Economía de las Materias Primas

No es una definición de economía que ha prevalecido, pero es muy importante y es la que se refiere al enfoque «sustantivo» de la economía, planteado por Karl Polanyi. Es decir, la economía está para plantear y resolver la cuestión del sustento de la especie humana.

En lo anterior juegan un rol central las materias primas que surgen de la naturaleza, y en especial las vinculadas con proveer la energía humana a través de los alimentos, así como la energía que surge de los recursos no renovables (hoy en cuestión), de los renovables y de los minerales para la manufactura.

Si lo anterior escasea o es abundante, si su precio es alto o bajo, ello tendrá un gran impacto en el desarrollo económico.

En esta excelente nota de Eugenio Diaz Bonilla hace un recuento de los principales efectos económico-sociales, políticos y geopolíticos que ha tenido en el mundo en los últimos cincuenta años. La misma concluye diciendo que «la historia de nuestra región muestra que mientras que no seamos capaces de construir economías diversificadas y con amplia inclusión social, aprovechando nuestros enormes recursos humanos y naturales, vamos a seguir sufriendo con las alzas y bajas de las materias primas. Ojalá que aprendamos para el incipiente ciclo que está insinuándose».

Por su parte en esta reflexión de David Kohn se hace una reseña de las últimas dos décadas de los precios de las commodities y su volatilidad en los países emergentes y concluye diciendo que «algunas economías productoras y exportadoras de commodities, como Australia, Nueva Zelanda, Noruega o Chile, han implementado fondos de estabilización soberanos y reglas fiscales con el objetivo de moderar la ciclicidad de los ingresos del gobierno y atenuar los efectos de cambios en precios de commodities en sus economías. En el caso de Chile, en el año 2006 se creó el Fondo de Estabilidad Económica y Social, que reemplazó al Fondo de Compensación del Cobre creado en 1987, para acumular ingresos fiscales en tiempos de alto precio del cobre y usarlos para financiar gastos en los períodos de menor crecimiento. Dichas políticas pueden contribuir a la estabilidad macroeconómica y ser especialmente útiles en países muy dependientes de los precios de commodities, como es el caso de Argentina que en 23 de los últimos 60 años ha sufrido una caída de su producto interno bruto –más que cualquier otro país en el mundo en ese periodo–.»

Ambas conclusiones son muy pertinentes ante un mundo tan cambiante e incierto, y con grandes desafíos como el cambio climático y los efectos del acelerado cambio científico-tecnológico.

 

Economías con liberalismo social

En esta entrada hemos hecho referencia a la economía clásica, que nació como «ciencia» bajo el influjo del liberalismo. Pero ¿qué es el liberalismo?. Al respecto es muy interesante esta nota de Alejandro Poli Gonzalvo, que la contextualiza en el debate de la Argentina actual. La misma se denomina «La defensa del liberalismo frente a libertarios y anarcocapitalistas«. Para quienes no tienen acceso a ella, nos permitimos transcribirla a continuación. Comienza diciendo que «el liberalismo es la doctrina filosófica, política y ética que alumbró el mundo moderno. Sus principios y valores desterraron los absolutismos y toda forma de colectivismo de izquierda y derecha y fueron la cuna de los derechos humanos y la libertad individual. Su evolución posibilitó la república y, más tarde, la democracia liberal. En las naciones donde prevaleció produjo una prodigiosa era de progreso y libertad, cuyos logros están a la vista.

Sin embargo, en el siglo XX el liberalismo afrontó el desafío de compatibilizar su doctrina con el rol creciente del Estado. Durante el período anterior, fue enteramente compatible con el Estado porque cumplió a la perfección uno de sus objetivos básicos: limitar el poder del Estado sobre los individuos. A partir de la Segunda Guerra Mundial, tuvo la capacidad de adaptarse y de su seno nació el Estado benefactor, origen del período de mayor prosperidad que ha conocido la humanidad. La utopía liberal que soñaron Locke, Adam Smith, Hume, Kant, Constant, Jefferson, John Stuart Mill, Alberdi, entre otros, se había cumplido. Por eso, se debe afirmar que el liberalismo clásico acepta la existencia de un Estado que perciba impuestos que le permitan redistribuir recursos para cubrir funciones que la sociedad civil no puede desarrollar por sí sola. Hayek, uno de sus más lúcidos defensores, cuestiona el concepto de Estado mínimo que se limita a hacer cumplir la ley y escribe: “Lejos de preconizar tal modelo de ‘gobierno mínimo’, el autor de estas líneas considera fuera de toda duda que, en una sociedad avanzada, el Estado debe poder hacer uso de sus facultades recaudatorias para proporcionar ciertos servicios que el mercado no puede en absoluto –o por lo menos de manera suficiente– ofrecer” (1).

Sin embargo, el peso adquirido por el Estado llevó a una creciente hipertrofia de sus funciones y a la absorción de inmensos recursos de la sociedad civil. Ante ese escenario, nacieron corpus teóricos que atacaron la existencia de ese Estado desbordado de impuestos: se denominaron libertarios o minarquistas.

Robert Nozick (1938-2002) escribió una obra clásica de esa corriente de pensamiento, Anarquía, Estado y utopía. En sus dos primeras partes, Nozick presenta su concepción del Estado mínimo, que resume en dos frases: “El Estado mínimo es el Estado más extenso que se puede justificar. Cualquier Estado más extenso viola los derechos de las personas”. Mediante una argumentación no contractualista, Nozick postula el Estado mínimo, cuyas únicas funciones son brindar protección y justicia a los individuos y garantizar la propiedad privada. A diferencia del Estado liberal, Nozick no acepta que se puedan imponer tributos a los individuos para ser redistribuidos. Todas las funciones básicas de educación, salud, acción social, etc., no son asumidas por el Estado y quedan a cargo de los ciudadanos y de las instituciones civiles que creen voluntariamente.

En la tercera parte del libro, “Utopía”, a partir de su Estado mínimo, Nozick presenta un modelo ideal de sociedad, en el cual las personas humanas son libres de imaginar su mejor comunidad posible. Estas comunidades se crean sin restricciones de número, pues todos las personas tienen el derecho de imaginar su propia comunidad ideal. Las personas deciden libremente abandonarlas o permanecer en su ámbito. ¿Cuál es el elemento diferencial entre el Estado mínimo clásico y una comunidad libertaria? La posibilidad de adherir voluntariamente.

Aun cuando el Estado mínimo libertario parecería haber reducido al mínimo sus funciones, todavía surgirá otra teoría que directamente atacará la existencia del Estado: el anarcocapitalismo. Precedido en el siglo XIX por Lysander Spooner, su abanderado fue Murray Rothbard (1926-1995), economista estadounidense que, al igual que Hayek, formó parte de la escuela austríaca de economía, de la que se fue diferenciando. Escribe Rothbard en La ética de la libertad: “A lo largo de la historia, grupos de hombres que se dan a sí mismos el nombre de ‘el gobierno’ o ‘el Estado’ han intentado –generalmente con éxito– hacerse con el monopolio coactivo de los tableros de mando de la economía y la sociedad”, que incluyen todas las funciones de un Estado moderno. Ello ha sido posible por el monopolio del poder más trascendental: “El de extraer las rentas de los ciudadanos mediante coacción”. Acto seguido presenta su posición sin eufemismos: “Solo el Estado consigue sus ingresos mediante coacción, amenazando con graves castigos a quienes se nieguen a entregarle su parte. A esta coacción se la llama impuestos”. Y agrega: “Si, pues, los impuestos son obligatorios, forzosos y coactivos y, por consiguiente, no se distinguen del robo, se sigue que el Estado, que subsiste gracias a ellos, es una organización criminal, mucho más formidable y con mucho mejores resultados que ninguna mafia ‘privada’ de la historia”. La conclusión inevitable de esta tesis es que el Estado no debe existir. Así, desaparece toda noción de derecho público y el poder político se retrotrae a una red de contratos y asociaciones privadas voluntarias. Cada persona obtendría bienes y servicios de acuerdo con contratos celebrados en un mercado libre sin interferencias de terceros y, según Rothbard, esta deriva de relaciones económicas privadas generaría más riqueza que el liberalismo clásico. Esta tesis es indemostrable. Por eso, se ha señalado con acierto que la utopía anarcocapitalista es más bien una distopía cuyo desarrollo conduciría a un sistema feudal de vasallos que ceden partes de sus derechos a un señor a cambio de protección.

