Economías con Ecovillas

Muchas personas aspiran a vivir en armonía con la naturaleza y con otros seres humanos. Algunos lo logran en su pequeño grupo, en el lugar en que viven (aunque sea muy parcialmente) y desempeñan sus actividades, y otros generan un espacio específico llamado «ecovillas» o «ecoaldeas» (ver redes como esta donde se listan quienes pertenecen a la misma, o Gaia, entre las principales).
Esta temática está emparentada a la permacultura, a modalidades comunitarias como el ecocomunalismo, la economía social y solidaria, el bioregionalismo, al postcapitalismo (que hemos desarrollado en una nota en este blog), a la economía ecológica, entre otras.
En cuanto a las ecoaldeas, del largo listado que figuran en las redes más arriba mencionadas, el diario El País de España menciona a Auroville (de la que se ha tomado como imagen de este texto), como una ciudad de «otro mundo posible». En la nota dice que «en 1968, en pleno boom de la generación flower-power, nació una ciudad internacional a modo de laboratorio en el sur de la India. Auroville, Villa Aurora o ciudad del Amanecer, es un concepto en contínua construcción creado por la discípula de Aurobindo, un pensador hindú e impulsor del «Yoga Integral». Mirra Alfassa, conocida como «la Madre», impulsó la creación de un asentamiento urbano donde hombres y mujeres de todas partes del mundo pudieran vivir en armonía y paz sin que sus diferencias culturales o religiosas afectaran a su convivencia. Municipio protegido desde su nacimiento por la UNESCO, es la materialización de un sueño que Alfassa tuvo al poco de morir su maestro, y que se construye a modo de ciudad utópica cuyo objetivo es la experimentación en la unidad humana. Un proyecto único en el mundo». BBC News también destaca algunas de sus características, que se puede actualizar en el sitio oficial de la ciudad.
En Argentina como referencia general se puede ver este link (y experiencias como las de Ecovilla Navarro y otras), y además se puede consultar este sitio de Gaia (con los condominios Amanecer y Primavera), y esta actualización a septiembre de 2020. También son de destacar iniciativas como las de Tamara Rufolo y el proyecto en curso denominado Aluna Ecoaldea.
Si bien los múltiples casos que venimos de mencionar no constituyen «lo hegemónico», podemos visualizar que han dejado de ser consideradas como una quimera o algo imposible de concretar, sino que se van multiplicando a lo largo de todo el mundo. Son un testimonio concreto de otro tipo de vida, de desarrollo local, de retención de población rural y de absorción de población urbana de alta conciencia que aspira a otro tipo de vínculos con el medio ambiente y a relaciones no mercantiles. Seguramente la articulación de estas experiencias con energías renovables (como la solar), avances en las tecnologías de agricultura orgánica (en particular en el control de plagas), en las ciudades verdes, la arquitectura sustentable o verde… que sumado a iniciativas de producción limpia e impresoras 3D cada vez más sofisticadas (que posibilitarán el pasar a ser prosumidores a familias y pequeñas comunidades), pueden ayudar a converger a un mundo cada vez mejor.

Plan A, Plan B… para un mundo mejor

Una lectura institucional sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible a alcanzar por la humanidad a través de la Organización de las Naciones Unidas, nos plantea una mirada esperanzadora para un mundo mejor. Sin embargo las noticias cotidianas de los periódicos y distintos indicadores nos señalan una brecha significativa entre estos objetivos y la realidad que se expresan -entre otros- en un capitalismo desigual y un mundo preocupante. Podríamos denominar a este escenario como «plan a» o «el plan en curso».

Un plan b podría ser el de encarar un salto evolutivo y realizar un cambio cultural significativo como el que plantea el Club de Budapest y numerosos referentes a nivel mundial. Para ello deberían reconocerse los profundos problemas y dificultades que tiene la humanidad, y realizar un diálogo sincero como se plantea al final de la Encíclica Laudato Si, del Papa Francisco o apelaciones como las realizadas por el Dalai Lama y otros referentes espirituales. Esto implicaría trascender al capitalismo, las relaciones de poder hoy vigentes y transformar la civilización, con un enfoque prospectivo adecuado. Sin duda es difícil, pero no imposible. A este escenario lo denominaremos «plan b» y más deseable que el anterior.

Entre los planes que pudiera haber, podríamos elaborar un «plan c» que consistiría -expresado en lenguaje llano- en un «sálvese quien pueda» pero planificado, ordenado y ejecutado de la mejor manera posible. Notas de periódicos como esta hace referencia a que «el 66% de los millennials estadounidenses -jóvenes entre 21 y 32- no tiene nada ahorrado para su retiro porque simplemente no cree «que el capitalismo exista para entonces.» Esta conclusión de la revista Salon surge del análisis de opiniones y testimonios ante la viralización de un informe de la CNN que reveló ese preocupante porcentaje. «Mi plan de retiro es la muerte» y tuits similares se multiplicaron en la red, fogoneados por quienes ven el 2050 como el borde de un abismo. Crisis climáticas, concentración de la riqueza y privatización de los programas de bienestar son algunos de los miedos que expresan estos jóvenes (pertenecientes a la generación más golpeada por la pobreza según una encuesta reciente), quienes se imaginan compartiendo «comunidades autosostenibles» como «su única forma de supervivencia en la vejez.»

En línea con lo que piensan -entre otros- el 66% de los millenials estadounidenses, habría que ir implementando, desde ya y a ritmo sostenido, ecovillas o eco aldeas en medios rurales actuales y a «colonizar», energía solar y eólica en las viviendas actuales, experimentación de cultivos de hidroponía en medios urbanos,  reutilización del agua, enseñanza en las instituciones educativas de aplicación de manuales de supervivencia, de convivencia y de artes y oficios básicos para mantenimiento autónomo, desarrollo y aprendizaje de impresoras 3D de fabricación de alimentos y otros elementos de la vida cotidiana, reserva de semillas (al estilo de Noruega) y liofilización de alimentos, entre otras cuestiones fundamentales. Este plan no es lo deseable, como el «b», pero es una base para la vida de generaciones futuras que sienten que es difícil cambiar este mundo y luchar contra la estupidez humana.