El Sistema como una «Jaula de Hierro»

En otra parte de esta página web hemos expresado que el sistema actual es fruto de una evolución que tiene orígenes recientes en el mercantilismo, y orígenes más remotos –en el Neolítico- cuando aparece la sedentarización con la demarcación del “territorio” (por lo tanto una zona de dominio o “propiedad”), la división del trabajo y el excedente. También hemos dicho que detrás de todo este proceso está más bien la cuestión del poder (en el sentido que le da Alvin Toffler, en su libro “El Cambio del Poder”, Ed. Plaza & Janes, 1996)

Como “cristaliza” esto? Hay una expresión de Max Weber que Eduardo Fidanza (ver link: http://www.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/9-Eduardo-Fidanza.pdf) la sintetiza así: Lo que llamamos “metáfora de la jaula de hierro” es una imagen retórica utilizada por Weber en una de las últimas páginas de La Etica Protestante para expresar la pérdida del sentido religioso original que inspiró, según su interpretación, al primer capitalismo. Como dijimos al comienzo, no consta que Weber haya usado en alemán la expresión que Parsons tradujo como “jaula de hierro” (iron cage). El término textual de Weber es “[ein] stahlhartes Gehäuse”, que literalmente podría vertirse como “estuche”, “envoltura”, o incluso “jaula”, “dura como el acero”, y que suele traducirse por “férrea envoltura”, o bien por términos similares que evocan un caparazón duro y opresivo”.

Esta metáfora del “estuche con férrea envoltura” está asociada también al pensamiento clásico, muy influido –en el caso de Adam Smith- por la física newtoniana, donde el campo de fuerzas del mercado (encuadrado institucionalmente por el Estado liberal) hace que sus partícipes tengan que actuar o jugar dentro de sus reglas independientemente de sus deseos o voluntad.

Marx, coincide con este enfoque. En el posfacio a la 2da edición de “El Capital” (1873) donde plantea “colocar sobre sus pies” a la dialéctica hegeliana a la que reprocha estar cabeza abajo, cita a un crítico ruso, cuya interpretación del método dialéctico aprueba, diciendo: “El (Marx) considera el movimiento social como un encadenamiento natural de fenómenos históricos, encadenamiento a leyes que no sólo son independientes de la voluntad, la conciencia y los designios del hombre, sino que por el contrario: determinan su voluntad, conciencia y designios”.

Esto es coincidente con escritos de Engels (como por ejemplo la carta que le dirige el 22 de agosto de 1889 a Eduard Bernstein), donde describe una situación de la clase obrera portuaria de una ciudad de Inglaterra y utiliza la frase del Dante para la entrada al Infierno (equivalente aquí al “sistema”): “Lasciate ogni speranza voi che entrate!”.

También se le puede aplicar a las organizaciones de distinto tipo, como señala esta nota, que hace referencia al tenebroso cuento de Franz Kafka: “In der Straftcolonie” (1919), o en lo juegos como el «dilema del prisionero». También es interesante esta frase de Fiador Dostoyevski: «Los hombres quieren volar, pero temen al vacío. No pueden vivir sin certezas. Por eso cambian el vuelo por jaulas. Las jaulas son el lugar donde viven las certezas.”

Hay posibilidades de que el sistema, la jaula o estuche, o como se lo quiera denominar, cambie? Hay una primera respuesta de tipo “determinista” que sería: “no”, dado que hay un engranaje del que somos parte y lo único que quedaría sería adaptarse lo mejor posible. Hay otra respuesta que es “si” dado que el sistema es la cristalización de una historia de relaciones sociales y de estas con el medio ambiente a través de la mediación científico tecnológica. Por lo tanto si estas relaciones sociales (en su doble dimensión) y el cambio científico-tecnológico cambian “el sistema puede cambiar”. La cuestión no será si cambia o no cambia, sino en qué sentido.

En este contexto va la referencia de H. Fazio en su libro “Economía, Ética y Ambiente” (Eudeba, Buenos Aires, 2012, página 132) que, para modificar el sistema, “la clave es la superación del individualismo y la sectorización” y citando a Charles Taylor, en su obra “Ética de la autenticidad” (Barcelona, Paidós, 1994, pág. 127) señala que “como suele suceder a menudo, los mecanismos de inevitabilidad operan sólo cuando la gente se encuentra dividida y fragmentada. No queremos exagerar nuestro grado de libertad. Pero no es nulo”.

La “coyuntura”, al momento de escribir esta nota (1) es favorable o desfavorable? En principio podemos afirmar que es “desfavorable”. Los efectos de la crisis financiera (a partir de Lehman Brohters), la división del trabajo que fue corriendo la industria al este (primero a Alemania, luego a Japón y Corea del Sur, y finalmente a China y otros países de Asia), los conflictos de oriente medio (como Irak, Afganistan y Siria, por citar los tres más importantes) y sus secuelas en términos de migraciones (en especial en Europa) y de terrorismo, el conflicto vinculado con lo nuclear (en particular con Corea del Norte, y en menor medida con Irán) así como la lucha por la supremacía a nivel mundial (en especial Estados Unidos, China y Rusia), las hambrunas de Africa, la marcha atrás por parte de Estados Unidos en lo que se refiere al cambio climático… son algunas de las que han generado escenarios de mayor tensión y “facistización” de partes importantes de sociedades y lideres que las representan. También podría decirse, por aquello de que “no nos une el amor sino el espanto”, más gestos como los del Papa Francisco, pueden abrir un panorama más esperanzador y construir un post capitalismo que nos lleve a un mundo mejor?.