No corresponde llamar doctrinas liberales a aquellas que niegan el derecho público, ejercido de modo imparcial para el bien común, y solo avalan relaciones nacidas del derecho privado. El liberalismo fue y es una doctrina teórica que produjo una revolución de bienestar y libertad, es decir, que supo conjugar la protección de la libertad individual con un Estado que crea el ámbito para que los individuos se desarrollen según su propia concepción de la felicidad. Por su parte, los libertarios creen que el Estado moderno avanzó demasiado sobre los derechos de los individuos y, al denunciar esta forma de coacción, persiguen la utopía de un Estado mínimo que abandona todas sus funciones redistributivas, las malas pero también las buenas. Finalmente, el anarcocapitalismo apoya una concepción puramente privada, sin Estado, imposible de llevar adelante en la sociedad actual y que, aun si lo fuera, no conduciría a una utopía de libertad, sino a un mundo de grupos aislados donde a la postre los más fuertes impondrían su dominio sobre los más débiles. Retornaríamos al estado de naturaleza que imaginó Hobbes, donde el hombre es lobo del hombre, es decir, a una etapa preliberal del pensamiento político.

El liberalismo fue capaz de pasar de la teoría a la práctica y generar un mundo de libertad y riqueza innegables. Contrario sensu, el minarquismo y el anarcocapitalismo son teorías de aplicación imposible, útiles para combatir discursivamente los excesos del Estado moderno, pero no para construir una sociedad mejor. Es cierto que en nuestro país el Estado ha sobrepasado groseramente las funciones clásicas de un Estado de bienestar, pero el remedio para llevarlo a su auténtico rol no es proponer limitarlo a proteger a los ciudadanos o su destrucción, sino depurarlo, de común acuerdo con la sociedad civil, de una burocracia colosal e improductiva, de sus prácticas corruptas, de una maraña de subsidios a actividades no prioritarias dada la situación de pobreza de la población, de un sesgo clientelista que agobia a quienes producen con una carga impositiva injustificable, y reivindicar, eso sí, que el mercado es la mejor solución conocida para el crecimiento de la economía en un marco regulatorio y de respeto a la propiedad y los contratos que incentive las inversiones a largo plazo. La Argentina liberal construyó una nación próspera y con movilidad social. Debemos volver a sus fuentes.»

De todos los autores que se mencionan en este artículo, entendemos que el más interesante en cuanto a articulador de la libertad positiva con el bien común y la cooperación en una civilización, y por lo tanto en una sociedad y en una economía, es John Stuart Mill. Fue el precursor del liberalismo social y destacado impulsor del cooperativismo, como lo expresa en este artículo el Prof. Julio H.G.Olivera.

Finalmente se considera importante destacar lo valioso que tiene la libertad en la medida que sea canalizada positivamente, teniendo en cuenta los aspectos vinculados con lo social y la cooperación, tan importantes en general y en particular en la Argentina de hoy y del futuro.

(1) El autor no lo dice, pero si un comentarista expresa que el mismo Hayek plantea que el Estado -dejado a su evolución propia- siempre tiende a su expansión, seguramente mucho más allá de lo que se considera eficiente. Está planteado en textos como «La fatal arrogancia«.

Economías Neoliberales

Generalmente cuando analizamos un fenómeno aplicamos el esquema de «tipo ideal» de Max Weber. es decir de tratar de captar los rasgos esenciales. Esto es lo que intentaremos hacer con el neoliberalismo (algo hemos dicho en esta nota).

Como su nombre lo indica, el «neo» es un agregado al enfoque del liberalismo, del cual se deriva el liberalismo económico que surge a finales del siglo XVIII. A diferencia de este último que conllevaba la no intromisión del estado, el neoliberalismo supone una intervención activa del estado para «promover y organizar la economía de mercado» sin regulaciones que la distorsionen.

Respecto del origen del término neoliberalismo se ha señalado que lo utilizó, por primera vez en 1898, el economista francés Charles Gide para describir el enfoque del economista italiano Maffeo Pantaleoni. Luego se instaló por el economista alemán Alexander Rüstow en 1938, así como por economistas franceses como Auguste Detœuf  y Louis Marlio (entre otros), que trataban de encontrar un «tercer camino» o un «camino entre medias» de la disputa que, en ese momento, se libraba entre el liberalismo clásico y la planificación económica. Hubo dos hitos importantes en su génesis, desde una perspectiva general que va de la filosofía a la política, pasando por la economía, y ellos fueron: 1. El Coloquio Walter Lippmann en París en 1938  y -en 1947 en Suiza- la reunión y la fundación de la «Sociedad Mont Pelerin» (toma el nombre de la ciudad donde se realizó; ver los participantes en el link y sus diferencias en cuanto a los modos de intervenir del estado).

Desde sus orígenes a la actualidad dio lugar a distintas corrientes y tradiciones dentro del mismo como ser la escuela austriaca, la escuela de Chicago, el Consenso de Washington (1), la promoción del monetarismo y de la economía de oferta, el libre cambio o libre comercio, el ordoliberalismo, etc.

Las críticas al mismo son diversas (2) desde este artículo de The Guardian (o este), este publicado por tres economistas séniors del Fondo Monetario Internacional (donde dice que «está aobrevendido») hasta las fuertes críticas del Papa Francisco. En el caso de este último, en la Encíclica «Hermanos todos», en especial en el punto 168, donde dice lo siguiente: «El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales…».

Respecto de su aplicación. cabe destacar que luego de la crisis de 1929/30 y después de la segunda guerra mundial predominaron en muchos países industrializados los enfoques y políticas keynesianas, así como socialdemócratas en la segunda mitad del siglo XX (en particular en muchos países de Europa). Cabe destacar que, en el caso de Alemania, hubo cierta influencia de una derivación del enfoque neoliberal en la implantación de la economía social de mercado.

Sin embargo el neoliberalismo no pudo implantarse hasta la década de los setenta, y en particular de los ochenta y noventa del siglo pasado. Tal vez la más temprana experiencia, fue -a partir de septiembre de 1973- con la dictadura militar en Chile (aunque no llegaron a privatizar la industria del cobre) y en 1976 con la dictadura militar en Argentina (también no fue completa su implementación por presión de las fuerzas armadas). En Argentina luego se volvió a una política de características neoliberales con Menen-Cavallo (de 1989 a 2001). En Inglaterra se implementó con Margaret Thacher (1979-1990) y en EEUU con Ronald Reagan (1981-1989). Cabe destacar que, sin duda, también ha tenido influencia, la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989. Se ha acusado a gobiernos, como el de Donald Trump, de implementar políticas neoliberales en su país. Al respecto podemos afirmar que es cierto en cuanto a la reducción de impuestos a los sectores más ricos de la población así como en la desregulación de las normas federales para las industrias que utilizan energías no limpias, pero no es cierto en lo referido a su política proteccionista y «mercantilista» en su «guerra económica» con China, ni en lo que se refiere a las medidas de ayuda económica para sectores sociales que fueron afectados por la pandemia.

¿Cuales han sido los motivos por los cuales se han implementado enfoques y políticas basadas en el neoliberalismo? Sin duda no hay una sola explicación, sino varias que intentaremos describir:

  1. Un exceso de regulaciones hicieron que las mismas trabaran o ralentizaran decisiones económicas favorables al crecimiento económico así como la burocratización en instituciones públicas derivadas de la economía del bienestar y de enfoques socialdemócratas (en el caso de Chile un enfoque más radicalizado de izquierda en lo económico) que generó un «caldo de cultivo» favorable a que sectores de la población y de la dirigencia política impulsaran la desregulación de los mercados. En el caso de Argentina la prédica de periodistas, como Bernardo Neustad, que marcaba las deficiencias de las empresas públicas (como el caso de ENTEL y la demora para entregar las líneas telefónicas, o los cortes de luz por falta de inversiones y adecuado mantenimiento). Del mismo se pueden mencionar las listas de espera en la atención de servicios sanitarios públicos en distintos países, generaron una fuerte reacción de la población y una «demanda» de enfoques como este.
  2. El primero y el segundo shock petrolero en la década de los setenta (así como la creación de la OPEP) introdujeron alteraciones macroeconómicas en la mayoría de los países del mundo, y por lo tanto la necesidad de una mayor flexibilidad de las políticas económicas y de la economía de mercado para responder a estas alteraciones,

entre los principales.

