Erizos Sabios y Zorros Prácticos

Los comportamientos de los distintos animales han servido de inspiración a pensadores, escritores y filósofos sobre las similitudes o no con el ser humano. Respecto de los erizos y los zorros el primero fue Esopo con una fábula (la moraleja indica que el zorro es el que percibe lo que «en la práctica es lo mejor«) y también al erizo se refirió el filósofo Schopenhauer. Hace una similitud con los seres humanos: es bueno acercarnos mutuamente para darnos calor pero no demasiado porque nos clavamos las espinas los unos a los otros.

El que ha escrito también sobre el erizo y el zorro es Isaiah Berlin. En el prólogo que hace Jorge Fontevecchia del libro de Durán Barba y Nieto («La Política en el Siglo XXI, Arte, Mito o Ciencia, Ed. Debate, 2017, págs. 22 y 23) parafrasea el prólogo de Vargas Llosa a la edición en español del libro de Berlin sobre este tema que expresa:

«Entre los fragmentos conservados del poeta griego Arquíloco, uno dice: «muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola y grande». Fórmula, según Isaiah Berlin, que puede servir para diferenciar a dos clases de pensadores, de artistas, de seres humanos en general:

  • aquellos que poseen visión central, sistematizada, de la vida; un principio ordenador en función del cual tienen sentido, y se ensamblan acontecimientos históricos y menudos sucesos individuales, persona y sociedad, y
  • aquellos que tienen visión dispersa y múltiple de realidad y de hombres, que no integran lo que existe, en una explicación u orden coherente, pues perciben mundo como compleja diversidad, en la que, aunque hechos o fenómenos particulares gocen de sentido y coherencia, el todo es tumultuoso, contradictorio, inapresable.

Primera, es visión «centrípeta». Segunda «centrífuga».

Dante, Platón, Hegel, Dostoievski, Nietzsche, Proust fueron, según Isaiah Berlin, erizos. Y zorros: Shakespeare, Aristóteles, Montaigne, Moliere, Goethe, Balzac, Joyce. El profesor Berlín está, qué duda cabe, entre los zorros».

Fontevecchia agrega: «Y obviamente también Jaime Durán Barba está entre los zorros».

El erizo es un pequeño animal que, como dice Erasmo de Rotterdam (en la imagen de la entrada), termina -en la fábula- venciendo al zorro. Por supuesto ello está en función de la sabiduría y la astucia del erizo. Si trasladamos esto al ser humano, entre los peligros o riesgos en los que puede caer el «erizo» están que deje de ser pequeño, sabio y humilde, y comience a «hincharse y agrandarse» para convertirse en poderoso, totalitario o fanático y utilizar la astucia para dominar a los demás.

Las virtudes del zorro, según Berlin, son su visión amplia, abierta (curiosa, por lo tanto propensa al conocimiento científico y a la filosofía) y diversa (por ende respetando las singularidades y la diversidad), y -retomando a Esopo- su «practicidad».  Estas son condiciones fundamentales para un mundo cambiante, complejo, incierto… donde «las buenas intenciones e ideas» no alcanzan sino se verifican en la práctica. Entre los riesgos o peligros del zorro están el «deambular por el mundo» sin ningún sentido más que el adaptarse lo mejor posible -como el camaleón (otro animal)- a una materialidad cambiante.

Tal vez uno de los arquetipos que reúna ambas características sea Aristóteles que, según lo mencionado, es «un zorro» pero también «un erizo sabio», dando un sentido de felicidad a la existencia humana (se podrían agregar otros arquetipos pero habría que entrar en consideraciones religiosas y filosóficas que exceden estas breves líneas y, seguramente, no compartidas por todos). Las investigaciones recientes sobre «economía y felicidad» reafirman -a través de las encuestas- la valoración que hace el ser humano contemporáneo de la felicidad.

Esta temática también se ha reflejado en la Declaración de Derechos de Virginia (Estados Unidos) que, en su artículo primero establece, entre otras cuestiones «…perseguir y obtener felicidad..»  La felicidad también es consagrada en la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano del 26 de agosto de 1789, en cuyo preámbulo se establece que: “Los representantes del pueblo francés…han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre…a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo…redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos”. Así mismo está en la Constitución de Japón y de Corea del sur, en «el buen vivir» de las constituciones de Ecuador y Bolivia, en Bután y la felicidad nacional bruta, en una iniciativa del Presidente Sarkozy y del Gobierno del Reino Unido -durante el Primer Ministro Cameron- quien inició un periodo de consultas para elaborar un «Índice de la Felicidad», o en las afirmaciones del Presidente Macri vinculando la felicidad al protagonismo de la gente, entre otras menciones.

Las aspiraciones reflejadas en las encuestas de economía y felicidad, así como en las normas o en declaraciones políticas, deberían estar articuladas -a nivel nacional y global- en base a lo acordado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y con medidas concretas y prácticas. Habrá que verificar con indicadores y evidencias empíricas si nos acercamos o no a los mismos,  y por lo tanto si vamos convergiendo o no a dicha felicidad.