Por último, y no menor, la profundidad y la aceleración del cambio científico-tecnológico. Sólo mencionaremos dos eventos, de los múltiples que se están dando: las implicancias de la evolución de la inteligencia artificial y las impresoras 3D que podrán tener la posibilidad de transformarnos en “prosumidores” (término que utilizó Alvin Toffler para decir que seremos –al mismo tiempo- productores y consumidores de prácticamente la totalidad de bienes y servicios). La pregunta es: los seres humanos seremos capaces de darle un sentido a este cambio? O lo dejaremos al arbitrio de decisiones de corto plazo del mercado, del dominio y su utilización para la guerra, o de algún delirio «prometeico»? La respuesta dependerá de nosotros.

(1) Luego de la misma pasó la epidemia del Covid, el agravamiento del cambio climático, la guerra en Ucrania y sus diversos efectos….

Las Alternativas a lo Hegemónico

ENFOQUE GENERAL

En una página anterior hemos planteado que en cada época han habido distintas formas predominantes o hegemónicas, pero también coexisten otras formas que responden a otros móviles, procesos y resultados.

Esto se ha dado de distintas formas como por ejemplo:

  • En el ámbito personal y familiar se ha tratado de disociar el mundo “externo” del “interno” propio o familiar. A veces esto no ha sido posible. Vamos a citar sólo dos casos: 1) se supone que en este ámbito debe prevalecer el amor, pero sin embargo desde una cultura patriarcal y machista el referente varón predominante «dispone» -como si fueran objetos o mercancías- tanto de la mujer como de los hijos. Esta sería una de las explicaciones del femicidio, dado que las mujeres no son consideradas como personas autónomas del “poder del macho”;  2) las familias que consideran a los hijos como “una inversión a mediano plazo” que deben proveer un “retorno” de atención a los mayores (no se enfoca desde una reciprocidad en el amor sino como un contrato u obligación económica).
  • En los pequeños grupos desde un enfoque del compartir y de lo comunitario. La pequeña escala humana es una condición “necesaria”, aunque no suficiente, para que se puedan ensayar alternativas al mundo externo. Desde las comunidades religiosas o laicas hasta las ecovillas, buscan esos caminos. Si esto tiene éxito o no, dependerá de los liderazgos que se establezcan, de la composición de los grupos, del contexto en el que les toque interactuar.
  • Bajo modalidades socioeconómicas más extendidas como los burgos que coexistieron un tiempo con modalidades feudales hasta las corrientes de la economía social, de la economía pública (y/o mixta) que fueron coexistiendo -de distintas maneras- dentro de las distintas variedades de capitalismo. Por supuesto estas otras formas vinculadas a una economía mixta o pluraldependerán si son muy marginales, sólo “formas” que encubren un capitalismo “encubierto” o si son realmente diferentes y se mantienen fieles a su origen, objetivos y prácticas específicas. Ello dependerá de un discernimiento micro y caso por caso.

HIJOS DE LA MODERNIDAD

El capitalismo emergió, luego del mercantilismo, en el contexto de la época denominada «modernidad». Las reacciones en esta época fueron principalmente: el arte (por ejemplo la literatura de autores como Charles Dickens), el sindicalismo, la economía social y solidaria, y el socialismo en sus distintas corrientes y variantes.

Aquí sólo analizaremos brevemente el socialismo y sus variantes (1).

EL SOCIALISMO – COMO PALABRA Y COMO DOCTRINA

La palabra socialista se remonta al siglo XVIII. Sin embargo aparece impresa por primera vez en una obra de Giacomo Giulani en 1803. En Francia A. Vinet la emplea para designar el universalismo católico en su periódico Le Semeur en 1831. También el periódico Le Globe la utiliza en 1832 en la crítica de una obra de Victor Hugo para expresar el contenido humanitario de esos poemas.

Como doctrina económica en Inglaterra aparece en 1827 en el Co-operative Magazine. En 1835, bajo los auspicios de Owen, se forjó la “Asociación de todas las Clases de todas las Naciones” que usó la palabra socialismo y socialista en las discusiones que llevaron a su constitución.

En Francia, Leroux lo define en 1833 (contraponiéndolo al liberalismo individualista) como un sistema donde “se pone todo en común”. Lo deriva del término latino “socius”: asociado. En 1847 afirma: “[…] entendemos por socialismo la doctrina que no sacrificará ningún término de la fórmula: Libertad, Fraternidad, Igualdad y Unidad”.

PAISES QUE, EN ALGÚN MOMENTO, SE DENOMINARON O DENOMINAN SOCIALISTAS

Albania, Angola, Argelia, Bangladesh, Benin (ex Dahomey), Bulgaria, Burkina Faso (ex Alto Volta), Cabo Verde, Camboya,  Congo, Corea del Norte, Cuba, Checoslovaquia, Chile, China, Guinea-Bissau, Hungría, India, Laos, Libia, Madagascar, Mongolia, Myammar (ex Birmania), Polonia, República Democrática Alemana,  Rumania, Senegal, Seychelles, Siria, Tanzania, Yugoslavia, Venezuela, Vietnam del Norte.

Y de la ex URSS: Rusia, Ucrania, Rusia Blanca (Bielorusia), Armenia, Azerbaidjän, Georgia, Turkmenistán, Uzbekistán, Tadjikistán, Kazakistán, Kirguistán, Estonia, Lituania, Letonia, Moldavia.