Si coincidiéramos en que el neoliberalismo es un «fundamentalismo de mercado» y una visión «exclusivamente economicista» de la realidad y del mundo, podríamos afirmar que:

  • no es compatible con una visión que tenga en cuenta todas las dimensiones de lo humano y del ambiente en el que estamos,
  • no reconoce las limitaciones que tiene el mercado para autoequilibrarse, en particular frente a situaciones dominantes (monopólicas u oligopólicas), con información acotada y asimétrica, entre otras fallas.
  • ello no debe dar pie para inadecuadas intervenciones de políticas públicas que, aunque estén bienintencionadas, terminan produciendo «efectos cobra» y por lo tanto re-alimentando rechazos indiscriminados a toda intervención estatal y a implementar políticas de inspiración neoliberal.
  • las intervenciones económicas deberían estar en sintonía con aquellas que orientan y dan estímulos adecuados al mercado como es el caso del pacto verde europeo o el rol de las empresas mixtas chinas (3) y una «economía del bienestar aggiornada» y actualizada al siglo XXI (4).
  • Además de las intervenciones de «abajo hacia arriba» (indicadas en el punto anterior) otro enfoque interesante es el del cambio cultural para pasar de la libertad negativa a la libertad positiva formulada por Isaiah Berlin. Sería importante que distintas corrientes culturales y religiosas promuevan un acuerdo plural para incorporar en el proceso educativo la enseñanza de la empatía (junto con el desarrollo de capacidades críticas y lógicas), como tiene Finlandia. Se supone que, con el tiempo, esto debería traducirse en un cambio cultural significativo, si se hiciera bien.

Lo anterior permitiría salir de un enfoque de «libertad negativa», como el del neoliberalismo, y buscar jugar nuestra libertad positiva en todos los planos o ámbitos (incluido el económico) hacia un mundo mejor.

(1) El concepto y nombre del consenso de Washington fue presentado por primera vez en 1989 por John Williamson, economista del Instituto Peterson, un comité de expertos en economía internacional con sede en Washington.Williamson usó el término para resumir una serie de tema comunes entre instituciones de asesoramiento político con sede en Washington, como el FMI, el BM y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Incluía 10 amplios grupos de recomendaciones políticas relativamente específicas como las siguientes:

  1. Disciplina en la política fiscal, enfocándose en evitar grandes déficits fiscales en relación con el Producto Interno Bruto;
  2. Redirección del gasto público en subsidios («especialmente de subsidios indiscriminados») hacia una mayor inversión en los puntos claves para el desarrollo, servicios favorables para los pobres como la educación primaria, la atención primaria de salud e infraestructura;
  3. Reforma tributaria, ampliando la base tributaria y la adopción de tipos impositivos marginales moderados;
  4. Tasas de interés que sean determinadas por el mercado y positivas (pero moderadas) en términos reales;2​
  5. Tipos de cambio competitivos;
  6. Liberalización del comercio: liberación de las importaciones, con un particular énfasis en la eliminación de las restricciones cuantitativas (licencias, etc.); cualquier protección comercial deberá tener aranceles bajos y relativamente uniformes;
  7. Liberalización de las barreras a la inversión extranjera directa (IED);
  8. Privatización de las empresas estatales;
  9. Desregulación: abolición de regulaciones que impidan acceso al mercado o restrinjan la competencia, excepto las que estén justificadas por razones de seguridad, protección del medio ambiente y al consumidor y una supervisión prudencial de entidades financieras;2​
  10. Seguridad jurídica para los derechos de propiedad.

(2) En particular desde la izquierda y las corrientes populistas de izquierda, hasta los enfoques socialdemócratas y socialcristianos. Del mismo modo los que plantean los problemas de la financiarización de la economía, el incremento de la desigualdad, la no sustentabilidad ambiental, entre las principales. En cuanto a intelectuales se destacan economistas como Joseph StiglitzAmartya Sen, Michael Hudson, Ha-Joon Chang, Robert Pollin, Julie Matthaei y Richard D. Wolff; linguistas como Noam Chomsky; geógrafos y antropólogos como David Harvey; el filósofo esloveno Slavoj Žižek, activistas políticos y intelectuales como Cornel West o Naomi Klein; marxistas feministas como Gail Dines; el ya ciatado Papa Francisco, el periodista y activista ambientalista George Monbiot; el psicólogo belga Paul Verhaeghe; el filosofo conservador Roger Scruton; y movimientos que promueven otra globalización como ATTAC.

(3) Se pueden dar otros muchos ejemplos exitosos de empresas mixtas que se manejan con eficiencia y eficacia, y el rol del estado se limita a fijar una dirección «deseable» para la sociedad.

(4) Se puede agregar que un enfoque interesante es el de Richard Thaler, premio Nobel de Economía de 2017. Ha sido pionero de la economía conductual o del comportamiento. Entre los libros que ha publicado hay uno que se llama “Nudge“, o “pequeño empujón” en español. La idea es que el pequeño empujón sea por “defecto”. Esta perspectiva tiene impacto en las políticas y normas, como la que se aprobó en el Congreso de Argentina (también llamada ley Justina) a comienzos de 2018 respecto de la donación de órganos.

 

La Economía Marxista

Carlos Marx, con la colaboración de Friederich Engels (que aparecen en la imagen de la entrada), fueron quienes -sin duda- elaboraron la crítica más dura al sistema capitalista a través de sus diversas obras y escritos. Sin embargo cabe destacar que Marx no utiliza la palabra sistema”. Los autores que analizan la obra de Marx, Nietzsche y Kierkegaard señalan que los tres se enfrentaron con “EL SISTEMA entendiendo por esta palabra la cosmovisión y enfoque hegeliano”. El marxismo utiliza el término “Modo de Producción”: modo de obtener los bienes materiales necesarios al hombre para el consumo productivo y personal.

Las vertientes en las que se basa el enfoque marxista son varias. Por un lado, según M. Rubel, Carlos Marx funda su materialismo en base al materialismo antropológico de L. Feuerbach y los materialistas franceses del siglo XVIII. Marx parece querer situarse en las antípodas de Hegel y sus epígonos, negando a la conciencia toda autonomía y facultad creadora.  En la concepción hegeliana la realidad depende de la conciencia de si, y como es esta la que larga de cadenas al individuo, basta con una metamorfosis espiritual, para que el mundo se transforme (idea de cambio espiritual). En cambio en la concepción marxista, en el posfacio a la 2da edición de “El Capital” (1873), plantea “colocar sobre sus pies” esa dialéctica a la que reprocha estar cabeza abajo. También tuvo en cuenta los aportes de Rousseau, del antropólogo Morgan, de la economía clásica (en especial a Smith y Ricardo con su teoría del valor trabajo) y de Darwin. Respecto de este último en una carta que Marx le envía a Engels el 18/12/1860 dice: «he leído de todo, entre otras cosas el libro de Darwin sobre la selección natural. A pesar de su inglesa pesadez, este libro encierra el fundamento biológico de nuestra teoría».