En síntesis, tal vez la clave sea ir consensuando democráticamente (por lo tanto «no imponer») la articulación de una cultura que vaya expresando la sabiduría (en el sentido aristotélico) a través de una educación que la promueva no sólo en los valores y actitudes sino también en prácticas personales, grupales, socioeconómicas y políticas. Los resultados habrá que irlos revisando (en base a la evidencia científica y no a sesgos cognitivos o ideológicos) y verificando si son o no satisfactorios. La «practicidad» del zorro -articulada con el conocimiento científico- y la sabiduría del erizo, seguramente nos pueden ir conduciendo gradualmente hacia un mundo mejor.

 

De la Libertad Negativa a la Positiva

Entre los anhelos y deseos fundamentales del ser humano está la libertad. El intelectual Isaiah Berlin, que pusimos en la imagen de la entrada, distinguió a la libertad negativa de la positiva. La primera se caracteriza porque nada ni nadie restrinja la libertad del individuo, mientras que la segunda es la facultad de tomar decisiones que conduzcan a la acción. La acción puede ser la autorealización personal, co-crear con otros o realizar acciones solidarias, pero también -advierte Berlin- puede conducir al totalitarismo en tanto no respete la libertad de los demás.

En primera instancia vamos a intentar profundizar un poco más en el concepto de libertad negativa. Si bien es bueno que nada ni nadie restrinja mi libertad, también es cierto que puede esconder una concepción individualista y defensiva frente a terceros, si todo empieza y termina en una libertad «negativa». Tal vez esta fue la concepción de la cultura sueca a partir de los años 70 (vinculada con el manifiesto político en 1972: La familia del futuro: una política socialista para la familia), según este link.  En el mismo se menciona el film ««La teoría sueca del amor  donde se presenta aquel ambicioso manifiesto elaborado en el gobierno de Olof Palme y en el que se apostaba por despegarse de las estructuras familiares anticuadas y buscar la independencia, “el valor más sueco de todos”. “Había llegado el momento de liberar a la mujer del hombre, liberar a la gente mayor de sus hijos, liberar a los adolescentes de sus padres elaborando un manifiesto La familia del futuro”, dice el narrador de la película. La idea era que ningún adulto dependiera económicamente de ningún familiar. “El principio es muy simple: cada individuo debe sentirse como un ente autónomo y no como un apéndice de su cuidador. Y para lograrlo hace falta crear las condiciones económicas y sociales. Y a partir de ahora solo las relaciones auténticas nos mantendrían unidos”. La nota termina diciendo: «La nueva vida del doctor Erichssen, un cirujano sueco hoy en un hospital de campaña en Etiopía – “aquí he encontrado un sentido a la vida”-, y las palabras del célebre sociólogo polaco Zygmunt Bauman terminan, finalmente, por despejar la clave de la verdadera felicidad. “Los suecos han perdido las habilidades de la socialización. Al final de la independencia no está la felicidad, está el vacío de la vida, la insignificancia de la vida y un aburrimiento absolutamente inimaginable”.

Más allá de los aspectos culturales (en las distintas sociedades) y de los vínculos humanos más íntimos, están todos los enfoques filosóficos, políticos y socioeconómicos.  Allí estarán -por ejemplo Hobbes- que justificarán la creación de un estado que garantice esta libertad negativa («de hombres lobos del hombre») y ciertas posiciones de liberalismo extremo o de anarcocapitalismo, que plantean -entre otras cosas- que pagar impuestos es un «robo» (incluso sostienen que la defensa y la seguridad pueden ser proporcionadas por empresas privadas).

En el marco de los que tienen un concepto de libertad negativa están los anarquistas individualistas (y dentro de ellos, aunque no sólo, los anarcocapitalistas ya mencionados). En cambio los anarquistas societarios o socialistas consideran la libertad individual como conceptualmente relacionada con la igualdad y juegan la libertad positiva en la comunidad y la ayuda mutua. Según fuentes como la Wikipedia, valoran la libre asociación de personas y la convivencia y la cooperación en comunidades libres, e incluyen  (pero no está limitado) al expresiones como el anarcocolectivismo, el anarcocomunismo, el anarcosindicalismo, la ecología social (municipalizo libertario) y la economía participativa.

Algunos anarquistas -como Bakunin y Malatesta- justificaron en alguna oportunidad (como «defensiva»)  la violencia, mientras otros -como Tolstoi (que se lo ha visualizado como una forma de anarquismo cristiano) han sostenido la «no violencia». Si bien el anarquismo tiene raíces antiguas, tomó fuerza con la modernidad y continúa en grupos reducidos hasta nuestros días.

Más allá del liberalismo extremo y de las variantes del anarquismo como expresiones «radicales» de la libertad, desearíamos enfatizar a la libertad positiva vinculada con otros valores y como una posibilidad deseable de co-crear, co-construir, cuidar y generar vínculos de solidaridad y empatía compasiva, que nos permitan construir una amistad social (por lo tanto que no apele a la violencia o a la coerción) y poder así converger a un mundo mejor