Quien esté interesado en conocer más sobre la historia del socialismo puede consultar, entre otras obras, el libro de Donald Sasson, “Cien años de socialismo”, Ed. Edhasa, Barcelona, 2001.

SOCIALISMO CIENTÍFICO VERSUS SOCIALISMO UTÓPICO

Marx y Engels, en su debate con la economía clásica, buscaron fundar una “ciencia” con su enfoque del socialismo y el comunismo. Lo hacen, no sólo tratando de ser rigurosos y objetivos en su análisis desde el materialismo histórico, sino que también buscan un respaldo en el enfoque evolucionista de Darwin.  M. Rubel en la página 78 del tomo 1 de su obra “Páginas escogidas de Marx para una ética socialista” (Amorrortu editores, Buenos Aires, 1974) menciona la carta que Marx le dirige a Engels el 19 de diciembre de 1860, donde le dice: “He leído de todo, entre otras cosas el libro de Darwin sobre la selección natural. A pesar de su inglesa pesadez, este libro encierra el fundamento biológico de nuestra teoría”. Esto lo vuelve a reafirmar en una carta a Lasalle el 16 de enero de 1861.

El concepto de “socialismo científico” fue acuñado por Engels para diferenciar el socialismo marxista de aquellos que no se basaban en el materialismo histórico. A estos últimos lo denominaron “socialismo utópico”. Sin embargo autores como D. Elson menciona algunos enfoques críticos sobre el poco realismo de Marx (en particular en la esfera del intercambio) y lo incluyen en “lo utópico”.

SOCIALISMO “A” REVOLUCIONARIO O 

SOCIALISMO “B” CAPITALISMO CON UNA INYECCIÓN DE SOCIALISMO

Existen muchas corrientes socialistas, además de las que se vienen de mencionar. Sólo tomaremos dos: el socialismo revolucionario (derivado del marxismo leninismo) y el que Thomas Marshall llama “socialismo B” que es el enfoque gradualista y social-demócrata donde al capitalismo “se le realiza una inyección de socialismo” (el mejor ejemplo serían los países escandinavos a partir de la segunda guerra mundial).

En el caso de Marshall, véase el libro de José Nun “Democracia, Gobierno del Pueblo o Gobierno de los Políticos” (-en particular los capítulos X y XI- de la Ed. FCE, Buenos Aires, 2000) y respecto de esta última corriente la Wikipedia la sintetiza de la siguiente manera:

“El término socialdemocracia apareció en Francia durante la revolución de 1848 en el entorno de los seguidores del socialista Louis BlancKarl Marx lo utilizó en su célebre obra El 18 Brumario de Luis Bonaparte, cuya primera edición se publicó en Nueva York en 1852, para designar la propuesta política del que llama partido socialdemócrata formado tras las «jornadas de junio» por la unión de la pequeña burguesía democrática con la clase obrera socialista. «A las reivindicaciones sociales del proletariado se les limó la punta revolucionaria y se les dio un giro democrático; a las exigencias democráticas de la pequeña burguesía se las despojó de la forma meramente política y se afiló su punta socialista. Así nació la socialdemocracia». Según Marx, en esta alianza predominaba la ideología de la pequeña burguesía: «su carácter peculiar» estribaba «en el hecho de exigir instituciones democrático-republicanas, como medio no para abolir los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antagonismo, convirtiéndolo en armonía», o lo que es lo mismo, «la transformación de la sociedad por vía democrática, pero una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía».

Sin embargo, según el marxista revisionista alemán Eduard Bernstein, el término había sido acuñado tras la revolución de 1848 por el poeta alemán Gottfried Kinkel. Y lo cierto es que el primer grupo que se autodenominó socialdemócrata fue un partido alemán fundado en 1863 por Ferdinand Lassalle con el nombre de Asociación General de Trabajadores de Alemania (Allgemeiner Deutsche Arbeiterverein) y cuyo periódico se llamó La Socialdemocracia.

Este grupo se fusionó en 1875 con el Partido Socialdemócrata Obrero de Alemania (Socialdemokratische Arbeiterpartei), de inspiración marxista, creado por Wilhelm Liebknecht y August Bebel en 1869, dando nacimiento al Partido Obrero Socialista de Alemania (Sozialistische Arbeiterpartei Deutschands), que años después adoptó el nombre definitivo que mantiene en la actualidad de Partido Socialdemócrata de Alemania (Sozialdemokratische Partei Deutschlands, SPD). El nuevo partido intentó aunar las dos herencias de las que había surgido, la lasselleana y la marxista, mediante el Programa de Gotha aprobado el año de su fundación (1875) pero éste fue objeto de una dura crítica por el propio Karl Marx —en un famoso opúsculo titulado Crítica al Programa de Gotha—. Este decía que a la sociedad sin clases no se podría llegar con «lindas menundencias» democráticas meramente «burguesas», sino tras un período de «dictadura del proletariado» que pusiera fin a la «lucha de clases». En efecto, en el programa de Gotha se recogían objetivos de «raigambre lassalleana» como la «organización democrática del Estado nacional que aceptara reformas concretas como el sufragio universal, la milicia popular, la educación obligatoria o la restricción del trabajo de mujeres y niños», y en un plano más general, la finalidad última del reparto igualitario del poder político, social y económico. Una posición reformista «volcada sobre todo en la acción del Estado».