Sin duda la obra más importante es «El Capital» donde hace una disección pormenorizada del capitalismo de su época. En cuanto a cómo preveía que evolucionara y su camino al socialismo y al comunismo (como etapa final) fue cambiando de opinión. Si bien originalmente creyó que serían los proletarios de los países capitalistas industriales más avanzados los que encabezarían ese camino, finalmente en la «Crítica al Programa de Gotha» opta por una dictadura del proletariado que, más adelante, llevarían a su concreción Lenin y otros revolucionarios en un país «no avanzado» como Rusia. Este «modelo autocrático» será también implementado en otras experiencias como China, Cuba, Corea del Norte, etc. También hubo experiencias autogestionarias en un determinado período de la ex Yugoslavia, socialdemócratas y del socialismo del siglo XXI (con lo que podemos afirmar que han habido «variedades de socialismo»).

En los países que, en algún momento, se han considerado socialistas se destacan Albania, Angola, Argelia, Bangladesh, Benin (ex Dahomey), Bulgaria, Burkina Faso (ex Alto Volta), Cabo Verde, Camboya,  Congo, Corea del Norte, Cuba, Checoslovaquia, Chile, China, Guinea-Bissau, Hungría, India, Laos, Libia, Madagascar, Mongolia, Myammar (ex Birmania), Polonia, República Democrática Alemana,  Rumania, Senegal, Seychelles, Siria, Tanzania, Yugoslavia, Venezuela, Vietnam del Norte, y en la  EX URSS:  Rusia, Ucrania, Rusia Blanca (Bielorusia), Armenia, Azerbaidjän, Georgia, Turkmenistán, Uzbekistán, Tadjikistán, Kazakistán, Kirguistán, Estonia, Lituania, Letonia, Moldavia.

En este blog hemos marcado nuestras diferencias con el enfoque de la propiedad, la revolución y gobiernos autocráticos (como es el caso de Venezuela al momento de escribir esta nota). Ello no obsta para reconocer el despliegue teórico del marxismo en cuanto a analizar la lógica de reproducción del capital y de denuncia de la explotación del hombre por el hombre. Podríamos afirmar que la economía marxista busca ser una economía de la igualdad (no igualitarismo en el marco de una economía mixta como la cubana) en un contexto evolutivo (dialéctico) de progreso material y social que conduzca a una sociedad sin clases y donde la libertad (*) queda subordinada a este fin. Sin embargo, a nuestro criterio y en su versión «clásica», cree que el problema de las relaciones de poder (que se esconden detrás de la desigualdad) se resuelve quitándole a la burguesía su instrumento de poder (la propiedad de os medios de producción) (**) y dándoselo a la clase obrera. En «la práctica» esto se hará a través de una vanguardia o lideres de una elite política (el partido comunista) que tendrá el control absoluto del poder desde el Estado (generalizando las empresas estatales) o con fuerte presencia del Estado (sólo en sectores estratégicos). Entendemos que no toma plena conciencia de lo complejo y profundo que se esconde detrás de esta temática (donde el poder económico es un caso particular de poder), que reaparece -como el ave fénix- en nuevas variedades de capitalismo dado que no se ha logrado cambiar la naturaleza del poder (abordada en esta reflexión). En otra nota hemos intentado abordar temáticas afines como la cuestión de lo planteado por Laval y Dardot respecto de las implicancias de su concepto de lo común en general y en la economía en el actual contexto y sus posibles perspectivas futuras.

Más allá de avances en la dimensión social (educación, salud, etc.), el desarrollo de la ciencia básica, industria pesada, armamentos y aeroespacial (en el caso de la ex URSS) y en disminuir la desigualdad, lamentablemente no han podido avanzar (y en oportunidades se ha retrocedido gravemente) -en la práctica- en una alternativa de desarrollo económico sostenible y sustentable a mediano y largo plazo en un marco de libertades democráticas.

(*) en este caso la libertad en sus expresiones civiles, políticas y culturales, vinculadas con la democracia. En cuanto a lo económico ello se ha expresado históricamente bajo formas de estímulo a la productividad en empresas estatales (una variante ha sido el estajanovismo),  de promoción de  iniciativas en el campo económico en modalidades de economía comunalista y social  (pero -en general- promovidas y muy controladas desde «arriba») o -en experiencias más recientes en países como China o Vietnam- posibilitando el desarrollo de la economía de mercado «orientada al socialismo» (con modalidades de institucionalismo capitalista y economía «mixta» público-privada).

(**) según Karl Polanyi es institucionalizar el capital de manera diferente, y por lo tanto se la podría encuadrar desde esta óptica como una variante del institucionalismo.

PD: Para un detalle más amplio de fuentes del marxismo se puede ver la página marxist.org. En cuanto a enfoques relacionados más recientes se pueden consultar textos como el de Thomas Piketty con su obra «El Capital en Siglo XXI» que plantean la actualización de la temática del capital, así como una literatura vinculada con el postcapitalismo,

 

¿Volvió el mercantilismo «aggiornado»?

Los historiadores de los sistemas económicos coinciden en que el mercantilismo (1) fue la denominación que adquirió el análisis del sistema económico entre los siglos XVI, XVII y mediados (algunos dicen hacia fines) del siglo XVIII en Europa. Luego desapareció debido a los cambios producidos en la economía, así como por la aparición de las escuelas fisiocrática y liberal. Sería extenso detallar todas las características de este enfoque, pero -a riesgo de simplificar en exceso- podríamos afirmar que, según esta fuente de divulgación, se basa en tres ideas fundamentales (en cursiva lo que sería su «aggiornamento» bajo el liderazgo de Donald Trump):

  • La acumulación de riqueza (principalmente metales preciosos) es esencial para el desarrollo económico de un país. A mayor acumulación de riqueza, mayor prosperidad y poder político. Hoy podríamos decir que es quien tiene la predominancia en la economía del conocimiento.
  • El Estado tiene el rol de utilizar e imponer todos los mecanismos que sean necesarios para lograr el objetivo de acumulación de riqueza (controles, restricciones, subsidios, etc.). Su intervención tendrá un carácter proteccionista, incentivando la producción local al mismo tiempo que la protege de la competencia de productores extranjeros. Actualmente el caso típico se expresa, en particular -aunque no sólo- en el conflicto entre EEUU y China.
  • El comercio a nivel global es inalterable. Para que el comercio ayude a la acumulación de riqueza se deben controlar los flujos de entrada y salida de modo de mantener una balanza de pagos positiva (exportaciones superan a las importaciones). Es el caso de cómo, bajo la Administración Trump, se usan los aranceles de ese país en el comercio internacional (no sólo con China, sino también con la UE, México y otros países) para ir re-equilibrando el déficit comercial que ese país tiene así como para ir imponiendo sanciones a distintos países (como es el caso con Irán) por motivos diferentes,

entre otros elementos.

Sabemos que, luego del mercantilismo, se desarrolló vigorosamente el sistema capitalista a través del comercio, la industrialización, la financierización de la economía, y en fin con una globalización que tomó gran vigor luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial y los Acuerdos de Bretton Woods, hasta comienzos de la década de los setenta del siglo pasado. En mayo de 1971 la economía estadounidense tuvo – por primera vez en lo que iba del siglo XX- un déficit en la balanza comercial, la guerra de Vietnam drenaba sus reservas y el 15/8/1971 Nixon terminó con la libertad convertibilidad del dólar estadounidense (entre otras medidas).

Con la asunción de Donald Trump en enero de 2017, ese país comenzó a cuestionar los acuerdos logrados hasta el momento en el marco de la Organización Mundial del Comercio, y generar nuevos que no son compatibles con las reglas multilaterales. Entre las notas interesantes sobre esta temática se puede ver esta de Jorge Riaboi (a quien se le agradece particularmente su envío y sus comentarios a esta nota (2). De consolidarse esta tendencia estaremos en presencia de un «aggiornamento» del enfoque y práctica del mercantilismo, pero con un futuro muy incierto acerca de su viabilidad futura, en un contexto de rápido cambio tecnológico y climático, donde este último -especialmente- nos augura ir hacia un mundo peor.

(1) Término acuñado por  Víctor Riquetti, Marqués de Mirabeau en 1763, y popularizado posteriormente por Adam Smith. Cabe destacar que el «aggiornamento» del enfoque mercantilista no es exclusivo de Donald Trump, aunque es su exponente y practicante más notorio.

