Altruismo y Felicidad

La imagen de la entrada muestra la foto (*) de Matthieu Ricard que fuera bautizado como «el hombre más feliz del mundo» luego de un estudio neurocientífico sobre la meditación y la felicidad. Vinculado con lo que venimos de mencionar propone una revolución del altruismo.

En una reciente nota de su blog, dice -entre otras cosas-:…»la mayoría de nosotros aspiramos a un mundo mejor. Para lograr esto, necesitamos un concepto que unifique nuestros objetivos para el corto, medio y largo plazo. Es esencial para los científicos ambientales, los responsables de la toma de decisiones que influyen en el destino de la sociedad y las personas interesadas en el corto plazo (y aquellos que se preocupan por el rendimiento de sus inversiones financieras) para poder sentarse en una misma mesa y trabajar juntos para diseñar un mundo mejor. Para hacer esto necesitarán un concepto unificador. El más pragmático de todos es el altruismo: si comenzamos con la preocupación por los demás, avanzaremos hacia una economía de solidaridad positiva (que debería estar al servicio de la sociedad y no al revés). Si comenzamos con la preocupación por los demás, elaboraremos reformas de justicia social para reducir las desigualdades que han aumentado en países ricos; pero especialmente, si comenzamos con la preocupación hacia los demás, realmente cuidaremos de las generaciones futuras. Como Martín Luther King, Jr. nos recuerda, en el amanecer de este nuevo año: «Cada uno de nosotros tiene que decidir si quiere caminar en la luz del altruismo creativo o en las tinieblas del egoísmo destructor«.

Lo anterior supone articular inteligencia con sabiduría en una perspectiva evolutiva. También quisiéramos enfatizar la importancia de alinear lo que venimos de comentar con la sensibilidad, no sólo en lo afectivo sino también en lo «corporal«. En una nota del Dr. Roberto Abdala expresa que «hace unos años, M. Gershon, del Departamento de Anatomía y Biología Celular de la Universidad de Columbia (EE.UU.), escribió un interesante libro titulado El segundo cerebro. En él, y como fruto de sus investigaciones, afirma que el hombre tiene dos cerebros: uno, en la cabeza y otro, en sus intestinos. Este último con las mismas propiedades para reaccionar, recordar, generar ansiedad e, incluso, hasta puede dominar a su colega craneal. Describió la existencia de un cerebro intestinal de más de cien mil millones de neuronas –casi tantas como las del clásico cerebro– y que son excitadas por cualquier distensión de la luz del intestino y por la presencia de toxinas, gérmenes patógenos o una dieta insalubre, que alteran los movimientos normales y/o la producción de secreciones intestinales Más aún, el flujo de mensajes desde el aparato digestivo a la cabeza es mayor al número de órdenes que corren en sentido inverso. El hecho de que este segundo cerebrotrabaje por cuenta propia, hace que los científicos consideren posible que también memorice emociones, sufra estrés y tenga su propia “neurosis”.

Sin duda lo que venimos de mencionar está relacionado con una expresión que aparece en la parábola del buen samaritano, donde la traducción en español de que “se compadeció” corresponde al término griego splagnizomai: es decir que al samaritano “se le conmovieron las entrañas o se le revolvieron las tripas“. Ojalá que además de nuestros valores, nuestra conciencia y enfoques, a nosotros se nos conmuevan las entrañas para ser altruistas. Esto nos puede conducir a un mundo mejor y más feliz.

(*) Fue tomada por la fotógrafa Raphaelle Demandre. Mi agradecimiento a Christophe Grigri por habérmela facilitado.

PD: Agradezco a Horacio Fazio y Fernando Ledo la referencia al blog de Matthieu Ricard. En línea con esta temática es valioso este testimonio.

 

El Progreso

La idea de progreso surge fundamentalmente con la modernidad, y en particular en el hemisferio occidental. Su significado conlleva la idea de mejora, muy a menudo asociada a lo material individual, y en otras oportunidades a otras dimensiones de la vida humana que tienen consecuencias positivas en el bienestar y en la felicidad de una persona o grupos de personas.

Robert Nisbet hace una interesante historia y reflexión acerca de la noción de progreso, y sus diferentes connotaciones en función de los principales pensadores que se refirieron a esta temática. Ha estado emparentada a nociones de crecimiento, desarrollo, evolución, ascenso social, progresismo (tanto liberal como de izquierda), una necesidad (según Spencer), una fe y optimismo sin límites en el progreso … También escepticismo desde finales del siglo XIX por autores como «Jacob Burckhardt y Friedrich Nietzsche, pasando por Arthur Schopenhauer, hasta llegar a Oswald Spengler, W. R. Inge y Austin Freeman en las primeras décadas del siglo XX». Esto se acentuó con las guerras (en especial primera y segunda guerra mundial), la depresión de 1929 y 1930, las hambrunas…¿este era el progreso al cual estábamos destinados?

Continuando con Nisbet «las dudas, el escepticismo y el rechazo a la idea de progreso durante el siglo XIX – provenientes de hombres como Alexis de Tocqueville, Burckhardt, Nietzsche, Schopenhauer y Max Weber- se han acentuado progresivamente en nuestro propio siglo. Él famoso ensayo de W. R. Inge, “The Idea of Progress”, de 1920; los trabajos de Henry y Brooks Adams, especialmente Law of Civilization and Decay, del segundo; La ilusión del progreso, de Georges Sorel; Social Decay and Regeneration, de Austin Freeman; La decadencia de Occidente, de Spengler; en grado considerable, Estudio de la historia, de A. J. Toynbee; Social aud Cultural Dynamics, de Pitirim Sorokin, y El malestar en la cultura, de Freud, son sólo algunas de las obras que, influidas por las dudas y el escepticismo de los pensadores del siglo XIX que he citado, confirieron a la atmósfera intelectual un tinte cada vez más sombrío». A ello se podría agregar, por ejemplo, el informe del Club de Roma sobre los «Limites del Crecimiento» o el planteo de «decrecimiento» por autores como Georgescu-Roegen y otros, frente al enfoque de crecimiento infinito o ilimitado con recursos finitos del planeta Tierra (además de los daños al medio ambiente). Esto está vinculado al consumismo, a qué priorizamos y cómo son nuestros valores (en línea a lo expresado en la frase de la entrada por Martin Luther King) así como si somos capaces de trascender el sistema actual.

Es natural que todos queramos estar mejor hoy y en el futuro (en particular quienes están más afectados por la pobreza y la desigualdad), y que canalicemos nuestra energía en esa dirección. Sin embargo no lo podemos hacer de cualquier manera (el fin del progreso no justifica la utilización de cualquier medio), debemos tener en cuenta el contexto y sus prioridades (por lo tanto valores), así como las posibilidades, límites y riesgos en general y del cambio tecnológico en particular, o priorizando el capital en cambio de las necesidades humanas o a costa del medio ambiente, entre las principales. Esto no sólo no nos lleva a un mundo mejor, sino que puede conducirnos al fracaso total como humanidad.