UNA BREVE SÍNTESIS SOBRE LA EXPERIENCIA SOCIALDEMOCRATA

En el punto anterior hemos mencionado a los “teóricos” del pensamiento socialdemócrata que emergieron a fines del siglo XIX. En cuanto a su puesta en práctica podemos afirmar que varios países del norte de Europa (por ejemplo el caso de Suecia) comenzaron con esta experiencia luego de la revolución rusa de 1917 (tal vez por aquello de que “no nos une el amor sino el espanto” que impactó sobre la burguesía, junto con el crecimiento del proletariado).

Lo que se acaba de mencionar es muy importante dado que estas dos condiciones (en particular por la implosión de la ex Unión Soviética y por la disminución de la clase obrera industrial) no existen más, y sin duda son parte del fenómeno explicativo de su declinación. En el caso del “proletariado” se ha convertido en “precariado” (ver también esta nota) o directamente en excluidos (con el consiguiente resentimiento y búsqueda de un “salvador”). Por el lado del “enemigo potencial” (la extensión de la revolución socialista) no ha sido sustituida por la conciencia de que el “nuevo enemigo (podría cambiarse la palabra “enemigo” por “desafío”) potencial” que se deriva –en especial- sobre el tipo de intervenciones militares como las realizadas originalmente en medio oriente (que dieron origen a ISIS), las hambrunas de África (estos dos últimos hechos con su correlato en migraciones), las grandes desigualdades y marginaciones y el cambio climático por la acción humana derivada de un “crecimiento a cualquier costo”.

También cabe destacar que el estado de bienestar amplió la clase media (al garantizar universalmente las pensiones, la sanidad y la educación), pero –en varios países y con el tiempo- fenómenos de burocratización y de crecimiento –a veces- desmesurado del estado, generó una brecha y desencanto en sectores medios (no así en los que quedaron fuera del sistema) que le fueron quitando legitimidad a este proyecto. Esto fue “capitalizado políticamente” por los sectores de altos ingresos que lograron formar gobierno desmantelando (con distintos grados y según los casos) estos beneficios, dando más incentivos fiscales a los sectores de mayores ingresos para su inversión (impactados por la competencia industrial de China) y canalizando una parte importante del gasto del Estado hacia la carrera armamentística (desde la llamada “guerra de las galaxias” de Reagan hasta el actual presidente de Estados Unidos).

Según autores como Ariel Jerez Novara y Juan Carlos Monedero de la Universidad Complutense de Madrid, agregan otras explicaciones como las siguientes:

“El análisis de la crisis se centraba de manera casi exclusiva en la pérdida de posibilidades electorales de los partidos socialdemócratas, encontrándose ese necesario declive en la conjunción de cuatro problemas (Merkel, 1994):

(1) el bloqueo de la coordinación keynesiana, con la pérdida, merced a la internacionalización de la economía, de la capacidad de los gobiernos nacionales para encarar las crisis económicas y, especialmente, el aumento del paro (Sharpf, 1989);

(2) los cambios en la estructura social de «clases medias», con la caída del empleo en la industria y el crecimiento en el sector servicios, acompañados por la fragmentación de los trabajadores como clase (Alonso, 1994; Ortí, 1992);

(3) la transformación de las preferencias sociales, con la emergencia de los llamados «valores post materiales» (Inglehart, 1977; 1991) o «post consumistas» -ser antes que tener- (Riechmann, 1991) y el surgimiento de nuevos problemas de alianzas; aparición de un nuevo «dilema electoral» entre los habituales votantes de la socialdemocracia (vinculados a la clase obrera tradicional) y los nuevos votantes (orientados hacia los valores post materialistas o post consumistas), así como de novedosos conflictos surgidos a la hora de acompasar diferentes sensibilidades o de lograr un renovado acuerdo corporatista;

(4) la pérdida de la ofensiva en el discurso, motivado principalmente por la caída en desgracia del keynesianismo, eje de la propuesta intelectual socialdemócrata; al tiempo, la renuncia a cualesquiera referencias analíticas marxistas hacía patente la ausencia de explicaciones de carácter global o de paradigmas explicativos alternativos”.

Respecto del tema de si es posible redefinir y actualizar los estados de bienestar -derivados de esta corriente, así como del socialcristianismo (como el de Alemania)- se analiza en esta nota.

SOCIALISMO Y REVOLUCIÓN

En el libro “Revolución, léxico de política” de Maurizio Ricciardi (Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 2003, págs. 145 a 155) dice que Marx pasó por tres fases conceptuales asociadas al concepto de revolución, donde –al final- “esta dictadura revolucionaria, que debería coincidir con el proceso de disolución de las leyes de la producción capitalista, muestra el concepto marxista de revolución en su máxima apertura…” Si la “disolución de las leyes” se toma desde un enfoque “institucionalista” se podría decir que Marx sería un “institucionalista de izquierda” donde, tomando el control absoluto del Estado (que se logrará vía el aporte que hace Lenin) y derogando la ley de la propiedad privada de los medios de producción, se ingresaría en una “praxis social” que generaría otra conciencia (el socialismo y luego el comunismo).

La emancipación radical del ser humano, en particular de los explotados (en el caso del capitalismo de la clase proletaria y el “ejército industrial de reserva), pasaría por neutralizar al viejo amo (la burguesía) sacándole el poder socio-económico y político y pasándoselo a “la sociedad”. Aquí viene la cuestión de quien “representa a la sociedad” (un partido, una vanguardia, un líder…) que a través de una autocracia controla la pureza del proceso revolucionario.