(2) Comentarios de J. Riaboi: 1) El mercantilismo lo lleva a Trump de cuestionar acuerdos regionales de integración cuando, salvo México (donde están fuertemente instaladas empresas estadounidenses que aprovechan las ventajas competitivas del mercado), son países donde no camina la tesis de que la ruina son tales acuerdos (Estados Unidos no tiene un tratado bilateral con China, la Unión Europea, en especial Alemania) y otros países que le generan su déficit comercial; b) el aumento de los aranceles tiene implícito un aumento de la inflación de costos, lo que hará menos competitiva la economía que impone esas medidas; y c) el déficit del presupuesto, que lleva a Washington a colocar deuda pública, atrae capitales (nadie sabe hasta cuándo), lo que hace el dólar caro y por lo tanto las exportaciones de Estados Unidos no competitivas.

La Economía del Papa Francisco

Desearíamos poner en contexto histórico la temática de «La economía del Papa Francisco«, cuyo logo se muestra en la imagen de la entrada (1). La Iglesia Católica, como institución milenaria, ha pasado por distintos momentos en lo referido a la aplicación del mensaje cristiano en el campo económico y social.

Los textos evangélicos revelan una exigencia que excede la de una buena y correcta administración (Mateo 25, 14-30), y también apelan a que nos centremos en un “ser” maduro y solidario y no apegarnos al “tener” (2). El relato sobre el encuentro con el joven rico (Mateo 19, 16-22) y las bienaventuranzas (Mateo 5, 3-12) son algunos de los pasajes donde se expresa una exigencia muy radical en lo que se refiere a los bienes materiales (en especial en cuanto al desapego y al compartir). Las primeras comunidades cristianas intentaron vivir este mensaje, tal como se expresa en el texto de los Hechos de los Apóstoles (véase por ejemplo 2, 44-45, 4, 32, 34-35) donde “compartían todo cuanto tenían” y retiraban “según su necesidad”.

Sin embargo, con la progresiva incorporación de comunidades cristianas donde había familias con mayores ingresos que otras, el apóstol Pablo, si bien insta a vivir el espíritu evangélico y combatir la desigualdad, “flexibiliza” el mensaje apelando a la “generosidad” y el aporte de cada uno “según su posibilidad” (v. g.: 2 Corintios, 9, 6-8). Esto fue “abriendo la puerta” a distintas situaciones y a que la Iglesia, como “institución”, cayera en la “tentación” del dinero y del poder. Fue cuestionado tanto dentro de la institución por personas como San Francisco de Asís, como por quienes luego rompieron con ella, como el caso de Lutero. Quienes pudieron mantener, más fielmente este espíritu y esta práctica, han sido las Órdenes y congregaciones religiosas, así como comunidades y fraternidades laicales de distinto tipo.

Hoy el papa Francisco, eligiendo ese nombre y con gestos concretos, busca que la Iglesia –y en particular quienes la conducen y no sólo las personas que están en órdenes religiosas-, camine en su interior -al menos- hacia una mayor sencillez y austeridad, y hacia el mundo busque la construcción de una civilización del amor, con una economía más humana y de cuidado de la casa común.

Hay una serie de gestos, exhortaciones, documentos y encíclicas que son hitos importantes en el papado de Francisco, que dan cuenta de su enfoque. Comenzaremos por el discurso en Lampedusa (el 8/7/2013, lugar de llegada de muchos migrantes a Italia) y luego algo global «doctrinario» como el discurso en el Encuentro con el Comité de Coordinación del Celam (el 28/7/2013). A fines de 2013, cuando publicó “La alegría del Evangelio», su primera exhortación apostólica, postuló que “algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando”. El 26/3/2015 valoró el aporte del cooperativismo y pidió que haya «más cooperativas». El 24/5/2015 lanzó su Carta Encíclica «Laudato Si» (sobre «el cuidado de la casa común») muy relevante en lo que se refiere a nuestra relación con el ambiente (con el sistema económico, la pobreza…).

El 5 de noviembre de 2016 dio un discurso, en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), a los participantes del Encuentro Mundial de Movimientos Populares, donde plantea -entre otras cosas- que “tierra, techo y trabajo para nuestros hermanos y hermanas son derechos sagrados”. Este tipo de pronunciamientos, junto a algunos gestos en el caso argentino hacia actores de la sociedad y la política, ha, generado una reacción de rechazo y crítica, en especial en intelectuales como Loris Zanatta (que lo señala como «populista«) o políticos argentinos -como Miguel Angel Pichetto– respecto de que «fomenta el pobrismo». En ambos casos podemos decir que son opiniones «sesgadas» que mal interpretan o no reflejan la integralidad del enfoque del Papa Francisco y de la Iglesia católica en el tiempo actual. Esto no ha impedido que el Papa siga planteando propuestas para los excluidos, como la lanzada el 13/04/2020 para que exista un salario universal.

El Papa Francisco ha enfatizado la importancia del enfoque del desarrollo humano integral en un discurso del 4/4/2017, en el 50 aniversario de la Encíclica Populorum Progressio, así como ha planteado un «plan para resucitar«, a partir de la pandemia del Covid-19. Son algunos hitos que pueden ayudarnos a entender su enfoque global.

El 13 de mayo de 2019 recibió al economista Joseph Stiglitz para dar otra mirada de la economía mundial, y también -en ese mes- apareció esta nota donde reseña la convocatoria del Papa Francisco a un encuentro mundial de economistas y emprendedores, para los días del 26 al 28 de marzo del año 2020 en la emblemática ciudad de Asís, con el lema «una economía que da vida y no mata, incluye y no excluye, humaniza y no deshumaniza, cuida la creación y no la despoja». Lamentablemente hubo que suspenderla por el coronavirus y la nueva fecha es del 19 al 20 de noviembre. La nota periodística (3) señala que «el Pontífice espera que esa reunión le permita «conocer a quienes hoy se están formando y están empezando a estudiar y practicar una economía diferente, una que da vida y no mata, incluye y no excluye, humaniza y no deshumaniza, cuida la creación y no la despoja». Del encuentro también participarán académicos y expertos en ciencias económicas,  comprometidos con una economía compatible con el marco así definido. Un marco que, piensa el Papa, no sólo contiene a los que profesan la fe, sino a «todos los hombres de buena voluntad», por encima de sus creencias y nacionalidades. El evento, dice la carta de Francisco, también ayudará a «conocerse mejor» y a formular un «pacto común» para cambiar la economía actual y dar un alma a la economía del mañana: «A través de un ‘pacto’ común -escribe el Papa-, promoveremos un proceso de cambio global que vea en comunión de intenciones no sólo a los que tienen el don de la fe, sino a todos los hombres de buena voluntad, más allá de las diferencias de creencia y nacionalidad, unidos por un ideal de fraternidad atentos sobre todo a los pobres y excluidos». En la carta de invitación -entre otras cuestiones- señala «les pido que sean constructores del mundo, que se metan en el trabajo por un mundo mejor». 

Las novedades de esta iniciativa se pueden seguir en este link, y la lista de expositores en este sitio (4). También es relevante lo que aparece en la página web en lo referido a «Thematic Villages» donde son espacios que los participantes van a debatir sobre las 18 temáticas allí descriptas. En línea con la presente nota va esta exposición de la Dra. Cristina Calvo en la Acción Católica Argentina.

En el cierre del encuentro de fines de noviembre de 2020 el Papa Francisco expresó esto y entre las conclusiones se destaca esta. Las demás exposiciones y reuniones se pueden visualizar en la página oficial ya mencionada.

