El Cambio

El cambio denota la transición de un estado a otro, y puede ser un proceso de transformación gradual  -con continuidades y rupturas- o brusco y radical. Aquí se lo intentará abordar desde lo sistémico, con especial énfasis en lo socioeconómico. No se analizará -por razones de espacio- la cuestión del acelerado cambio tecnológico y el rol de la inteligencia artificial, así como las implicancias del cambio climático.

Las rupturas bruscas (aunque son resultado de un proceso) y radicales son las que denominamos revolución, y están asociadas a la violencia. Múltiples evidencias históricas (la más notable es la de la ex Unión Soviética) nos muestran que el cambio cualitativo profundo que pretendieron (una nueva sociedad, superar al capitalismo con el socialismo) no sólo no fue alcanzado en el tiempo, sino que se volvió a variedades de capitalismo. Algo similar se puede afirmar de otras experiencias como China, Vietnam, etc., otras que están en duda (como Cuba) y algunas que han devenido en desastrosas (el caso actual de Venezuela). Superar la propiedad privada y el no compartir (o la injusticia y la desigualdada través de la coerción extrema no ha sido eficaz y viable.

Respecto de lo que opina «la gente» en cuanto al tipo de cambio social, en una medición de World Values Survey que comenta Marita Carballo, hacia el año 2000, la opinión en Argentina y en un promedio mundial, es la siguiente:

TIPO DE CAMBIO SOCIAL

1984

19911999MUNDO 1999
Acción Revolucionaria

12%

8%4%

12%

Reformas Graduales

77%

81%81%

70%

Preservar la Sociedad Actual11%11%15%

18%

Seguramente la subjetividad que se expresa en estas opiniones está influida por múltiples elementos. De todos modos, más allá de las influencias, tal vez podamos coincidir en que predomina el escepticismo sobre los resultados de la acción revolucionaria, y también que los defensores del «statu quo» o «el no cambio» son minorías. La gran mayoría, tanto en Argentina como en el mundo, prefiere las reformas graduales, y seguramente irlas evaluándolas críticamente de modo de medir sus impactos y resultados. De todos modos es importante precisar ¿qué se entiende por ellas? o ¿cuál es la direccionalidad de las reformas?. Simplificando de manera estereotipada y polar: algunos la entenderán desde un enfoque neoliberal y otros desde la construcción de un estado posible y eficaz de bienestar tendiente al pleno empleo y a la cobertura de los más frágiles (*). Más allá de las palabras que se utilicen habrá que ver su significado e implementación en la práctica. En el medio entre ambas hay muchas variantes y matices de distintas alternativas. El tema de la direccionalidad se retoma a continuación, desde la perspectiva de lo que se viene escribiendo en este blog.

En el marco de lo que se viene de mencionar están las experiencias de transformación gradual que -en particular desde posiciones de centro y de izquierda- se han denominado como «reformismo«. A nivel de enfoques y de corrientes de pensamiento y de prácticas han sido abarcadas por la socialdemocracia, o también por otros intentos y experiencias vinculados con el socialcristianismo y las llamadas «terceras vías». Si nos ceñimos a la socialdemocracia podemos afirmar que los más exitosos, aunque restringidos por el contexto cambiante de la globalización, han sido los países escandinavos. En la entrada de este blog denominada «las alternativas a lo hegemónico» hemos tratado de desarrollar más este tema. Si bien no es posible trasladar automáticamente experiencias de un país a otro, los países escandinavos son un ejemplo de experiencias institucionales en lo socioeconómico y político, con una determinada historia cultural, que han buscado combinar desarrollo económico, mayor igualdad y bienestar. Claro, esta alternativa no satisface al pensamiento radical y al «jacobinismo» que dicen que no se han extirpado de cuajo las principales características del capitalismo, sino que se lo ha moderado, es más igualitario, más humano… pero esto no los satisface como sociedad ideal.

¿Hay posibilidad de otro tipo de transformaciones? Entendemos que para responder a esta cuestión hay que ir «más allá de la razón y la objetividad» de la modernidad e incorporar «lo subjetivo y vincular» desde otra perspectiva y superando el individualismo que no quede sólo en la interioridad sino que se exprese en múltiples dimensiones concretas y objetivas nuevas que vayan de lo micro a lo macro. En lo micro nos ubicamos nosotros como personas que tenemos una evolución -de acuerdo al enfoque de pensadores como Piaget y Kohlberg– donde pasamos por distintos estadios o niveles, según cada caso y contexto cambiante. En ellos hay momentos de placer y felicidad, y en otros de frustración y sufrimiento. Este último puede ser una posibilidad de cambio positivo dado un crecimiento postraumático, o -si no es bien procesado- de daño parcial o irreparable.