EL PODER COMO LUGAR DE DOMINIO NO SE PUEDE SOCIALIZAR

La mayor parte de las revoluciones han buscado terminar con las injusticias. Esto es acorde con un mundo mejor. Sin embargo, cuando el proceso histórico posterior está asociado con la emergencia de una nueva clase, o de liderazgos autocráticos con la consiguiente concentración del poder, la libertad se vuelve a restringir seriamente y la rueda de la historia vuelve a plantear una nueva emancipación.

Si el poder como «sustantivo» relacionado con un lugar de dominio no pasa a ser «verbo» como actitud y acción de servicio, no hay emancipación posible de los quedan enmarcados en el “nuevo esquema de poder”. Por lo tanto la promesa revolucionaria que pasa por la concentración del poder como lugar de dominio y control no resuelve la cuestión de «fondo» de la construcción de un mundo mejor y un postcapitalismo que sea realmente diferente y viable.

INCENTIVOS MORALES MUY ELEVADOS E INCENTIVOS MATERIALES DEMASIADO BAJOS

Al comienzo de la revolución cubana se discutió la cuestión de los incentivos morales y materiales. Viendo retrospectivamente la vida, obra y discursos del Che Guevara se puede concluir que dio testimonio personal de una moral solidaria y revolucionaria muy alta que lo llevó a morir por ella.

Ahora bien, se le puede pedir a la mayoría de los seres humanos que, más allá de épocas excepcionales (un conflicto grave, una calamidad, un contexto muy adverso…), puedan “todo el tiempo” vivir en el sacrificio, el esfuerzo llevado muchas veces al límite, y –por otro lado- con una situación económica muy ajustada y con una “recompensa” material muy baja? Para quienes están en esta situación (y no en el poder del nuevo escenario) la respuesta parece ser negativa.

Modificar esto significa necesariamente regresar al capitalismo y a la vida burguesa? Si no se toman vías alternativas parece ser el destino final de procesos socialistas fallidos (colapsados o del que sólo tienen el nombre).

FINALMENTE

El socialismo, tanto revolucionario como el socialdemócrata, tiene muchas vertientes conceptuales, expositores y experiencias que no es posible analizar aquí.

De toda esta corriente, con sus distintas expresiones, también habrá que analizar qué aportes concretos han realizado para alcanzar un mundo mejor, y cuales se alejan decididamente de este horizonte.

(1) Hay similitudes con enfoques y experiencias como el socialcristianismo (por ejemplo en Alemania), y otros enfoques que no se analizan aquí derivados de los movimientos ecologistas (vinculados a la economía ecológica), el feminismo y su expresión en la economía feminista, etc. 

Buscar el Bien no es Suficiente

Sin duda la búsqueda del “bien” es una condición necesaria pero no suficiente en una actitud de alcanzar un mundo mejor. Debe estar acompañado de una revisión periódico de los distintos móviles, procesos y resultados de las acciones que encaramos.

El film sueco, escrito por I. Bergman, “Las Mejores Intenciones” nos da un ejemplo de vida de que esto no es suficiente. Del mismo modo que no caer en el denominado «wishfull thinking» o en el denominado «efecto cobra«.

Tzvetan Todorov nos alerta sobre quienes buscan lo que consideran “el bien” de cualquier manera y a cualquier costo imponiendo su poder con una actitud mesiánica. Algo sobre la «tentación del bien», pero mal implementada, se puede visualizar en esta nota.

En base a lo anterior podemos afirmar que «el bien» no es compatible con el sometimiento a través de un poder autocrático, en cualquier nivel y no nos termina llevando a un mundo mejor sino a un mundo peor.

Poder como Energía transformada en Fuerza

¿Qué energía se canaliza en forma de poder? Vamos a suponer que esto se expresa como “agresividad”. Dicho término tiene dos versiones en idioma inglés: a) agressivity y b) aggressiveness. Para esto la fuente que utilizaremos es el Diccionario de Psicoanálisis, de J. Laplanche y J-B. Pontalis (1993), páginas 12 a 17, donde expone sobre la “agresividad”.

Señala que hay distintos enfoques. Por un lado tenemos el vinculado con las pulsiones desarrollado por Freud (antes por Adler en 1908) donde “el término pulsión agresiva lo reserva Freud para designar la parte de la pulsión de muerte dirigida hacia el exterior con la ayuda especial de la musculatura. Se observará que esta pulsión agresiva, y quizás también la tendencia a la autodestrucción, solamente puede ser captado, según Freud, en su unión con la sexualidad”. Esta forma de entender la agresividad se relaciona con la palabra inglesa “agressivity” por lo tanto está relacionada con el “dominio” (y formas de destrucción hacia fuera y hacia dentro).

En cambio la palabra “aggressiveness” es raramente maliciosa o destructiva y es entendida como una acción asertiva o de manejo. Podríamos decir que es una forma de energía vinculada con la actividad. Este concepto más amplio de “actividad” es planteado por Daniel Lagache. Por lo tanto una clave será, si tomamos esta última definición más amplia, en que orientamos esta energía, esta actividad en el marco de una libertad positiva de servicio y de vínculo constructivo con otras personas y el medio ambiente.

Si fuera el primer concepto (de “agressivity”) sin duda será una expresión de dominio, y por lo tanto de injusticia, exclusión, infelicidad (entendida como falta de un sentido de vínculo de armonía y de paz) que generará daños y reacciones en terceras personas con las consiguientes revueltas, revoluciones y guerras. Por lo tanto este tipo de energía no nos llevará a un mundo mejor. Encontraremos los caminos para una “buena aggressiveness”? En este sentido hay una frase de Carl Jung: «cuando el amor es la norma, no hay voluntad de poder, y donde el poder se impone, el amor falta».

