Requisitos para el cambio

En este blog hemos publicado una nota sobre lo que entendemos por «cambio«, en cuanto a lo macro y al sentido del mismo, así como en otra nos hemos referido a la cuestión de los principales elementos de un abordaje sistémico, pero no hemos desarrollado los requisitos o los elementos que juegan en un proceso de cambio. Aquí tomaremos algunos ejemplos de las organizaciones y de los cambios en las personas que, con adaptaciones y siendo conscientes de su mayor complejidad, pueden trasladarse a naciones o cuestiones macro.

En lo que se refiere a las organizaciones, según esta nota, «se encuentran en procesos de cambio, al igual que cada uno de nosotros como seres humanos; este aspecto, dentro de la existencia, es una constante. Sin embargo, a pesar de ese conocimiento, los seres humanos relacionamos el cambio con emociones de temor y con pensamientos basados en creencias limitantes (Jung las denominaría la sombra), por cuanto preferimos estados de inercia (Newton), estáticos o de comodidad.. Entre sus componentes transversales están las cuatro estructuras por transformar dentro de un proceso de cambio: estructura mental, estructura emocional, estructura física y estructura de consciencia. Comprendemos el proceso de gestión del cambio como una espiral que se convierte en una autopista o camino ascendente, que pasa por etapas y fases, como describe Kotter, pero que requiere alquimia (fuerza o energía, con sabiduría) para transformar el lado de sombra (Jung), o las fuerzas restrictivas (Kotter) dentro de las cuatro estructuras. Al aplicar energía o fuerzas impulsoras (Lewin) o de velocidad de aceleración (Einstein), materializamos estados diferenciales de cambio, transformación y evolución».

En esta referencia se menciona lo que John Kotter, en su libro «Nuestro témpano se derrite«, plantea ocho pasos para llevar adelante un proceso de cambio:

  1. Crear un sentido de urgencia,
  2. Crear equipos guía
  3. Crear una visión y estrategia
  4. Comunicar la visión
  5. Habilitar/capacitar
  6. Generar éxitos a corto plazo
  7. Consolidar logros/persistencia
  8. Anclar la cultura.

En esta nota de Enric Arola (de donde tomamos la imagen de la entrada *) hace una reflexión sobre los requisitos o el proceso del cambio personal que -como expresamos al comienzo- podrían adaptarse y complejizarse a organizaciones y naciones, y consistirían en:

  1. ¿Dónde estoy? Se trata de una primera fase de descubrimiento personal para tomar realmente conciencia de cómo estoy viviendo mi vida. En esta fase es bueno dedicar tiempo para la reflexión personal, pero también pidiendo la visión de los demás. También ayudan mucho las herramientas de feedback que solemos utilizar en los procesos de desarrollo personal. Y aplicar la teoría del enfoque sistémico.
  1. ¿Qué quiero? En esta fase, y después de mirarme al espejo, estoy preparado para decir que SÍ quiero ver o tener más en mi vida. Es un momento donde todo es posible, donde hay que pensar y desear EN GRANDE. Sólo así mi sueño máximo será más fácilmente realizable.
  1. ¿Qué necesito? Es el momento para reflexionar sobre lo que necesito para ir de donde estoy a donde quiero estar. Se trata de construir el puente necesario para ir a la otra orilla. Tenemos que ser conscientes que un puente está formado por pequeñas y también grandes piezas, por lo que nuestra agenda de necesidades estará formada por retos más asequibles y otros mucho más retadores.
  1. ¿Qué creencias me limitan? En cualquier proceso de cambio personal tenemos que esperar la presencia de una “voz crítica” con lo que estamos intentando cambiar de lo que se venía haciendo hasta ahora. Una voz acusadora y desafiante que nos avisa de los daños que podrían sucederse si se rompe el status quo. Esta voz está en mi interior e intenta cubrir mis necesidades y protegerme, pero también me obstaculiza para que consiga mis deseos más profundos. Conocer mis creencias limitantes, entenderlas y familiarizarse con ellas es algo importante para no frustrar el proceso de cambio a nivel personal.
  1. ¿Qué creencias me dan fuerza? En esta fase se trata de encontrar aquellas creencias (reales y para nada forzadas) que también tengo y que me dan energía para seguir mi proceso de cambio. Se trata de ir sustituyendo progresivamente mis creencias limitantes por estas otras más posibilitadores, ya que el lenguaje que yo consiga tener conmigo mismo va a marcar un antes y un después de lo que pueda llegar a lograr en el vida.
  1. ¿Quiénes deben conocer mis deseos? Una vez sepa hacia donde quiero dirigirme y que debo potenciar más de mi liderazgo personal, es importante hacérselo saber a mi entorno. Es una manera de comprometerme no sólo conmigo, sino con el mundo acerca de cuál es mi intención para vivir una vida más feliz. Además, haciéndolo estoy pidiendo a las personas de mi entorno a que me sostengan e impulsen también en esa dirección. Y más aún, estoy preparándolos a que vean en mi cosas o actitudes distintas que, acertadas o no (estoy aprendiendo nuevos hábitos), responden a una clara intención de conseguir un objetivo mayor.
  1. ¿Quiénes serán mis aliados? De entre estas personas de mi entorno debo también seleccionar algunas para pedirles una cierta involucración activa en relación a mi proceso de cambio personal. Son individuos, cercanos o no a nivel emocional, a los que les iré pidiendo opinión, feedback, o con los que reflexionaré acerca de lo que quiero hacer de forma distinta.
  1. ¿Qué hábitos nuevos pongo en marcha? Este es el momento de la verdad. El momento para echar toda la carne en el asador y empezar a poner en acción estas nuevas acciones o hábitos que pretendo que me acerquen a mis objetivos. Se trata también de ponerle una nueva energía e intención al hacer las cosas y en relacionarme con el mundo; unas maneras que me impulsen a moverme en la dirección correcta. Se trata de una fase para experimentar, como conductor novato de un coche nuevo con prestaciones distintas al anterior, y por consiguiente a entender que no hay acciones frustrantes, sino curiosidad e ilusión por abordar las cosas desde nuevas dimensiones.
  1. ¿Cuál ha sido el impacto? Una vez iniciadas mis nuevas acciones necesito observar como yo mismo y mi entorno responsen a mi versión 2.0. Esto me ayudará a ver si voy en la dirección correcta o debo realizar algunos ajustes. Que mi entorno me muestre sorpresa, e incluso rechazo inicial, no tiene porque significar que he fracasado en el intento. A veces esto es una señal de lo contrario! Es decir, que voy en el buen camino y el entorno está intentando ajustarse a nuevas dimensiones de mi “nuevo yo”. Es aquí, y esta es una de las fases más retadoras, donde debo integrar sistémicamente mi beneficio personal con las necesidades y beneficio de mi entorno, para que mi cambio sea más sostenible y duradero en el futuro. En palabras de Gandhi, ser cada uno de nosotros el cambio que queremos ver en el mundo.
  1. … Y vuelta a la fase 1. El proceso de desarrollo personal es un proceso continuo que, como la vida misma, nos lleva a seguir subiendo peldaños con la esperanza de que, haciéndolo, estemos viviendo cada vez más la vida que queremos vivir, y así entender realmente que la felicidad tiene que ver con el trayecto y no tanto con el destino.»