(1) Se basaron en notas como esta o esta. Cabe destacar que hay muchos enfoques y experiencias económicas que van en la dirección del enfoque del Papa Francisco. Entre las experiencias que van de abajo hacia arriba podemos mencionar el movimiento de economía de comunión, del bien común, de la economía social y solidaria, las empresas «b», enfoques y experiencias como las de la «economía del amor«, las de los cuatro retornos, la economía del procomún, la economía ecológica -en sus distintas variantes como las de «la cuna a la cuna«, las ecovillas, la “economía circular” (para mayor detalle ver esta fuente, esta Fundación y este sitio), las finanzas solidarias, la economía del «donut», algunas variantes de la economía colaborativa, la economía del tercer sector,  y en cuanto al sector privado hay que mencionar que, para la Iglesia católica,  son relevantes arquetipos de empresarios como es el caso de Enrique Shaw. Sobre los enfoques que van de arriba hacia abajo (en cuanto a instituciones y políticas) seguramente se van a referir los expositores del encuentro, pero nos animamos a decir que estarán relacionadas con enfoques socialcristianos y socialdemócratas (como los de los países del norte de Europa), a los de economías con empujones para el bien, criterios como el esbozado en este documento (a transformar en instrumentos concretos) o enfoques más globales como el citado del salario universal (y otros para promover el trabajo en la economía popular).

(2) Desde otra perspectiva se puede ver el texto de Eric Fromm «Tener o Ser«.

(3) Una actualización se puede visualizar en este sitio.

(4) Al mes de agosto de 2020 estaban confirmados los siguientes expositores: Amartya Sen, Muhammad Yunus, Vandana Shiva, Jeffrey Sachs (en este video se puede ver una reciente entrevista), Bruno Frey, Kate Raworth (también se puede ver esta nota), Carlo Petrini, Stefano Zamagni (también se puede ver esta conferencia), Juan Camilo Cárdenas, Jennifer Nedelsky, Mauro Magatti, Consuelo Corradi, Leonardo Becchetti, Cécile Renouard (en francés) , Sir Michael Marmot (un artículo), Antje von Dewitz y Hamid Ali.

Economías de plataformas: ¿el sistema en el siglo XXI?

Hace un tiempo reflexionábamos sobre la importancia de las redes desde finales del siglo XX y que toma auge en el siglo XXI acompañado de la economía digital y otras expresiones concomitantes.

En el marco de una economía plural, sin duda, en estas redes fluyen distintos fenómenos (1) como emprendimientos que van más allá del homo economicus, plataformas que buscan facilitar la búsqueda de trabajo en relación de dependencia, el trabajo independiente, las redes solidarias o, cuando se mezcla la gratuidad con los negocios, va predominando una variedad de capitalismo como la que está emergiendo en el siglo XXI. Este sistema, como modalidad de privilegiar la maximización del excedente económico (motorizado por la expansión del consumo), sigue teniendo un rol muy relevante y significativo en el presente siglo, y por lo tanto viene penetrando también en las redes. Al respecto también apunta esta nota de Jimena Valdez, así como los riesgos de generar una nueva burbuja financiera como menciona Juan O´Farrell. Sobre el caso de Mercado Libre se puede ver esta nota de ambos autores. En cuanto a ¿cómo cobrarles impuestos a las multinacionales? es interesante este aporte de Joseph Stiglitz, y respecto de regulaciones laborales se puede ver la iniciativa de California.

Lo que venimos de mencionar, y yendo a lo que aparece como hegemónico, se expresa en el libro de la imagen de la entrada «Capitalismo de plataformas» (2), de Nick Srnicek (3). Según esta nota «un reiterado mantra nos advierte sobre la profunda transformación de nuestras vidas motorizada por la economía digital. Junto con él, un repertorio de expresiones prolifera con la intención de capturar el sentido de estas mutaciones. Economía compartida, economía de la vigilancia, economía app, economía inmaterial, cuarta revolución industrial, son algunos de los tantos términos que intentan mistificar las virtudes o señalar los peligros del nuevo paisaje tecnológico. Distanciándose de esta retórica metonímica para el diagnóstico del presente, este ensayo de inspiración marxista hace foco en la materia prima en torno a la que orbita el capitalismo del siglo XXI –los datos–, y en su aparato de extracción más eficiente: las plataformas.

La tesis de este libro es que el capitalismo se volcó hacia los datos para recobrar vitalidad tras las prolongadas crisis de sobrecapacidad que acechan la producción fordista de bienes y su régimen de empleo desde la década de 1970. El propósito de este ensayo es entonces situar el modelo de acumulación que encarnan Google y Facebook, Apple y Microsoft, Siemens y General Electric, Uber y AirBnb, en el contexto de una historia más amplia, para demostrar que datos y plataformas realizan una serie de funciones capitalistas claves, entre las que se destaca su capacidad para impulsar la deslocalización y la precarización de la fuerza de trabajo».

El autor describe con mucha precisión los distintos tipos de plataformas:

  1. Publicitarias,
  2. De las nubes,
  3. Industriales,
  4. De productos,
  5. Austeras.

y sus principales características que se imbrican con otros sectores de la economía. Hacia el futuro estima que se «siguen expandiendo por la economía y la competencia las lleva a encerrarse cada vez más. Las plataformas que dependen de los ingresos por publicidad se ven obligadas a volcarse aún más hacia negocios con pagos directos. Mientras tanto las plataformas austeras que dependen de los costos de la terciarización y deslocalización, y de la generosidad de los capitales de riesgo, o van a la quiebra o se vuelven plataformas de productos (como está intentando hacer Uber con vehículos sin conductor). Al final, parece ser que el capitalismo de plataformas tiene tendencias inherentes a desplazarse hacia la extracción de rentas (4) mediante la oferta de servicios …En términos de rentabilidad Amazon es más futuro que Google, Facebook o Uber. En este escenario, los subsidios cruzados detrás de la cara visible de la estructura de Internet se terminarían, y las desigualdades existentes en ingresos y riqueza llegarían a replicarse en desigualdades de acceso. Más aún, estas plataformas empezarían a succionar grandes cantidades de capital de las compañías que dependen de ellas para su proceso productivo». En cuanto a alternativas, Srnicek es escéptico con las cooperativas, pero no así con el Estado y lo público.

Podríamos agregar que lo anterior también está relacionado con la posibilidad de que la inteligencia artificial -a mediano y largo plazo- vaya tomando o no un rol distópico, o con formas de dominación como las señaladas por Harari en «Homo Deus«. Claro, antes de que lo anterior avance, tenemos el peligro de que la humanidad se extinga por el agravamiento del cambio climático. Dependerá de que prive o no la sabiduría, en lo personal, grupal y a nivel de los distintos países así como en lo internacional implementando políticas públicas. De estas últimas habrá que estar atentos a la cuestión de la fiscalidad de estas plataformas (muchas de ellas con sedes en paraísos fiscales o países con muy baja carga impositiva agravando la desigualdad), a los vínculos que generan entre las personas (muchas de ellas relacionadas en la precariedad de «contratos implícitos» y a la superficialidad de las relaciones humanas). Sobre esto último y las relaciones laborales es muy interesante esta nota. Del mismo modo y desde lo potencialmente positivo sobre la posibilidad de que se promuevan mejoras en  distintos aspectos como la educación o los “ecoinventos” que se apliquen fundamentalmente a la economía ecológica a fin de que el sistema sea “sustentable”. Estos últimos nos pueden conducir hacia un mundo mejor.

(1) los que se mencionan no agotan su diversidad que también abarcan la financiarización de la economía, el consumismo y su relación con la no sustentabilidad del planeta, la desigualdad, la pobreza, la informalidad, la economía criminal (como es el caso del narcotráfico, la trata de personas, el contrabando de armas…), la pedofilia, el odio, entre muchos otros que coexisten con muchas cuestiones positivas, en la complejidad del sistema económico del siglo XXI.

(2) Agradezco la referencia a Norberto Crovetto.

(3) Este autor, junto a Alex Williams, escribió un libro donde vincula el postcapitalimo con un mundo sin trabajo (Postcapitalism and a World Without Work) cuya síntesis se puede visualizar en este video en inglés.

(4) Estos fenómenos también están relacionados con los que plantea Slavoj Zizek en un reportaje que le hace Jorge Fontevecchia (agradezco a Horacio Fazio la referencia). Allí, entre otras cosas, se expresa:

P:—¿No es más posible una lucha de clases?