Si vamos en esta última dirección, ello nos podrá ayudar a expresarlo también en nuestros vínculos socioeconómicos, por ejemplo construyendo un postcapitalismo que nos pueda llevar a un mundo mejor que el presente.

La Revolución y el Mito de Procusto

Las revoluciones, en general, resultan de procesos históricos que buscan una emancipación de personas, pueblos y naciones de situaciones consideradas injustas o de falta de equidad, así como por insatisfacciones prolongadas ante aspiraciones frustradas. También pueden ser disrupciones graves por calamidades, catástrofes (como por ejemplo derivadas del cambio climático) o por cambios tecnológicos que no generen posibilidades de trabajo para la mayoría de la población. O sea, que no es un tema del pasado, sino que está abierta a suceder en el futuro como plantea esta nota.

En busca de acabar definitivamente y radicalmente con “la cizaña” de distintas formas de dominación y esclavitud (o situaciones como las que se vienen de mencionar), se impone un modelo o sistema que busque drásticamente garantizar este fin. Lamentablemente ello puede estar asociado a instaurar un sistema o gobierno autocrático con líderes «mesiánicos».

Muchos mitos de la antigua Grecia nos invitan a reflexionar sobre algunas cuestiones. Uno de estos mitos es el mito de Procusto. Sintéticamente este personaje mítico tenía una unidad de medida propia (un camastro) donde toda persona que pasaba por ahí tenía que “cuadrar exactamente” con su dimensión. En caso de que fuera más pequeño lo descoyuntaba y en caso de que fuera más grande lo mutilaba hasta cuadrar.

Esto que se puede aplicar a las relaciones entre padres e hijos o a lo que “espera el macho varón” de la mujer, también se aplica a ideologías, creencias -en general vinculadas al fundamentalismo de distinto tipo- y a prácticas socio-económicas y políticas en distintas situaciones históricas.

Algunas corrientes filosóficas (1), y en especial socio políticas, lo aplican a lo que consideran un «hombre nuevo». Si lo relacionamos con el mito que estamos mencionando se transforma en un «arquetipo rígido», de carácter «integrista» y «desmesuradamente ambicioso». En realidad se transforma en un «delirio», desde el punto de vista subjetivo, respecto de lo que es nuestra condición humana imperfecta y limitada.

Si la revolución y los arquetipos humanos nos conducen a llevar a la práctica el mito de Procusto, coincidiremos que no nos lleva a un mundo mejor (2). Ello no invalida sino que, por el contrario, hace necesario a que tendamos a un horizonte personal y global que nos permita ir convergiendo hacia un mundo mejor.

(1) Es muy interesante esta reflexión.

(2) Lo hemos asociado en esta nota con la instauración del paraíso aquí en la Tierra.

El Poder Como Realidad y Como Problema

El poder es una “realidad”, pero también –dependiendo del enfoque y de la práctica- es un “problema” para alcanzar un mundo mejor.

Existe una abundante literatura y enfoques sobre su definición y características que no intentaremos sintetizar (1), entre otras cuestiones porque me “excede” en cuanto a formación específica. Sin embargo, de los enfoques más corrientes, nos animamos a decir que “poder es la capacidad que un individuo o grupo A de influenciar o incidir en las decisiones de otro individuo o grupo B”.  Aspectos esenciales serán:

  • La actitud y el propósitode quien ejerce esa influencia
  • El contexto en el qué se da y la actitud de quien es objeto de esa influencia
  • La forma(o modo, medios recursos que se utilicen) intensidad en el ejercicio de esta influencia, y por lo tanto de los grados de libertad (desde tendiendo a cero en la cárcel o frente amenaza de muerte hasta el poder omnímodo de control de todos los recursos) para las prácticas de poder.
  • Tiene que haber una coherencia entre la actitud o propósito los medios para que se obtengan resultados para un mundo mejor. Por lo tanto se desecha el enfoque y la práctica de que “elfin que justifica los medios”, porque -por ejemplo- la apelación sistemática al medio o recurso de la violencia no posibilitará llegar al fin de un mundo mejor (que conlleva “la no violencia”).

Sobre la cuestión del “contexto” y los “recursos” que se utilizan es interesante el enfoque de Alvin Toffler donde en distintos textos (como el “Cambio de Poder” y “La Tercera Ola”) va analizando como cambia el eje del poder a medida que van cambiando las civilizaciones (desde la revolución agrícola hasta la sociedad post industrial). 

También la palabra “poder” está relacionada al “verbo” (estoy en capacidad y posibilidad de hacer algo) o al “sustantivo” como lugar de “dominio”. Esta última es la acepción que adopta Max Weber (en Economía y Sociedad) donde el concepto de poder está relacionado al de dominación, es decir, ejercer una autoridad sobre un grupo social determinado y encontrar un grado de obediencia. El que ha analizado esta temática desde el punto de vista psicológico es Alfred Adler (2) como se visualiza en esta nota. Alli se menciona que «la “voluntad de poder” es la patología por excelencia, ya que es la causante –a modo de fin– de los desórdenes de la personalidad. Si bien Adler expresa la misma teoría en toda su obra, lo hace fundamentalmente en su libro “El carácter neurótico” publicado en 1912 luego de su ruptura con Freud.