En este blog hemos intentado modestamente recorrer este último recorrido de lo micro a lo macro. En este camino debemos pasar por la ley y la autoridad, que nos estimulen o den empujones para el bien, así como tener conciencia de que existe el límite, la justicia y el castigo. Esto nos enseña que «todo no da lo mismo» y que «el fin no justifica los medios«. A partir de esta base hemos enfatizado el rol que puede jugar la cultura en general y la educación en particular, el compartir, canalizar nuestra energía sin dominar a los demás, el desapego de lo material concibiendo el progreso de otra manera, la importancia de la fe vinculada a la resiliencia y al amor a la vida, el evolucionar como civilización y con «otras economías» (en especial con otros valores, social y solidaria, del bien común, ecológica….), dentro de una economía plural y una sociedad democrática que vaya incorporando otros procesos, instituciones y resultados relacionados con lo que venimos de mencionar. Todo esto debería conducirnos a una experiencia postcapitalista donde predominen estas cualidades, según nuestro entender.

Sin duda, lo anterior no es fácil y podrá caracterizarse desde un lado «escéptico» como utópico, planteando que sólo se pueden mejorar las instituciones del capitalismo (a fin de que -por ejemplo- sea menos desigualy que el ser humano -en la práctica- no puede evolucionar más allá de cómo se comporta en este sistema (con sus variedades). En términos de Kohlberg sólo oscilar entre los estadios evolutivos 2 a 5, y nunca poder llegar al estadio 6 o niveles superiores de trascendencia (alcanzados por personas como Gandhi, Martin Luther King, y tantos otros con una actitud y vivencia sapiencial). Por otro lado desde una «perspectiva idealista y revolucionaria» se planteará que tiene «sabor a poco» y se restringe a darle un rostro más humano al capitalismo. Entendemos que no es ni uno ni lo otro, y que deberíamos debatir en profundidad y sin prejuicios este tipo de caminos (como dice la imagen de la entrada) que nos pueden llevar a un mundo mejor.

(*) en el caso argentino teniendo en cuenta sus vaivenes y elementos como esteasí como la cuestión del desequilibrio estructural, que -de manera combinada- nos han llevado a situaciones como las que se viven a comienzos de mayo de 2018. Sobre la trayectoria de la crisis es interesante este video, desde el minuto 17 en adelante, con la opinión de la economista Marina Dal Poggetto. En lo que se refiere a la temática del ajuste se puede ver esta nota.

 

Impuestos, Sacrificio, Justicia y Solidaridad

Al final de la película «¿Conoces a Joe Black?», se menciona la frase que equipara «la muerte con los impuestos» como las dos únicas cosas «ciertas en la vida» (utilizada en Estados Unidos, -ver imagen de la entrada-). Tal vez, lo que subyace en la misma, es que el Estado es una realidad (para el individualismo y liberalismo extremo -en sus distintas versiones- es «un ladrón» o «peor que un ladrón vulgar» (1) o «un peso a sacarnos de encima«). Si es «una realidad», no hay otro remedio -si queremos vivir en sociedad y cumplir con la ley- que «sacrificarnos y/o resignarnos» y pagar impuestos (así como reconocer que «algún día nos vamos a morir»).

Hay otras visiones según las cuales, dada la escala humana, las diferentes situaciones que se presentan en los grupos humanos y las formas de generación, distribución y apropiación del excedente económico, se requiere de «alguien» que ejerza funciones de redistribución. Según la antropología esto comenzó con el pasaje del matriarcado al patriarcado, los jefes de las tribus o etnias, y después con las ciudades-estado hasta los estados de nuestros días. La redistribución puede tratar de ser «justa» o progresiva (el que más tiene más aporta hacia el que menos tiene) o regresiva (el que menos tiene menos recibe o aporta más proporcionalmente). Esto puede hacerse bien, mal o regular, dependiendo del caso. También cabe aclarar que, según Karl Polanyi, además de la redistribución, están el intercambio y la reciprocidad como componentes de todo sistema económico (dependen de la modalidad que tengan -en especial el intercambio- generarán más igualdad o más desigualdad).

Si partimos de una interpretación de la afirmación: «¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?» (de Caín a Dios, según la Biblia), y lo «único importante» soy «yo», no es válida la redistribución, ni un intercambio justo y menos la reciprocidad o la solidaridad. Por lo tanto hay una opción personal respecto del pago de impuestos (y en el marco de la ley y «si la evado» parcial o totalmente, o no, con los riesgos legales que conlleva). También hay una opción personal respecto si me involucro o no en una participación sociopolítica (directa o a través de representantes) de verificar con qué prioridades y modalidades se asignan los impuestos recaudados evitando la «opacidad», el excesivo costo de su gestión y la corrupción, en ese «pase de manos» que hace el Estado.