R:—Todos mis amigos de izquierda sueñan que de ahí salga el nuevo agente revolucionario. A mí no me parece que sea el caso. De todas formas, Marx hizo el análisis más eficiente del capitalismo, pero debemos reconocer los cambios que están ocurriendo. ¿Somos conscientes de que  –debido a esas tendencias al monopolio– para contener al mercado hacen falta regulaciones estatales fuertes? Si se deja obrar al mercado, se abolirá a sí mismo. No es verdad que son grandes corporaciones con reglas. Los mecanismos estatales se están volviendo cada vez más fuertes. Una segunda cosa me interesa. Los nombres que mencionó usted, los nuevos monopolios –Google, Amazon, Facebook– son algo que Marx no podría haber anticipado. En mi libro trato de desarrollar de dónde proviene el dinero, esas ganancias inmensas. Tampoco son ganancias, son rentas. ¿Qué hace Microsoft? Todos estamos en contacto, necesitamos un medio, que es nuestro medio común. Bill Gates tiene un monopolio (o más o menos) sobre eso. Entonces privatiza nuestro espacio común. Lo mismo Amazon, uno compra libros. Facebook, el espacio común de nuestra vida privada. Entonces, no son ganancias. No es correcto afirmar que Bill Gates nos explota. No explota a sus trabajadores, creo que hasta les paga relativamente bien. 

P::—Ni necesita tantos trabajadores.

R:—Nosotros le pagamos a él una renta para que yo me pueda comunicar con usted. Es algo nuevo que Marx no pudo predecir. Marx pensaba que en el momento en que hubiera algo común, se terminaban las ganancias.

¿Una economía con otros valores?

En esta entrada nos planteamos la pregunta, si la economía (entendida como la corriente principal de la misma), puede tener «otros valores» que no sean la maximización del excedente económico que denominamos «lucro».

La primera respuesta sería «no», si consideramos a la economía -en el contexto del sistema capitalista- como una forma de «carrera» o competencia para el progreso individual, para generar riqueza y -a veces- sólo para sobrevivir en el mercado en el contexto institucional que se de, y en oportunidades, bajo modalidades informales sin importarnos los medios que utilizamos para ello. En esto coincidirían tanto economistas de esta corriente como de la economía marxista, en el sentido de que las «las leyes» o lógicas de acumulación del capitalismo llevan a esta situación por más que el «capitalista a nivel individual» quiera hacer otra cosa. La realidad está compuesta de múltiples evidencias de daños ambientales y sociales (v.g. trabajo «no decente» y desigualdad) que así lo demuestran. Una visualización de esta afirmación para las grandes compañías se presenta en la película «La Corporación» o en la reciente serie «Dirty Money«. Ello no quita que algunos dueños de estas empresas o corporaciones, «disocien su negocio» de «su ganancia personal», y con esta última sean filántropos donando parte o gran parte (como es el caso de Bill Gates) de su fortuna a fines solidarios. También está la posibilidad -en el marco de la legislación que los habilite- de que sus empresas deduzcan ganancias de sus impuestos para aplicarlos a fines solidarios o de mecenazgo, sin que esto cambie el núcleo central de la «forma de hacer negocios» y con el beneficio de «mejorar la imagen» de la empresa ante la sociedad. Aunque la respuesta inicial sigue siendo «no, en lo sustantivo» (más allá de acciones de marketing que no van al fondo de la cuestión), no hay que subvalorar o menospreciar estos gestos y acciones -en especial cuando son «significativos»- de «otros valores» de manera paralela al accionar de la empresa.

Una segunda respuesta podría ser que «si», en el marco de que «estamos condicionados» pero «no determinados« en el sistema económico, donde emprendedores consideran que es imprescindible contar con un excedente para subsistir, innovar y eventualmente crecer, pero no buscan su maximización y menos «de cualquier manera». Para que esto suceda ¿de qué depende? De varios elementos, entre ellos, los móviles del empresario, los enfoques y prácticas del mismo, y el contexto socioeconómico e institucional (la cultura y la sociedad donde está inserta, la economía y el rol e instrumentos del Estado).

En lo que se refiere a los móviles en un trabajo de Hugo Kantis, Masahiko Ishida y Masahiko Komori (ver esta publicación, en particular el Gráfico 2-7 «Principales motivaciones para ser empresario»), donde se muestran los resultados de una encuesta a fundadores de empresas de los países seleccionados en el estudio). De estos resultados empíricos se puede observar que sólo un mínimo porcentaje tiene como motivación «ser rico» o que se plantean la maximización del lucro. En un resumen de esta investigación se presenta el siguiente gráfico:

Del mismo autor (Hugo Kantis) se puede ver esta conferencia sobre los distintos tipos de emprendedores y su dinamismo. Por lo tanto, si las condiciones en las que operan no son de gran rivalidad (o, de lo que podríamos denominar, gran «darwinismo» socioeconómico), está la posibilidad concreta de que haya una economía con «otros valores». Va en línea con experiencias prácticas, como la de Inés Berton quien, en esta nota, expresa que la gente quiere trabajar en «empresas épicas» así como la mencionada en esta nota.

En cuanto a los enfoques y prácticas, lo anteriormente explicado -más otros elementos de contexto que coadyuvaron a llevarlo a cabo- fue el origen del enfoque y práctica de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE, que se muestra en la imagen de la entrada), o también denominado «responsabilidad social corporativa», y una de cuyas derivaciones recientes -que buscan superarlas- ha sido las empresas de triple impacto o «empresas b» (es interesante este testimonio, esta nota o experiencias similares). Ya hay más de 1200 empresas de este tipo que se certifican en 40 países en el mundo y que -desde su misión y propósito- buscan beneficios económicos, sociales y ambientales de manera integrada (*) La Wikipedia expresa, entre otros elementos, que «aunque la expresión RSE surge entre los 50-60 en EE.UU., no llega a desarrollarse en Europa hasta los 90, cuando la Comisión Europea utilizó el concepto, para implicar a los empresarios en una estrategia de empleo que generase mayor cohesión social, puesto que en la sociedad europea había cada vez más problemas en torno al desempleo de larga duración y la exclusión social que eso suponía. Más tarde, en 1999, el secretario general de la ONU durante el Foro Económico Mundial de Davos, pidió al mercado mundial que se adoptasen valores con rostro humano».

La fuente que acabamos de mencionar expresa también que, en lo relativo a cuestiones institucionales, mediciones y evaluaciones, «como documento decisivo en Europa, destaca el llamado ​sobre RSC. El artículo 116,de la ley francesa sobre nueva reglamentación económica del 2001, incluso impone la obligación jurídica a las empresas, de informar acerca de sus acciones de índole social. En Brasil, la coalición presidida por el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, en la que participan numerosos empresarios, ha promovido la RSC y existe un proyecto de Ley de Responsabilidad Social de octubre del 2003. Existen normas oficiales acerca de la RSC como la norma SA 8000 (Social Accountability Standard 8000) impulsada por el Council on Economic Priorities y aplicada por SAI,​ así como la norma SGE 21 de Foréticanorma que certifica globalmente la RSC en todos sus ámbitos. En noviembre de 2010 fue publicada la norma-guía ISO 26000, desarrollada con la participación de 450 expertos participantes y 210 observadores de 99 países miembros de ISO y 42 organizaciones vinculadas. La ISO 26000 no tiene por finalidad ser certificable ni un sistema de gestión, sino orientar las organizaciones en la introducción de prácticas socialmente responsables. Según la ONG Accountability en un ranking​ de los 108 países cuyas empresas tienen un mayor grado de desarrollo de la Responsabilidad Social Empresarial, los líderes son Suecia, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Reino Unido, Noruega y Nueva Zelanda

En la línea de una economía con rostro humano o con otros valores, encontramos el enfoque de la Doctrina Social de la Iglesia que emerge, en el contexto de una tradición católica, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Sobre este tema, además de otros, se expresa el economista Jeffrey Sachs en un reportaje que le hace Jorge Fontevecchia, donde este le pregunta: «Las encíclicas del Papa Francisco critican el capitalismo desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia. ¿La doctrina social de la Iglesia fue una tercera vía entre el capitalismo y el comunismo? ¿Qué opina sobre el Papa?», y Sachs le responde:

