lugar puedan ir a radicarse hacia esas economías regionales con perspectivas ciertas.

El desarrollo de las economías regionales no debe caer en la superficialidad de slogans, consignas, manipulaciones políticas o marketing sin sustento real (típicos del populismo), sino que el acceso a esos lugares esté acompañado de proporcionar todos los componentes que hacen a la resolución de las necesidades básicas insatisfechas, de la capacitación, tecnología, financiamiento y gestión adecuada de lo que se vaya a encarar. Lo “fácil” del populismo (por ejemplo otorgar sólo propiedad de un bien o empleo público local que no brinde un servicio eficaz) debe ser reemplazado por la profesionalidad y la seriedad de encarar todos los aspectos que hacen al desarrollo socio-económico y humano en esos lugares. Estrategias para desacelerar o congelar el crecimiento de megalópolis, como el Área Metropolitana de Buenos Aires, están vinculadas a lo que se viene de mencionar.

Seguramente en el caso argentino esta temática es difícil de discernir, en particular en el caso del peronismo. Al respecto nos basaremos en un reportaje realizado en el programa Odisea a Alain Rouquié. Podemos compartir con este intelectual que el concepto “populismo” es pobre y confuso para caracterizar un régimen político y en particular al peronismo. De todos modos intentaremos ver si se puede hacer alguna reflexión en base al título de esta nota.

Por un lado se puede decir que el peronismo ha venido siendo un fenómeno popular basado en ideales de justicia social, de valorar lo nacional, la independencia económica y de creación de un estado social a partir de una “comunidad organizada” liderada por “un gran padre” o líder de masas. Si bien surge de la democracia representativa –y por lo tanto del voto popular- es contrario a la concepción demoliberal, y de alli se deriva entonces –en especial en los momentos de conflictividad- que el “otro” (que disiente o no comparte) es “la antipatria”.

También ha venido siendo popular, además del voto, en el sentido de plantear cuestiones de largo plazo vinculadas a fenómenos como el del medio ambiente (ver mensaje del año 1972). Pero en qué ha sido “populista”? Entiendo que lo ha sido cuando generó un desestímulo muy fuerte a la actividad productiva -como fue el caso del IAPI o de la Resolución 125- en aras de fomentar a una industria (sustitutiva y no con escala para competir globalmente) y al consumo popular de corto plazo. No supo y/o no pudo encontrar otras formas o herramientas de armonizar producción agraria e industrial sustentable (para una determinada variedad de capitalismo) con resguardar el ingreso y el acceso de bienes básicos para los sectores populares.

Finalmente podemos decir que hacer “populismo” es fácil (en el sentido de «cabalgar la ola» del momento) y relativamente rápido. Promover una política “popular” que exceda el corto plazo (o sea «el populismo») es más complejo y requiere de consensos sociales en una «fina» instrumentación y financiación, evaluando su desarrollo y realizando las adecuaciones necesarias para que sea exitosa a mediano y largo plazo. Esto último nos lleva a un mundo mejor no sólo para los sectores populares sino para todos.

PD: Sobre la temática del populismo es interesante esta nota donde Moira MacKinnon y Andrés Malamud, conversaron con Infobae Cultura

El Atajo del Populismo

Independientemente de cómo definamos el concepto de “pueblo” (*), podemos afirmar que un mundo mejor es aquel donde el pueblo (entendido aquí como la mayoría de la gente, y en particular quienes están en una situación de mayor fragilidad), esté mejor respecto de su situación socioeconómica y de calidad de vida anterior.

Sin embargo no cualquier camino nos lleva a estar mejor en el tiempo y más allá del corto plazo.

Se ha escrito mucho acerca del populismo. Sintéticamente diremos aquí tres cosas:

  • Populismo en lo económico es resignar al corto plazo el largo plazo. Ello implica que las medidas económicas a corto plazo producen una mejora pero no son sostenibles en el tiempo en función del sistema socioeconómico y del nivel de conciencia –en particular- de quienes lo lideran. Esto ha sido criticado desde distintas posiciones ideológicas, incluso desde la izquierda como es el caso de Noam Chomsky
  • Populismo en lo político va asociado a un liderazgo que tiende (cuando no directamente lo ejerce) a la autocracia, y por lo tanto contrario a un espíritu y práctica democrática y republicana. En una mesa redonda, del minuto 21,36 en adelante, se pueden encontrar otros elementos adicionales.
  • Populismo a nivel ideológico, según el Papa Francisco, en enero de 2017 dice que “enemiga de la paz es la ideología que explota los problemas sociales para fomentar el desprecio y el odio y ve al otro como un enemigo que hay que destruir. Desafortunadamente, nuevas formas de ideología aparecen constantemente en el horizonte de la humanidad. Haciéndose pasar por portadoras de beneficios para el pueblo, dejan en cambio detrás de sí pobreza, divisiones, tensiones sociales, sufrimiento y con frecuencia incluso la muerte. La paz, sin embargo, se conquista con la solidaridad”. En una declaración posterior diferenció entre «política popular y política populista».

Acerca de su caracterización en muy interesante el libro ¿Por qué funciona el populismo? y en esta nota se hace una síntesis del mismo. Un enfoque más radical es el texto «El pueblo contra la democracia«.

Por lo tanto si bien es una práctica frecuente en diferentes países (tanto del norte como del sur) y “redituable políticamente a corto plazo y asociada a renovaciones de mandato o a eternizarse en el poder”, no nos conduce en el tiempo a un mundo mejor.

En otra nota intentamos plantear la importancia que tiene hacer una política “popular” (en el sentido de un desarrollo humano inclusivo, en particular hacia los sectores de menores ingresos y en especial en situación de pobreza) de una “populista” que consiste “en pan para hoy pero hambre para mañana”.

(*) sobre sus características míticas y controversias con el Papa Francisco se puede ver este artículo de Loris Zanatta, así como su contrapunto con el enfoque de ciudadanía -en particular en el caso argentino- que se analiza en esta nota de Jorge Ossona.

PD: Sobre la temática del populismo es interesante este reportaje donde Moira MacKinnon y Andrés Malamud, conversaron con Infobae Cultura.