Adler propone estudiar la neurosis partiendo de las compensaciones que resultan del sentimiento de inferioridad (que comienza en la infancia) y que se resuelven en un sentimiento de superioridad, afán de poder, elevación del “sentimiento de personalidad”, cuyo objetivo final es lograr la supremacía sobre los demás, el estar siempre por encima de los otros, su aspiración a ser el más fuerte y el mejor. Afirma Adler: «Hasta ahora venimos considerando el aumento del sentimiento de personalidad, siempre en procura de lograrse con especial vigor, como la fuerza fundamental y el objetivo de la neurosis. Pero no ignoramos que este deseo se halla profundamente enclavado en la naturaleza humana. Si se examina más de cerca este deseo –al que Nietzsche denominó “Voluntad de poder”– y se observan sus formas de expresión, se comprueba que en el fondo no es más que una fuerza compensadora especial, destinada a poner término a la inseguridad interna común a todo hombre. Con la ayuda de una fórmula rígida, que de ordinario alcanza a la superficie de la conciencia, el neurótico procura darse un punto fijo y firme para mover el universo.»

En esta nota de Sergio Sinay señala que la filósofa alemana Hannah Arendt advierte «en La condición humana: “El poder solo es realidad en donde la palabra y el acto no se han separado”. Esto es, agrega, cuando las palabras descubren realidades en lugar de ocultarlas y cuando los actos crean nuevas realidades. No hay riqueza material que pueda compensar la pérdida y el alejamiento del poder real, dice Arendt. En tiempos electorales, el deseo de poder es un síntoma extendido. Cada uno a su manera, los candidatos o precandidatos van por él convencidos de que lo seducirán y capturarán. La pregunta que ninguno responde (o no lo hace de manera sólida y convincente) es la que inquiere acerca del objetivo de esa búsqueda. Como bien apunta el filósofo español José Antonio Marina en «La pasión del poder», existe el poder “de” y el poder “sobre”. El poder “de” (o poder “para”) es aquel que, una vez alcanzado, se convierte en medio para la concreción de un proyecto, de una transformación, de una visión. En cambio el poder “sobre” otros imponiendo el propio deseo y el propio interés es un fin en sí mismo. Mientras el poder “de” expande la visión y la energía de quien lo tiene para convocar y aunar a otros en procura de una acción conjunta que contribuirá al bien común o al bien de muchos (imaginemos el poder de Gandhi, el de Mandela, el de la Madre Teresa, el de Churchill) y lo hará sin violentar ni destruir, el poder “sobre” cambia la impronta de ese impulso afirmativo. Lo convierte, señala Marina, en algo que ya no es la expansión de la propia energía sino puro y simple afán de dominio». Finaliza afirmando que «decía Bertrand Russell que las dos principales pasiones humanas son el afán de poder y el afán de gloria. Pero uno no conduce necesariamente a la otra. Y como recordaba Michel de Montagne, gran humanista del Renacimiento, “por muy alto que sea el trono, siempre está usted sentado sobre el c….”.

Siguiendo con Hanna Arendt también expresó lo siguiente: «El poder nunca es propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y continúa existiendo solo mientras el grupo se mantiene unido. Cuando decimos que alguien ‘está en el poder’ estamos diciendo que ha sido empoderado por un cierto número de personas para actuar en su nombre. En cuanto el grupo donde se origina el poder (potestas in populo, sin pueblo no hay poder) desaparece, ‘el poder’ (del que está en el poder) también se esfuma”. A tener muy en cuenta. También lo analiza en relación con la intoxicación y la salud mental en esta nota.

Según H. Touzard (La mediación y la solución de conflictos, Ed. Herder, 1980, Barcelona, págs. 56 y siguientes) citando un artículo de French y Raven (de 1959) menciona –desde un punto de vista cualitativo- que las bases del poder son cinco:

  1. El poder de recompensa: es la capacidad que tiene O de procurar a P unas gratificaciones a cambio de un comportamiento dado,
  2. El poder de coerción: consiste en la capacidad que tiene O de administrar castigos a P, si este no acata lo que O le ordena.
  3. El poder legítimo: es el que se basa en el derecho que P le reconozca a O de influir sobre él. Es la definición corriente de la autoridad, que supone un consenso entre las dos personas acerca de la relación entre el status y el comportamiento. En la imagen de la entrada se coloca una frase del P. Eduardo Casas sobre la diferencia de «poder» respecto de «autoridad».
  4. El poder de referencia: descansa en la identificación de P con O. P se deja influir por O porque valora a O. El poder carismático de ciertos individuos prestigiosos corresponde a esta definición.
  5. El poder de competencia: se origina en los conocimientos particulares de O, reconocidos por P. Es el poder que posee el experto (podemos generalizar al sistema científico-tecnológico que posee una comunidad o un país)y que presume la confianza, la certidumbre P que O no abusará de sus conocimientos para engañarle.

También se han agregado el poder de información y comunicación, Los “recursos” para ejercer estos poderes van desde el control de instituciones (la más importante es el Estado), del dinero bajo forma de capital (por lo tanto el sistema capitalista puede ser considerado como una forma particular de manifestación del poder y en consecuencia abordado desde esta perspectiva), de redes y medios de información y comunicación.