Pasar de lo personal o grupal a una sociedad y una nación requiere de que todas las personas de buena voluntad, sea cual sea nuestro lugar, nos involucremos en el proceso de cambio de manera veraz y sincera. Allí habrá que consensuar los principales diagnósticos de cómo hemos llegado a esta situación, cuales son las principales cuestiones críticas a encarar, las dificultades (intereses, miedos, desconocimiento de las implicancias, valores y prioridades a consensuar…) que traban el proceso de cambio, hacia donde queremos y podemos ir a mediano y largo plazo (compartiendo una visión y un plan estratégico en el marco de un mundo preocupante) y cuales son los instrumentos y procesos a poner en marcha. Tendrán un rol más importante los intelectuales y científicos de las distintas disciplinas (en particular desde la sociedad civil, las universidades y el estado), quienes forman opinión y valores para promover expresiones culturales relacionadas con la equidad y el amor en todas sus dimensiones (a través de los medios, las redes, los educadores -en particular en escuelas de ciudadanía, de formación para la política y para otras economías-, los diferentes líderes religiosos, sociales y culturales), quienes hacen visible la situación de los más vulnerables, y –fundamentalmentelos líderes políticos representados en el Congreso y el Poder Ejecutivo que tendrán que formalizar, asignar y coordinar recursos para dicho proceso de cambio.

Ojalá que estos enfoques nos permitan tener «herramientas» para poder trabajar, de manera seria y persistente, en los distintos componentes que inciden en los procesos para un cambio sistémico hacia un mundo mejor.

(*) se agradece a Luciano Gerardi la edición y mejora de la imagen para colocarla en este sitio, respetando su fuente y referencia original.

Abordaje sistémico y territorio para el cambio

En esta página web hemos intentado plantear la cuestión de lo sistémico, y sus distintas dimensiones así como su complejidad. Ahora daremos dos ejemplos, sin duda perfectibles pero exitosos de cambios concretos: uno de una ciudad que pasó de una situación muy difícil (en cuanto a narcotráfico, criminalidad y pobreza) a ser catalogada como una de las más innovadoras del mundo: la ciudad de Medellín. El urbanismo social que se encaró articulado con un plan estratégico que la convierten en la actualidad en una smart city. En otro continente encontramos a Melbourne, en Australia, que viene siendo clasificada con el más alto ranking de mejor ciudad del mundo para vivir.

El otro caso es de una zona desértica en Egipto convertida en un vergel a través de un emprendimiento de Sekem (en antiguo lenguaje egipcio: «vitalidad – vitalidad del sol»), que se puede visualizar de manera sintética en este video . Ha desarrollado agricultura biodinámica en el desierto, productos alimenticios y algodón orgánico que se industrializa en el lugar, centro de salud y educación en todos los niveles y, en general, un gran desarrollo social y cultural.