En la Argentina el 29-12-2017 se dictó la ley impositiva No. 27.430 (que modifica o complementa 34 normas). Ella, a su vez. ha sido modificada por distintas normas como la ley 27541 y, por los efectos de la pandemia, se dio marcha atrás con la rebaja del impuesto a los ingresos brutos. Cabe destacar que en 2019 en la Argentina había 163 tributos entre Nación, Provincias y Municipios, y que durante 2020 se modificaron o crearon catorce impuestos. Sin duda esto (y, en particular, tributos acumulativos como ingresos brutos) afecta seriamente la actividad económica (la competitividad), la creación de empleo sostenible en el tiempo y fomentan la informalidad. Todo ello en un contexto de fuerte caída de la actividad económica por efecto de la cuarentena, importante emisión monetaria para financiar el déficit estatal (agravado por el sostenimiento de personas y empresas afectadas por el Covid-19), endeudamiento, un cuarenta por ciento (al menos) de la población pobre, una historia de evasión y elusión impositiva (que ha requerido de reiterados blanqueos), sobredimensionamiento del Estado en determinadas áreas, ausencias y falta de eficacia en otras, entre otras características.

A fines de 2023 (con motivo del proceso electoral) se sacó el impuesto a las ganancias, y como esto desfinanció al estado nacional y en particular a las provincias, se está discutiendo su reimplantación. Hay distintas posiciones a favor y en contra (en particular porque está actuando aún el «impuesto inflacionario») pero hay especialistas que señalan que sería justo y necesario volverlo a implementar y que existe en la mayor parte de los países del mundo.

¿Podremos pasar de:

  • parches y superposición de tributos a una reforma fiscal racional (2) que articule la justicia distributiva con el fomento de la actividad económica, de manera simultánea?
  • individualismo y el sacrificio en el pago de impuestos a ser justos y solidarios con nuestros hermanos pobres, los desempleados por falta de oportunidades, capacitación o efectos de los cambios tecnológicos, y no pedirles sacrificios a ellos sino que hagan lo que puedan y tienen que hacer (como educarse, capacitarse y buscar activamente formas de inserción posibles)?
  • «no te metás» a involucrarnos directamente (en nuevas formas participativas) y/o indirectamente (a través de nuestros representantes) en ver cuales son las prioridades y modalidades de asignación de los impuestos en bienes públicos de calidad y sin corrupción?
  • «que se haga cargo la política y el Estado» a sumarnos activamente desde la ayuda solidaria y con modalidades de intercambio justo?
  • alto costo de carga tributaria a las empresas a una menor carga tributaria a quienes emprenden y generan valor?
  • que «no me pidan a qué aporte más impuestos» a «si estoy en una situación económica holgada (como «mínimo») acepte que las personas paguemos progresivamente más? Ello se podría reforzar si hubiera consenso de que –a largo plazo– vayamos tendencialmente a un estado del tipo de los «países nórdicos» (con las adaptaciones del caso) y saber que nuestro dinero es bien asignado.
  • «me llevo la plata afuera» a «vamos construyendo confianza entre todos» e invirtiendo en el país?

entre algunos consensos que seguramente nos puedan llevar a un mundo mejor.

Queda para otra reflexión la importancia y resolución del abordaje fiscal a nivel internacional (con su correspondiente institucionalización) a fin de reducir la desigualdad en el mundo, las emigraciones por razones económicas y la construcción de una paz asociada a la justicia y la solidaridad.

(1) Según Nikolaus Piper, en su libro «La Espiral de Jenofonte. Una historia coloquial de la Economía», Ed. Cántaro, Buenos Aires, 2005, pág. 26 y luego 84 y ss.) el pago de impuestos al Estado surge para que cumpla con sus funciones de «seguridad y defensa», es decir para que a los campesinos y mercaderes de la antigüedad no les robaran otros, se someten a «los reyes sumerios» (o «ladrones asentados») que era el estado naciente. Es una explicación que toma del economista Mancur Olson. Para un enfoque más actual vinculado con la evasión impositiva ver este video.

(2) Entre las propuestas que se puede mencionar a esta.

PD: para un mayor detalle sobre el debate de la cuestión impositiva se puede ver esta mesa redonda del 28/8/18, que permite actualizar esta temática a esa fecha. A fines de 2020 se reavivó el debate sobre los impuestos, a raíz de la sanción del impuesto a la riqueza (en realidad  llamado «Aporte Solidario y Extraordinario para ayudar a morigerarlas los efectos de la pandemia»). Sobre el mismo se han vertido distintas opiniones a favor y en contra (en especial por su superposición con el impuesto a los bienes personas y que -en algunos casos- grava capital productivo). Entre las diferentes opiniones se menciona esta de Hernán Lacunza. Sobre la cuestión fiscal en Suecia (como un posible «arquetipo») es interesante esta nota. En cuanto a la relación entre impuestos y equidad es relevante esta reflexión.