Nos parece relevante incluir el enfoque de K. Boulding. Según este artículo «desde comienzos de los años sesenta Boulding se adentró en el campo de los estudios sobre la paz y los conflictos e investigó por qué algunos conflictos tenían un resultado “creativo” y otros un final “destructivo”. Comenzó a intuir que esta divergencia tenía que ver, seguramente, con la naturaleza y tipos diferentes de poder existentes en una sociedad. La noción de poder es,posiblemente, una de las más transversales entre diferentes campos científicos y dimensiones de la realidad, por eso su estudio global “se ha deslizado por las grietas abiertas entre las diferentes disciplinas”. Así, el poder se presentaba para él como una de aquellas nociones comunes que podían servir para lograr su vieja aspiración: integrar las ciencias que estudian el sistema social. “La influencia recíproca entre las diferentes formas de poder —sugiere Boulding— es tan grande que si el estudio del poder se limitara a un solo aspecto, como el poder político, económico o social, se perderían elementos importantes para la comprensión de la dinámica del poder en su conjunto (Boulding 1993[1989], 11). Fue esta convicción la que motivó su estudio del poder en los sistemas sociales y la distinción básica entre tres categorías que operan entrelazadas: el poder amenazador, el poder económico y el poder integrador (lo que llamó “el bastón, la zanahoria y el abrazo”). El primero estaría relacionado con la capacidad de destruir, el segundo con el poder de producir e intercambiar y el tercero con la capacidad de crear relaciones de respeto, amor, legitimidad y amistad. La división del trabajo académico ha hecho que la ciencia política se encargara de estudiar el primero de ellos, y la ciencia económica el segundo, mientras que el poder integrador recaería sobre el ámbito de la sociología aunque, al decir de Boulding, ésta nunca haya reclamado la responsabilidad exclusiva sobre su estudio.

A partir de aquí su argumento principal es que el poder integrador constituye la forma de poder principal ya que poco pueden conseguir el poder amenazador y el económico —a medio y largo plazo— si les falta la legitimidad.  Por otra parte, una de las claves es que el ejercicio razonable del poder integrador permitiría decantar el resultado de los conflictos hacia un final “constructivo” en vez de “destructivo”.

Fue la preocupación por intentar medir ese poder integrador lo que llevó a Boulding a proponer la donación o subvención (grant) —y sobre todo la donación voluntaria— como una forma de aproximación a esa vertiente (Boulding 1973b). En la medida en que pudiera construirse una “matriz social de donaciones”, cabría la posibilidad de estimar la potencia de la estructura integradora de una sociedad, pues la donación como transferencia unidireccional de valor económico es algo que choca con la lógica tradicional del “intercambio entre equivalentes” de la economía convencional. Boulding era también consciente de que, aparte del poder integrador, el poder amenazador (a través, por ejemplo, de algunas funciones del Estado) podía ser una fuente de donaciones o subvenciones importantes, a diferencia del poder económico (mercantil) tradicional. Como sugiere Mott (2000, F437), Boulding se percató pronto de que el desarrollo del capitalismo y su esfera mercantil habían minado la capacidad del poder amenazador, pero sobre todo también del poder integrador de las costumbres en las sociedades tradicionales, lo que implicaba en algunos casos riesgos importantes. Creo que esta preocupación bouldingniana encaja bien con la sugerencias de Karl Polanyi sobre la “gran transformación” que supuso la propagación social del “mercado autorregulado”, con el crecimiento del poder compensatorio frente al condicionado (Galbratih, 1983), o de la esfera del poder de mercado frente a la esfera valorativa y de persuasión (Anisi, 1992)».

Podemos preguntarnos (y desear) que pueda prevalecer el poder como un servicio expresado en una influencia basada en una autoridad del ejemplo personal (3), del respeto de reglas acordadas democráticamente que cuiden las personas y el medio ambiente, donde el recurso económico del capital sea un “medio” y “no un fin”, que las redes sirvan para compartir saberes, aumentar la empatía y posibilitar acciones para el bien común, que en lo macro sea derivado de una democracia que crece en conciencia y nos lleven a un mundo mejor. Por lo tanto la actitud (4) y la forma de ejercer el poder son cruciales. De lo contrario, si prevalece el poder como dominio (5), con recursos cada vez más poderosos, seguramente pereceremos sobre la faz de la Tierra.

Relacionado con la pandemia es interesante lo que dice esta nota de que «para el escritor y analista Moises Naím, el veredicto de la pandemia de la Covid-19 es que “el poder es efímero”. Esta, además de ser la principal tesis de uno de sus aclamados libros El fin del poder (Debate, 2019), es la gran cuestión geopolítica a la que se enfrenta el mundo de hoy. “En estos tiempos el poder se ha hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más sencillo de perder”, explica Naím desde Nueva York durante su intervención en el evento Retina Reset, impulsado por Santander y Telefónica, y patrocinado por Accenture, Novartis, Philip Morris, Renfe, Unir y Red Eléctrica de España».

Para finalizar, y a modo de hipótesis, si tomamos al concepto de poder desde la energía o desde la física, podemos decir que el poder es energía transformada en fuerza. Qué tipo de energía? Qué tipo de fuerzas? De ello dependerá el tipo de poder? En otra entrada se reflexiona sobre la energía expresada como “agresividad” y sus interpretaciones.

(1) Un último texto muy interesante es el de Byung-Chul Han «Sobre el poder«. También hemos reflexionado sobre «la voluntad de poder«.

(2) Agradezco a José M. Diaz Bonilla la referencia.

(3) Una expresión radical de esto es que los gobernantes sean sabios como postulaba Platón.

(4) Según el psicoanalista Alejandro Razé, el poder ejercido por la ley (simbólica) o la fuerza es una mediación entre las fuerzas del goce y la de la muerte.

(5) En el Evangelio ello está relacionado con el concepto de «mundo», a diferencia de la búsqueda de tender hacia el reino de Dios y su justicia.