En el caso de Argentina es interesante lo mencionado por María Eugenia Estenssoro en esta nota denominada «Lluvia de inversiones en Sunchales, capital nacional del cooperativismo». En las conclusiones del artículo plantea la relevancia de “los valores humanos que guían a las personas para utilizar esa valiosa materia prima para crear prosperidad y riqueza para el conjunto de la sociedad”. A ello se pueden agregar elementos que también aparecen en el artículo como ser capacidad de liderazgo y visión (como la de Alejandro Simón –CEO de Sancor Seguros– y quienes lo acompañan), de gestión tecnológica (como la del experto Oren Greshtein) y capacidad de aprendizaje de otras experiencias exitosas (como la israelí) que incidieron en este éxito.

Haberlo hecho en “la capital nacional del cooperativismo” (golpeada en los últimos años por las dificultades y falencias de la experiencia láctea cooperativa, y cuestionado como modelo viable en un sistema capitalista) le agrega un valor adicional. Como bien se expresa en la nota “fieles al espíritu pionero de los inmigrantes piamonteses y alemanes que hace 150 años fundaron esa comunidad, pero conscientes de los desafíos del siglo 21, los ejecutivos de Sancor Seguros decidieron emular el ejemplo israelí, un país que hace 30 años producía principalmente flores y naranjas y hoy es uno de los grandes exportadores de tecnología del mundo”. Por lo tanto el rol de la/s cultura/s en los procesos de cambio, el que se puedan trasladar experiencias exitosas (no mecánicamente, y con la debidas adaptaciones y cuidados) y que puede haber una economía plural dentro de un sistema, es algo muy digno de destacar en este desarrollo territorial que lo excede ampliamente en su proyección.

Hay otras experiencias de abordaje sistémico como es el caso de los pactos territoriales. Algunas de ellas en el marco de un planeamiento estratégico y de una prospectiva que busca articular la gobernanza de las experiencias sectoriales y horizontales en el territorio, así como las principales «microexperiencias», además de todos los enfoques e iniciativas concretas que se vienen mencionando en este blog. Solo hemos querido mencionar dos -pasar del desierto o de una historia muy difícil-  que nos da una esperanza concreta de que se puede avanzar hacia un mundo mejor.

PD: Para el caso del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) es interesante esta nota, y más en general esta exposición de Daniel Chain en un Foro Metropolitano.

Prevención en Salud

El término enfermedad, según la Wikipedia,  proviene del latín infirmitas, que significa literalmente «falto de firmeza». La definición de enfermedad según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la de “alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible. La salud y la enfermedad son parte integral de la vida, del proceso biológico y de las interacciones medio ambientales y sociales. Generalmente, se entiende a la enfermedad como la pérdida de la salud, cuyo efecto negativo es consecuencia de una alteración estructural o funcional de un órgano a cualquier nivel». Para un debate más amplio se pueden ver artículos como este.

En una nota del diario El País se comenta que el biólogo Sean B. Carroll narra en su libro ‘Las leyes del Serengeti’ la historia de los pioneros que descubrieron los códigos que regulan la salud humana y la de los ecosistemas naturales. Entre otras cuestiones se menciona que «además de un relato fascinante de la búsqueda de las leyes que regulan la vida a través de sus protagonistas, el libro de Carroll es un alegato de confianza en la ciencia y una llamada a la acción. El ser humano se ha convertido en una especie con un impacto sin precedentes dentro del ecosistema global. Su acción ha provocado desequilibrios que ya empiezan a volverse en su contra, pero conocer y aplicar las leyes del Serengueti, que el autor expone en el libro, pueden evitar el desastre. El conocimiento ha permitido logros improbables en el control de la vida por los humanos, como la eliminación de la viruela o la recuperación de entornos naturales dañados».

De lo anterior se puede inferir que subyacen la importancia de la armonía y el equilibrio tanto en la vida humana como en la del medio ambiente, así como un «alegato de confianza» en la acción humana. Para que esto último suceda deben tenerse en cuenta enfoques como los del Dalai Lama (ver la imagen de la entrada).

Un visión integral del concepto de salud lo dió la Conferencia Internacional de Atención Primaria de la Salud de Almá-Atá, en 1978, patrocinada por la OMS/OPS y UNICEF, donde la definieron como «aquel estado de total bienestar físico, social y mental, y no simplemente la falta de enfermedades o malestares, siendo un derecho humano fundamental y convirtiendo a la búsqueda del máximo nivel posible de salud en la meta social más importante a nivel mundial, cuya realización requiere de la participación de otros sectores sociales y económicos en adición al sector salud». Esto va en línea lo expresado por médicas como Lilian Corra, especialista en medio ambiente.

A comienzos de 2020 un aspecto muy importante es la cuestión de la prevención en pandemias, como es el caso del coronavirus evitando situaciones como estas.

La perspectiva del cuidado (tan afín a lo femenino), como la búsqueda de la armonía y el equilibrio de una manera sistémica, nos pueden conducir a un mundo saludable y mejor.

PD: Para ampliar sobre esta temática se pueden ver links generales como este, sitios de Argentina (con recomendaciones como esta), de España, de Europa, lo vinculado a QALY, y en este sitio de la OMS hay 1370 resultados, entre otros.