«Sí, en realidad, desde 1891 las doctrinas sociales de la Iglesia han estado a favor de una economía de mercado, pero en contra de la codicia. Por lo que volvemos a nuestra discusión de que teníamos que aceptar el acuerdo faustiano (**) tal como es. Cuando León XIII introdujo el Rerum Novarum en 1891, se refería a la industrialización. Había un orden industrial nuevo, y dijo: “La Iglesia no está en contra del mercado, no está en contra de la propiedad privada, pero la propiedad privada tiene que vivir dentro de un marco moral”. Eso dice Francisco en el Laudato si’. Lo mismo. Creo que es una idea maravillosa. Una economía de mercado en un marco moral. Es lo que necesitamos, y el Papa lo pide: “No les hablo solamente a los seguidores de la Iglesia, hago un llamado al mundo todo”. Debatir sobre ese marco moral con los chinos, con los indios, con los africanos, con los latinoamericanos, con mi país. Creo que puede haber un marco moral común, de lo que es decente, de lo que es correcto. Es la idea básica más importante y lo que necesitamos en el mundo actual: el diálogo moral. No tenemos mucho de eso. Sigo de cerca los discursos del presidente Xi. Habló en el XIX Congreso del partido el mes pasado, en China, y mencionó muchos conceptos morales. ¡Fantástico! Esa es mi idea de hacia dónde el papa Francisco se dirige con esa importante contribución. Tiene razón. Las enseñanzas sociales de la Iglesia tienen mucho que decirnos».

Este enfoque del «marco moral» en una economía de mercado estará relacionado, sin duda, con el plano individual y social, expresado este último en normas que así lo estimulen o promuevan, con el peligro de que lo hagan mal (como hemos señalado en otra entrada) o no adecuadamente.

En fin, hemos intentado dar elementos sobre un debate que «no está cerrado», y donde hay elementos esperanzadores como los que hemos señalado en la posibilidad del «si«, y fundamentalmente en enfoques y experiencias como los de la economía social y solidaria, de Sekem, la economía del bien común o la economía de comunión, entre las principales. Sin duda, todo ello nos puede conducir a un mundo mejor.

(*) También presentan vinculación con enfoques como el de los negocios inclusivos, el de los cuatro retornos, entre los principales. Cabe destacar que en el enfoque de los cuatro retornos se coloca «al final» el retorno financiero o al capital. Este es un enfoque similar al mencionado por Jack Ma (fundador de Alibaba) respecto de «primero los clientes, luego los trabajadores y por último el capital» (accionistas o inversores), que se puede visualizar en este video en particular del minuto 9 en adelante.

( **) Se refiere a otra pregunta donde dice: «el capitalismo, históricamente, es una especie de acuerdo faustiano en este sentido. En la Edad Media, la economía era una economía agraria y en Europa se guiaba por principios eclesiásticos. No se utilizaban precios justos. La idea era que había un marco moral y una sociedad rural estable. El capitalismo surgió con el descubrimiento de América, las primeras empresas capitalistas fueron las de las Indias Orientales y las del Sur. Estas sociedades de capital conjunto salieron a explotar las nuevas rutas comerciales, a producir algodón, azúcar, tabaco, oro, plata. El capitalismo era un acuerdo faustiano en el sentido del doctor Fausto: significaba aprovechar la codicia para el desarrollo. La codicia es una fuerza poderosa. La gente codiciosa moverá montañas, destruirá bosques tropicales, creará guerras, esclavizará gente, todo para generar riqueza. La riqueza es una adicción increíblemente poderosa. El capitalismo se sirvió del instinto más poderoso que tenemos para la economía, y creó este dinamismo que no se había visto nunca antes. No existe un sistema económico que pueda compararse con el dinamismo capitalista. Puso la codicia en el centro del sistema y todos miraban hacia otro lado mientras la gente era esclavizada, o se cometían genocidios para quitarles sus tierras a los indígenas. En el siglo XIX, el capitalismo se enfrenta a sus dos grandes contrincantes. Uno, el socialismo, que dice: “Esta codicia es cruel, mejor tengamos una sociedad dirigida por el Estado”. El segundo fue la socialdemocracia, que dice: “Podemos domar esa codicia”. El socialismo del siglo XX que conocimos creó sus propias atrocidades. Eliminó el dinamismo y creó tanto poder estatal que desató fuerzas imposibles de controlar. La idea socialdemócrata, que llegó a Escandinavia en la década de 1930, y a Alemania después del nazismo, resultó ser el mejor modelo. Se acepta cierto nivel de codicia como un mal que hay que tolerar, no elogiar.»

 

Economía de la atención

Sabemos que «la atención» es una de nuestras características como seres humanos. Está relacionada a lo que nos atrae, a lo novedoso, a lo que admiramos (condición de la filosofía), a lo útil y necesario…

En este link se detallan las principales características, los tipos de atención, los factores determinantes de la misma, y las patologías vinculadas con ella.

Respecto de «la economía de la atención» en esta fuente se la define como «a la abundancia de información que se genera en las economías desarrolladas y que debido a la digitalización hace que sea muy fácil producirla y compartirla. La atención se convierte en este entorno en un valor y un bien escaso por el que las empresas deben competir. En la actual sociedad de la información es difícil atraer la atención de las audiencias y la atención es un prerrequisito de cualquier transacción económica».

Los smartphones, y «la explosión de las redes sociales han hecho posible que sepamos en tiempo real lo que hace la gente en cada momento. Por eso el FOMO (miedo a perderse algo, del inglés, fear of missing out) es el trastorno «de moda»: nos atormenta el pensar que nos estemos perdiendo algo interesante constantemente.

En un reciente estudio publicado en la revista Motivacion and Emotion, varios científicos analizaron la base psicológica y social del FOMO. Y concluyeron que los rasgos de la personalidad como el neurotismo o la extroversión no tienen nada que ver con la adicción a los smartphones. La verdadera causa que hace los celulares tan irresistibles es la economía de la atención».

Según el último link «algunos empresarios pagan mucho dinero para mantener nuestra mente ocupada con aplicaciones y juegos. El abogado estadounidense Tim Wu, especialista en la neutralidad de internet y autor de «The Attention Merchants: The Epic Scramble to Get Inside Our Heads» (Los comerciantes de la atención, la lucha épica por entrar en nuestras cabezas, 2016), observó este fenómeno cuando trabajaba en Silicon Valley.

«La economía de la atención es inevitable», le cuenta a la BBC. «Algunas firmas tecnológicas estaban desesperadas por un nuevo modelo de negocio; se dieron cuenta de que tenían que captar la atención de la gente. Fue un gran cambio en la historia del capitalismo cuando algunas de las más importantes se decantaron por ese modelo», explica Wu. «Todo iba a ser gratis. Había llegado un nuevo tipo de economía«.

Claro, hay una «aparente gratuidad» porque -en realidad- estamos ofreciendo y regalando nuestros datos personales para que nos vendan publicidad y mensajes de todo tipo, desde comerciales hasta ideológicos y políticos.

Es un gran desafío educativo para las familias, las instituciones dedicadas a ello y los medios de comunicación explicar pedagógicamente cómo poder utilizar adecuadamente las redes  sociales (sin adicción), concentrar más la atención en la lectura de libros y, en definitiva, enseñar a discernir como la atención y la inteligencia deben evolucionar hacia una mayor sabiduría. Esto último nos puede llevar a un mundo mejor. De lo contrario seremos como robots idiotizados.

La economía de los creadores de la cultura…de las plataformas digitales…

Hace poco tiempo se empezó a utilizar el termino «economía de los creadores» o del «creador». Si bien toda iniciativa requiere una creación inicial, se aplica más bien a los creadores de cultura, y más en general a su vuelco en las distintas plataformas digitales como bien explica este artículo (1).

Esto conlleva nuevas expresiones de la economía, así como nuevos conflictos como expresa esta nota (que la asocia a las «finanzas de la personalidad«, y muestra un caso concreto). Sin duda, es un tema interesante para seguir, en el marco de una economía plural.

(1) Hay personas, como Pablo Almazán, que le dan otro sentido.